30 septiembre, 2022
La Cumbre por la Paz es un espacio de encuentro donde pueblos indígenas y afrodescendientes de la región discuten las violencias que les atraviesan, así como las propuestas para encaminar la organización desde abajo. Esta semana iniciaron los trabajos para su realización.
Texto y fotos: Heriberto Paredes
NUEVA YORK. – El pasado 24 de septiembre comenzó el camino de la Cumbre por la Paz con una primera reunión en la Casa de los Pueblos, ubicada en el corazón del Bronx, barrio neoyorquino que es –y ha sido durante décadas– la casa de muchas comunidades migrantes. De Puerto Rico y República Dominicana hasta Puebla, Guerrero y Honduras, en las calles de esta zona de la Gran Manzana se ha tejido parte de la historia latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días.
Con mucha expectativa entre las organizaciones anfitrionas, entre las que se encuentran la Red de Pueblos Transnacionales, el Concejo de los Pueblos Originarios, Global Exchange y el Molino Informativo, poco a poco se fue llenando el local. Desde horas antes estuvieron ya presentes las personas voceras que reunirán el espíritu y la palabra de las discusiones que se tengan hasta llegar a la Cumbre, prevista para febrero de 2023:
Bella’D Allecio (March for Our Lives), Odilia Romero (CIELO), Mary José Prudente (Voces de los Pueblos), Cristina Bautista (Madres y padres de Ayotzinapa), Yoloxóchitl Cano (Red de Pueblos Transnacionales), Jorden Giger (Black Lives Matter South Bend) y Marco Castillo (Global Exchange).
Una de las problemáticas que se abordaron en esta primera reunión fue la división que hay entre comunidades de pueblos originarios y afrodescendientes. División que ha generado no sólo poca efectividad en las luchas por mejora en los derechos sociales y políticos de cada comunidad, sino un alto índice de violencia. La presencia de un número exorbitante de armas en las calles estadounidenses sólo agudiza el escenario y ha ocasionado numerosos episodios de muerte. Existen alrededor de 120 armas por cada 100 estadounidenses, según expuso el Small Arm Survey (SAS) en mayo de 2022, lo que significa que es posible que haya más armas que personas en este país.
Al menos en Nueva York, a partir de 2021 comenzó a percibirse un aumento en la presencia de las armas y de los hechos violentos. Particularmente entre las comunidades migrantes esto se tradujo en asaltos y algunos asesinatos, como lo fue el caso de Francisco Villalva, repartidor de comida que fue asesinado por una persona de origen afrodescendiente. El joven guerrerense fue encontrado muerto en el patio de un centro escolar el 29 de marzo de 2021, y tras mucha presión social a partir de manifestaciones de las comunidades guerrerenses migrantes, la policía identificó a la persona responsable, sin que hasta ahora exista una sentencia.
Este es uno de los casos emblemáticos más recientes. Sin embargo, muchas personas en el Bronx pueden dar testimonio de cómo ha habido división y enfrentamientos entre comunidades mexicanas y afrodescendientes durante muchas décadas. Ante esto, ahora, desde las propias organizaciones sociales, se toca abiertamente este tema y se cuenta con la participación de un vocero de Black Lives Matter como Jorden Giger, originario de Indiana. Esto es un paso importante en la reconstitución de los vínculos políticos.
“Estoy muy interesado en ver cómo es la solidaridad entre las comunidades negras e indígenas. Tenemos muchas maneras de compartir lazos en nuestra historia, y esta es una oportunidad para hablar de ello y ver qué podemos hacer en contra de la violencia ocasionada por las armas. Sabemos que esta violencia juega un papel fundamental en los Estados Unidos, en la frontera y en México, por ello un diálogo transnacional es importante, porque podemos aprender de cada experiencia”, expresó Giger en entrevista poco antes de comenzar la reunión.
Por su parte, Bella’D Allecio, quien tiene orígenes cubanos y ha podido ser testigo, en 2018, de un tiroteo en su antigua escuela en Florida, afirmó que “de ambos lados de la frontera las personas jóvenes tienen muchas vivencias acerca de la violencia ocasionada por las armas y esta cumbre es un buen espacio para empezar a reunirnos y construir un mundo mejor”.
Odilia Romero, de origen oaxaqueño y con una amplia trayectoria en la defensa de los derechos de los pueblos originarios migrantes, en donde uno de los frentes es el terreno de la interpretación, puso sobre la mesa la necesidad de reconocer que el hecho de que no haya suficientes intérpretes y traductores en lenguas indígenas es ya una situación de violencia lingüística. Por ello reconoció el trabajo que los propios pueblos han hecho para ayudar a mucha gente que no habla ni español ni inglés.
“Trabajamos mucho con el derecho a la interpretación –preciso Romero– en los juzgados, en las instituciones, informamos a la gente de que en México no todos hablan español, que hay más de 68 familias lingüísticas y se hablan alrededor de 364 lenguas, y eso lo hacemos con instituciones de gobierno, con organizaciones aliadas, para que no se asuma que todos somos mexicanos o que todos somos latinos, porque ahí empieza la violación a nuestros derechos humanos”.
Por su parte, Yoloxóchitl Cano, de la Montaña de Guerrero, señaló en materia de cómo se clasifica a los pueblos originarios que, “nos hacen creer que en nuestras comunidades hay pobreza pero en realidad hay muchas riquezas, tenemos que prepararnos para hacer buenas interpretaciones ya que desde ahí empieza la lucha”.
En esta misma disputa por los derechos más fundamentales, como los lingüísticos, también se señalaron las actitudes de cierto hombres que reproducen en ambos lados de la frontera el machismo contra las mujeres. Así lo expresó Mary José Prudente, también de la Montaña, diciendo que “a veces tenemos que soportar a hombres que se burlan y nos usan, que piensan que no podemos organizarnos en grupos”.
Carla García, garífuna y hondureña de la Organización Fraternal Negra de Honduras (OFRANEH) señaló que en las comunidades afrodescendientes e indígenas de ambos lados de la frontera, no se tienen las mismas oportunidades. “Volteen a ver a sus comunidades y están destrozadas por la migración”, precisó García. Y reconoció que estas discusiones pueden ser el paso inicial para una reorganización entre los pueblos sin importar las fronteras.
A la reunión asistió doña Cristina Bautista, madre de Benjamín Ascencio Bautista, uno de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa. Como representante de las familias señaló que no se ha acabado la lucha, que todavía no hay pruebas de nada y que a pesar del informe y los acontecimientos recientes ocurridos en México, seguirán buscando a sus hijos.
“Para mí la mayor paz vendrá cuando vea de regreso a mi hijo y lo vea cumplir sus sueños al igual que los de sus demás compañeros”.
“A pesar de estar detenido Jesús Murillo Karam, no dice lo que pasó con nuestros hijos. No sabemos nada todavía. Nosotros no queremos venganza sino que hable y que nos diga dónde dejaron a nuestros hijos. No entendemos porqué no pueden detener a los demás. Hay nombres con apellidos pero no dicen nada. Lo que pedimos es que hablen” señaló doña Cristina.
Para todas las organizaciones que impulsan este proceso de la Cumbre por la Paz hay claridad en la necesidad de solidarizarse con las familias de Ayotzinapa hasta alcanzar la verdad. Existe la motivación de conocer qué pasó con los estudiantes.
Finalmente se acordó la elaboración de un documento que recupere todas las participaciones, propuestas y comentarios para que se retomen en las siguientes reuniones. Éstas serán en California a finales de octubre. Las fechas y lugares precisos se darán a conocer próximamente.
Fotógrafo y periodista independiente residente en México con conexiones en Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Cuba, Brasil, Haití y Estados Unidos.
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