18 junio, 2019
El trabajo periodístico es fundamental para ayudar a formar el entendimiento de las audiencias sobre la migración y sus repercusiones a miles hombres, mujeres y niños. Es una oportunidad para construir y adaptar nuestras herramientas, explicar lo que están viviendo y evitar que los grupos de poder usen a los migrantes como moneda de cambio
Mirian Zelaya se hizo famosa en el peor momento por la peor razón posible.
Después de casi sesenta días de viaje desde su natal Honduras hasta la frontera norte de México, 4 mil kilómetros recorridos en terribles condiciones y acosada por enfermedad y cansancio, le confesó a un reportero que estaba harta de la comida que recibía en los albergues.
Todo lo que se necesitó fue un video de 21 segundos:
“Yo sé que no es afuerza que le den de comer a uno, pero la verdad que la comida que están dando aquí, mire, puros frijoles, como que le estuvieran dando de comer a los chanchos, pero ni modo, hay que comerse esa comida, si no nos morimos de hambre”, dijo a un reportero de la Deutsche Welle y la noticia –¿en verdad era noticia?– se viralizó.
Mirian se convirtió en la justificación perfecta para desfogar los prejuicios, la desconfianza y el miedo acumulados que despertó el éxodo de centroamericanos sin precedentes por territorio mexicano.
La oleada de desprecio y xenofobia a los migrantes no ha parado, avivada por la tensa relación entre los gobiernos de Estados Unidos y México respecto al tema.
Mirian y sus hijos lograron entrar a Estados Unidos para seguir con su proceso de solicitud de refugio, donde la mujer esperaba tratar a su hija con deficiencia auditiva. Mirian fue colocada de nuevo en la atención pública en marzo; se reportó que había sido detenida en Dallas, acusada de asalto agravado. Estos son algunos de los titulares en medios nacionales: “Cae #LadyFrijoles por asalto con arma mortal en Dallas”; “¿De migrante a criminal? Arrestan a Lady Frijoles por golpear y robar”; “Detienen a #LadyFrijoles”.
La forma en la que se socializa, se acepta y se replica la información es muy curiosa. En el tema migratorio hay decenas de estudios que señalan que las comunidades con presencia de migrantes tienen menos índices delictivos, también existe la experiencia nacional: por décadas México ha sido un país de refugio. Sin embargo, basta un caso como el de Mirian para legitimar entre las audiencias el discurso anti inmigrante que han empujado personajes como Donald Trump.
“Ingrata, nini, invasora, farsante, criminal… ingratos, ninis, invasores, farsantes, criminales”.
Vivimos tiempos complicados: la situación en la fronteras no tiene precedentes y los ataques de Donald Trump entremezclan la migración con el intercambio comercial. En estos momentos de confusión el trabajo de los periodistas y los medios es fundamental, al final del día, nuestras historias ayudan a formar el entendimiento de las audiencias sobre el tema y sus repercusiones afectan a miles hombres, mujeres y, como nunca antes, niños.
En 2012 nació en “En el camino”, un proyecto de periodismo especializado en migración que consistía de tres partes: crear una publicación impresa –el periodiquito, le llamamos- que todavía se entrega en una docena de albergues con información útil para los migrantes, desde reportes de zonas de peligrosas hasta fútbol.
La segunda: ser un espacio de investigación periodística sobre migración. El lema del sitio, que ahora forma parte Pie de Página, fue “Migración más allá de las vías”, como un llamado, y de cierta forma una brújula, para buscar y contar las historias invisibles que ayudan a entender, desde varios ángulos, el complejo fenómeno de la migración.
Por último, se hizo un proyecto ambicioso de capacitación sobre cobertura migratoria para periodistas en todo el país. Cerca de 120 reporteros, editores y fotógrafos nos reunimos en talleres para repensar cómo contamos estas historias. Repasamos y diseccionamos coberturas propias y ajenas, aprendimos sobre las leyes migratorias en la región, el contexto mexicano, la historia de las rutas, sus particularidades, el trabajo de los defensores y las zonas de peligro.
Lo más importante que nació fue la urgencia de crear nuevas narrativas en torno al tema migratorio.
Pero, ¿cómo construimos nuevas narrativas?
Tomamos como punto de partida pensar en la migración más allá del tránsito. Buscamos historias en todo el espectro que involucra la migración, desde la historia de las rutas, la situación de las comunidades que expulsan personas, la intersección entre la migración y la violencia de la “guerra contra el narco”, la transformación de las comunidades por las que pasan los migrantes, etcétera.
Otro punto importante fue repensar el lenguaje como una forma para combatir el estigma.
Con la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos, y ahora con el -recorrido del éxodo centroamericano, estas discusiones han sido fundamentales.
“Muchas de las palabras que usamos para describir a los migrantes están basadas en categorías creadas en la convención de refugiados de 1951–categorías que cada, vez más, son inadecuadas para el siglo XXI.”, escribe esta semana la periodista Madeleine Wattenbarger en un texto llamado La política en el lenguaje de los medios sobre migración (The Politics of the Media’s Migrant Lexicon).
El último punto, tal vez el más importante: retratar al migrante como un participante activo de su realidad y alejarnos de la versión unidimensional de víctima.
Hace un par de años, en un albergue del sur del país, un joven hondureño que había decidido quedarse en México y que trabajaba como voluntario me contó que lo más difícil de transitar sin papeles adecuados era que los obligaba a desprenderse de cualquier tipo de derecho: derecho a denunciar una violación o a una extorsión, derecho a un baño y un techo, derecho a recorrer los 200 km entre Tapachula y Arriaga en transporte, y en su lugar los obligarlos a caminar en la clandestinidad sobre las vías del tren, donde las piedras destrozan las plantas del pie y el cuerpo sufre quemaduras de segundo grado por caminar días bajo el sol.
En pocas palabras, la irregularidad deshumaniza y vuelve vulnerables a los migrantes frente a las autoridades, el crimen y, hasta cierto punto, la mirada de los otros. Al omitir la experiencia individual de cada persona migrante y su contexto particular, los periodistas repetimos esquemas que no reflejan una realidad compleja, como la que hace que una persona deje su vida atrás.
“El periodista llega todo el tiempo buscando el relato de violencia, y es normal, es lo que nos han dicho que necesita la historia, pero la violencia es solo el detonante”, me dijo Eliana Gilet, amiga y colega, la semana pasada.
Eliana argumenta que si bien es cierto que los periodistas no somos responsables de lo que pasa, en buena medida tenemos la posibilidad de elegir no hacer daño, el primer paso para esto es quebrar el mandato del lugar común.
La situación en las fronteras nos recuerda que la migración no se detiene pero se transforma y nos enfrentamos a un nuevo reto que puede también ser una oportunidad: construir y adaptar nuestras herramientas para explicar lo que están viviendo. No hay otra opción, de lo contrario estaremos contribuyendo a propagar e instalar en las audiencias el mensaje de los grupos de poder que usan a los migrantes como moneda de cambio.
Periodista visual especializada en temas de violaciones a derechos humanos, migración y procesos de memoria histórica en la región. Es parte del equipo de Pie de Página desde 2015 y fue editora del periódico gratuito En el Camino hasta 2016. Becaria de la International Women’s Media Foundation, Fundación Gabo y la Universidad Iberoamericana en su programa Prensa y Democracia.
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