Por tercera vez un sismo de Magnitud mayor de 7 sacudió Ciudad de México un 19 de septiembre. Esto generó especulaciones sobre sus causas. Aunque científicos de la UNAM destacaron que se trata de una coincidencia, el miedo que detona la alarma sísmica sigue ahí, ¿qué hacemos con él?
Texto y fotos: María Ruiz, Duilio Rodríguez y Alexis Rojas
CIUDAD DE MÉXICO.- El miedo, la tristeza, la angustia, el recuerdo de que hace cinco años pasó igual. Un temblor después de un simulacro removió la memoria del cuerpo de las familias que realizaban ceremonias por de las víctimas del sismo de 2017, en Álvaro Obregón 286 en la colonia Roma, en el Multifamiliar Tlalpan o en el Colegio Rébsamen.
La psicóloga social Alejandra González Marín explica que es revivir de un doble trauma: el de las escenas de la tragedia de los grandes terremotos y el de las propias experiencias de los ciudadanos que, aunque no fueron víctimas directas, sintieron o tienen alguna historia de alguno de estos sismos.
La alerta sísmica detona en nuestros cuerpos la memoria de las tragedias previas vividas en esta ciudad. Las imágenes que han dejado tanto el sismo de 1985 como el del 2017 nos generan pánico, temor y nervios.
¿Por qué tenemos crisis nerviosas al escuchar la alerta o al sentir la tierra moverse? González Marín lo explica así: la mayoría de la población ha experimentado alguno de los dos sismos, y cada septiembre recordamos las escenas de la devastación y las propias vivencias después de un terremoto.
El hecho de que lo hayamos vivido por lo menos de dos a tres veces genera un pánico social colectivo que experimentamos como población”, dice González Marín.
Las redes sociales juegan un papel importante en el aumento del miedo dentro de un contexto de alarma, evalúa, porque son las que nos informan (y desinforman) en momentos donde otras comunicaciones colapsan: “nos llegan de manera inmediata muchísima información, pero no necesariamente de la gente que más nos importa”.
Si a esto se le suma el caos vial de una enorme ciudad, es probable que la angustia aumente al no poder conocer el estado de las personas que amamos y no poder llegar a ellas de manera inmediata.
Al sonar la alerta, observa González, hay una reacción inmediata, de buscar ponerse a salvo; sin embargo, “ya en resguardo, podemos entrar en crisis mayores porque caemos en cuenta de lo que pudo haber pasado, por eso la reacción es de miedo, de terror, de pánico”.
¿Y qué podemos hacer ante el miedo? Afrontar la crisis de la mejor manera, dice la psicóloga, requiere tres cosas: tener información adecuada, reconocer nuestras propias reacciones y la ubicación de nuestra realidad.
Lo explica de la siguiente manera:
Ubicar nuestra realidad tiene que ver con saber que estamos en una región propensa a sismos y, por lo tanto, lo ideal para afrontar esto es el autocontrol. Este autocontrol sólo es posible una vez que identificamos nuestras reacciones frente a un hecho crítico como este”.
Con identificar nuestras reacciones se refiere a reconocer tanto las emocionales cómo físicas. Si sentimos miedo, terror, pánico. Y físicas, si hubo palpitaciones, sudoración, dolor de cabeza, mareos, temblores. Identificarlas y nombrarlas.
En la medida que reconozcamos eso en las horas subsecuentes vamos a poder apropiarnos de estas reacciones para futuros eventos críticos, porque vivimos en una región de muy alta probabilidad sísmica y por lo tanto tenemos que saber cómo reaccionamos y qué tenemos que hacer en los lugares donde nos desenvolvernos para prepararnos para la que sigue”.
Otro punto importante es la comunicación: hablar, hablar, hablar.
Hablar lo más que se pueda de cómo nos hemos sentido, de cómo lo vivimos, de dónde estábamos. Contarlo, comunicarlo a la gente que nos vamos encontrando y nos importa. Y elaborar la experiencia”.
Elaborar la experiencia significa ”no solo transmitirla sino darle una secuencia y una lógica”, dice.
Y después de compartir cómo nos sentimos, es necesario identificar las malas prácticas por cambiar y las buenas prácticas, lo que sí se hizo y se hizo bien, la forma en la que se respondió a las crisis. ”Saber que nos puso a salvo (esa experiencia) y que podemos repetirla nos da seguridad porque salió bien”.
González Marín agrega otro elemento: el reconocimiento del espacio. Es importante, dice, conocer los protocolos de seguridad o tener información de cómo reaccionar nos va a dar más seguridad.
Sentir miedo es inevitable; pero encontrar a nuestras redes de apoyo con amigos, vecinos, familiares y generar una mayor cultura de prevención (como contar con nuestras mochilas de emergencia o conocer los estados de los edificios que habitamos) nos dará más seguridad para el futuro.
El sismo de este lunes tuvo un epicentro en Michoacán y dejó dos personas fallecidas en Colima. En la capital del país no se reportaron derrumbes, aunque en redes sociales corrieron muchos rumores sobre edificios a punto del colapso. Lo que había era miedo, ese miedo instalado en la memoria de 2017 y 1985, cuando otros dos sismos de enormes magnitudes enlutaron la ciudad.
Estas son pequeñas historias de lo que vivimos este nuevo #19S.
Al mediodía este lunes, en la colonia Roma, las familias de las víctimas que fallecieron en el edificio ubicado en Álvaro Obregón 286 se reunieron frente al predio para realizar una ceremonia en memoria de sus seres queridos. Durante el simulacro fueron acompañados por rescatistas del grupo Cascos Blancos, quienes fueron parte de los rescates en 2017.
La ceremonia se realizó en el bulevar donde las familias colocaron un monumento del número 49 con la frase:
Quédate en mi memoria, en mis recuerdos, donde cada vez que te busque pueda encontrarte”.
dice el Memorial Álvaro Obregón 286.
«Para nosotros esa frase no solo representa al corazón sino a la exigencia de justicia que merecen no solo los 49, sino todas las más de 300 personas fallecidas en 2017», expuso Jorge Gómez, representante legal de las víctimas del sismo de 2017 #AO286 y esposo de Carolina Leticia Muñiz, quien falleció en el derrumbe.
“Creemos que hay cosas pendientes. Vamos a hacer un memorial para recordar a las víctimas. Se recordará a uno por uno de la gente que falleció aquí. No se ha hecho justicia al 100 por ciento”, dijo.
A su testimonio se unió la rescatista Rosario Navarrete, quien mencionó la idea de la construcción de un centro de capacitación de rescate donde se mejore la cultura de prevención.
Minutos después del simulacro, casi al final de la misa para recordar a las personas que murieron en ese lugar, el piso comenzó a moverse.
Apenas una hora después del simulacro nacional, la alerta sísmica volvió a activarse y los rescatistas volvieron a activar sus protocolos. Las personas en los alrededores comenzaron a salir. Extranjeros que vivían su primer sismo, vecinos con sus mascotas, oficinistas con letreros de simulacro, personas en crisis sentadas en las banquetas o abrazadas a otros familiares. Automóviles detenidos, conductores estresados.
Increíblemente estaba temblando de nuevo.
Habitantes de las colonias Roma y Condesa, dos de las zonas más afectadas en el terremoto de 1985 y que también vieron derrumbarse inmuebles en 2017, pasaban de la incredulidad al miedo.
Rápidamente las calles y glorietas se llenaron de gente que asustada miraba cómo los edificios se sacudían. Una señora aseguraba que esto no se trataba de una casualidad, que éramos nosotros quienes atraíamos los temblores con nuestra mente: «20 millones pensando lo mismo, obvio… lo atraemos», decía la mujer, en una expresión que se replicó en muchas conversaciones durante la tarde.
A modo de broma, su acompañante le respondió: «Empecemos a pensar que somos millonarios».
El primer edificio en nombrarse fue el ubicado en Uruguay 73, en el Centro Histórico. Ahí vecinos de la plaza contigua estaban preocupados. Mucho de este miedo derivó de las estructuras más visibles, como en el caso del edificio de la Lotería Nacional, donde se desprendieron pedacitos de fachada.
Lo mismo en el edificio en San Antonio Abad 66 donde los vecinos de inmuebles contiguos llamaron a los bomberos por el desprendimiento de fachada de este inmueble. Sin embargo, adentro los habitantes se encontraban tranquilos ya que desde hace años conocen la situación de su edificio: no tienen daño estructural, solo la fachada, pero no pueden repararla por falta de un permiso de la alcaldía Cuauhtémoc.
Al inmueble llegó la alcaldesa, Sandra Cuevas, como parte de su recorrido postsismo y vecinos aprovecharon para pedirle que les dé ya el permiso para reparar su edificio.
Después de que se apagaron las luces, vinieron los gritos y el pánico se apoderó de los usuarios del Metro en la estación Guerrero, con dirección a Universidad. La policía pedía mantener la calma.
Personal de protección civil alertó a los usuarios para que desalojaran los vagones y se replegaran a la pared. Pero nadie hizo caso. Los pasajeros se mantuvieron estáticos hasta que que la tierra dejó de moverse
En la estación Hidalgo, dos mujeres que se desmayaron por el susto. El servicio se reanudó 10 minutos después.
El Metro informó que el servicio de la red se normalizó después de realizar el protocolo de revisión de las instalaciones. Sólo la Línea 4 tardó algunas horas más, pero para las 6 de la tarde funcionaba completamente.
En total se registraron daños de bajo riesgo en 21 inmuebles de la CDMX:
En el sur de la ciudad, la zona más afectada por el sismo de 2017, la organización Damnificados Unidos convocó a una jornada para exigir se complete la reconstrucción y reparación de drenaje, calles y alumbrado dañados hace cinco años. La jornada incluyó un conversatorio en el Multifamiliar Tlalpan donde hablaron de los pendientes del gobierno de la capital.
En Iztapalapa están en proceso de reubicación, en Alfonso Reyes 188 es un ejemplo de la redensificación; en Tláhuac podemos conocer las experiencias de contar con casas reconstruidas pero no con calles seguras por las grietas; quienes tenemos la fortuna de regresar a casa como en el Multifamiliar vivimos sobrecostos”, dijo Francia Gutiérrez.
En el Multifamiliar, hay quienes en cinco años no han regresado a casa, y quienes viven las consecuencias de la redensificación urbana en los predios, con la construcción de más viviendas o el pretexto que ponen consultores y empresas inmobiliarias argumentando “falta de recursos” para mantener paradas las obras.
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“Decenas de miles de familias siguen fuera de casa y al menos 26 mil 23 inmuebles han sido excluidos de la atención del Estado sin ninguna explicación. Después de mil 826 días, podemos sostener con tristeza que la reconstrucción ha fracasado en la Ciudad de México”, escribieron en un comunicado.
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