Los procesos de colonización vienen de la mano del genocidio. El desprecio por la vida de los otros, incluso si esos otros son niños, está en el corazón de la colonización. Pensar que las cosas pasan y ya, que lo superemos. Como si en 50 años los descendientes de las personas que sobrevivan a lo que vemos ahora pudieran olvidarlo
Por Lydiette Carrión / X: @lydicar
El 12 de octubre: Desde el 2020 a esta fecha se le llama en México Día de la Nación Pluricultural; pero años atrás se le llamaba Día de la Raza. En otros países de AMérica Latina se le ha ido cambiando el nombre también. Por ejemplo, Día del Encuentro de Dos Mundos en Chile; Día de la Interculturalidad y la Plurinacionalidad en Ecuador.
Sólo dos países parecen seguir ignorando la discusión reciente: En Estado Unidos se le llama “Columbus Day”, día de Colón; y en España le llaman “Día de la Hispanidad”, lo que es francamente una bofetada a toda América Latina. Como si no hubiéramos leído la Brevísima relación de la Destrucción de las Indias. Como si no supiéramos de las violaciones, torturas, mutilaciones, asesinatos masivos.
Las colonizaciones vienen acompañadas del genocidio.
Ojalá el problema fuera algo que ocurrió hace más de 500 años. Medio milenio, caray, que no importara ahora. Que ya lo pasado, pasado. Pero la realidad es que los procesos de colonización, que siempre son violentos, siempre son genocidas y exterminadores, estos hechos siguen reproduciéndose y definiendo de alguna manera la realidad presente de mucha gente América Latina (que ya debería ser oficialmente nombrada Abya Yala), África y diversos lugares de Asia. Es decir, el problema de la colonización es que sus efectos se siguen sintiendo hasta ahora.
Trato de escribir esta columna sobre colonización en América Latina, pero no puedo dejar de pensar en lo que ocurre este 12 de octubre también. Son imágenes que vienen del norte de Gaza. Un grupo de niños de entre 7 y 9 años, estaban jugando fútbol. Jugaban como lo hacen todos los niños del mundo, una cascarita, sólo que ellos lo hacían entre los escombros de casas bombardeadas, porque es ahí donde están. De acuerdo con la periodista palestina Bisan Owda, no habían sido evacuados porque sus familias no consideraron que fuera una opción: en el sur las cosas tampoco son seguras. Jugaban y entonces un dron israelí los atacó.
El desprecio por la vida de los otros, incluso si esos otros son niños, está en el corazón de la colonización. Pensar que las cosas pasan y ya, que lo superemos. Como si en 50 años los descendientes de las personas que sobrevivan a lo que vemos ahora pudieran olvidarlo. Como si esa huella de miedo y desesperanza pudiera borrarse. Pero también en términos materiales, la pobreza, la miseria que deja el despojo –y hay responsables de este despojo– tampoco ceja.
¿Cómo será el mundo en 50 años, tras el horror actual? ¿A qué nuevas voces y resistencias, pero también qué nuevos odios generará? Pienso en resistencias porque eso también nos ha enseñado la historia: no importa cuánto lo intenten. Alguien sobrevivirá, y la esencia de un grupo sobrevivirá, pero con harto dolor. Necesitamos en este momento hacer acopio de memoria. Impedir que la borren. Vamos a necesitar toda la memoria, todo registro posible.
Quizá por esta dictomía, la la mayoría de los pueblos que hemos sufrido el dolor y la violencia de la colonización nos vemos en Gaza. Y por eso los grupos, las élites colonizadoras, se ven en los “conquistadores”.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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