En los últimos 19 años, México ha vivido conmemoraciones de la independencia memorables, que van desde protestas hasta ocurrencias de los expresidentes expresadas desde el balcón presidencial
Por Daniela Pastrana, Arturo Contreras Camero, Andro Aguilar, José Ignacio de Alba y Daliri Oropeza
Fotos: Archivo / Cuartoscuro
CIUDAD DE MÉXICO.- La conmemoración del grito de independencia se ha convertido en un campo de disputa de lo simbólico sexenio con sexenio. Este ritual ha llegado a ser muestra de la legitimidad de los gobiernos, más aún desde la primera vez que gobernó un partido que no fue el PRI, en el año 2000. También se convirtieron en una muestra de lo que cada sexenio ostenta como política en relación con su mismo gobierno, y con las personas gobernadas.
Pie de Página realiza un ejercicio de memoria para recordar cómo han sido los gritos antes del primero de Andrés Manuel López Obrador como presidente.
El primer grito de Vicente Fox, el primer presidente no priísta en siete décadas, fue en 2001, apenas cuatro días después del ataque a las torres gemelas en Nueva York; Fox se puso internacionalista y dijo: “¡Viva la unidad nacional y la paz!”. También incluyó por primera vez en la arenga Leona Vicario, una de las primeras periodistas mexicanas con una participación importante en la lucha por la independencia.
El conflicto postelectoral de 2006 vivía su momento más álgido, con 9 kilómetros de Reforma y la plancha del Zöcalo tomados por los seguidores de Andrés Manuel López Obrador, que reclamaba fraude electoral.
Vicente Fox, el presidente saliente, optó a regresar el grito presidencial a Dolores Hidalgo, en Guanajuato.
Desde las elecciones de 1988, el zócalo capitalino había sido el centro de las batallas de la izquierda mexicana –primero con el PRD que fundó Cuauhtémoc Cárdenas y luego del movimiento lopezobradorista–, mientras que el Ángel de la Independencia era el lugar de los festejos del PAN; incluso, antes del año 2000, era tradicional que los dirigentes nacionales de Acción Nacional hicieran su propia verbena en el Ángel.
El 14 de septiembre de 2006, López Obrador anunció que el encargado de dar el grito sería Alejandro Encinas, jefe de gobierno sustituto de la Ciudad de México.. “Estamos muy contentos, porque el traidor a la democracia no va a estar aquí mañana”, dijo, refiriéndose a Fox.
En la ceremonia previa al grito, Eugenia León cantó una versión de La Paloma, convertida desde meses atrás en el himno de la campaña lopezobradorista y, desde entonces, la cantante presenta una versión modificada de esa canción en todos los eventos públicos importantes de Morena.
Desde el balcón del Ayuntamiento, Encinas agregó a los héroes patrios un “viva la soberanía popular”. Lo acompañaron la senadora perredista Rosario Ibarra de Piedra y el entonces secretario de Gobernación, Salvador Abascal, quien fue abucheado por la gente que desplegó una manta contra Fox, “el traidor a la democracia”.
López Obrador coreo vivas desde un templete instalado enfrente, mientras que, en Guanajuato, Fox lanzó vivas a “nuestra democracia”, a “nuestras instituciones”, y a “la unidad de las y los mexicanos”.
Los dos gritos:
Nueve días antes del 15 de septiembre, el presidente Felipe Calderón anunció que realizaría su primer grito en el Zöcalo y llamó a todos los mexicanos a que “respetemos lo nuestro, a que respetemos los símbolos patrios, la bandera nacional, nuestro Himno, nuestro Escudo Nacional, a que respetemos nuestras fiestas y a que estemos leales a nuestras tradiciones”.
El Consejo Político del PRD respondió el mensaje: no dejarían el Zöcalo libre. La senadora Rosario Ibarra de Piedra daría “el grito de los libres”, que se pactó dos horas antes del grito oficial. La plaza quedó dividida por un enorme lienzo tricolor que fue colocada para que no se viera la protesta en la televisión.
Ibarra de Piedra arengó vivas a “los presos y desaparecidos políticos” y “todos los héroes que a lo largo de la historia han luchado por cambiar las condiciones de miseria de este país”. Luego soltó un grito de guerra: “Muera el mal gobierno y viva nuestra presidencia legítima”.
El presidente legítimo (nombrado así por una muchedumbre reunida en esa misma plaza nueve meses antes), Andrés Manuel López Obrador, dio su propio grito en el poblado mazateca de San José Tenango, Oaxaca, donde convocó a los mexicanos a “reafirmar el compromiso de transformar la vida pública de México.
“Solo el pueblo puede salvar al pueblo. Tenemos que abolir el régimen de opresión y privilegios. Desterrar la opresión, la desigualdad, la injusticia la discriminación y el odio. Debe haber patria para todos. Arriba los de abajo. Arriba los pobres. Abajo el poder usurpador. Vivan los indígenas. Vivan los héroes que lucharon por la independencia, la justicia y la democracia”, gritó López Obrador.
Por tercer año consecutivo fue necesaria negociar el Zócalo. El gobierno de Felipe Calderón aceptó de nueva cuenta que el PRD realizara su propio grito de independencia dos horas antes del oficial. Pero por primera vez, quien daría el grito sería el propio López Obrador, quien hizo convocó a miles de sus seguidores a un grito que antes de los vivas tuvo cuatro “No”:
“No al gobierno usurpador. No a la reconquista. No al intervencionismo. No a la corrupción ni a la impunidad”.
En cambio, el nombrado presidente legítimo dijo Sí a la justicia, a la Democracia y a la soberanía nacional y enlistó vivas para indígenas, obreros, migrantes, mujeres, artistas, maestros.estudiantes, “minorías legítimas” y hasta para la prensa libre. Las vivas también alcanzaron a la “nueva República”, la dignidad, la esperanza, y “el futuro de los mexicanos”.
Pero todo eso fue opacado porque dos granadas de fragmentación fueron estalladas en las celebraciones de Michoacán, cuando el entonces gobernador, Leonel Godoy, terminaba sus vítores patrios.
Un par de estallidos reventaron entre las más de 30 mil personas reunidas en el centro de Morelia. Las explosiones dejaron 8 muertos y más de 130 heridos. Todos los cárteles de la droga se deslindaron de los actos. Aunque las investigaciones apuntaban a Los Zetas, esa fue la primera organización que se desmarcó del mismo con un manta,
A ninguna de las nueve personas que fueron detenidas en distintos momentos, se le pudo comprobar la responsabilidad. El atentado es considerado por algunos como el primer y único atentado terrorista contra la población civil en la historia del país.
Los años siguientes de Calderón la presencia militar se reforzó también en el Zócalo de la Ciudad de México.
A Felipe Calderón le tocó celebrar el Bicentenario del Grito de la Independencia, pero resultó poco memorable. Carente de contenido histórico y social, concentró el festejo en un espectáculo producido por el australiano Ric Birch. Hubo un «Coloso» de 20 metros de altura, un desfile alegórico y acróbatas. Fue un show apreciado principalmente por invitados especiales con boletos, que ocuparon asientos numerados frente a la Catedral Metropolitana, principalmente miembros del PAN.
En plena Guerra contra el narco, el acto fue fuertemente vigilado por elementos de seguridad. Entre los invitados de Calderón estuvieron los expresidentes Vicente Fox y Carlos Salinas de Gortari.
Tras el festejo, el presidente se trasladó a Dolores Hidalgo, donde intentó recrear el mensaje que habría dado Miguel Hidalgo a las 7 de la mañana del 16 de septiembre, de acuerdo con la versión de Pedro García, que no ha sido avalada por otros historiadores.
El costo de la fiesta rebasó los 4 mil millones de pesos, pero su principal legado es la «Estela de luz» en Paseo de la Reforma, el llamado monumento a la corrupción por su sobreprecio, inaugurado más de un año tarde.
El último grito de independencia del ex presidente Felipe Calderón estuvo lleno de luces de láser verde en su cara y cuerpo cuando salió al balcón a tocar la campana y ondear la bandera.
Integrantes del movimiento estudiantil #YoSoy132, nacido con la protesta en contra del entonces candidato priista a la presidencia Enrique Peña Nieto, convocaron a través de redes sociales a esta acción, el modo orgánico en que se desarrolló el movimiento, con los hashtags #BoicotACalderón y #LuzporlaDemocracia.
Jóvenes asistieron de manera masiva a la conmemoración del Grito de Dolores en el Zócalo y se hicieron escuchar. De frente al presidente saliente, el #YoSoy132 le gritó “fraude, fraude fraude”, “asesino”, “no más sangre”.
En pancartas se leían frases como “¿Qué festejan, los miles de muertos de la guerra inútil de Calderón o la imposición de Peña Nieto?” o “Militares, defiendan al pueblo, no a un narcopresidente”. Fue inevitable ocultar en cadena nacional el rostro enverdecido del presidente.
Al gritar el oficial “Viva México”, Calderón obtuvo un sonoro “viva que te vas”, “viva que te vas”. El político intentó sonreír aunque después se le notó la amargura. Una gran manta que decía Fraude ondeaba frente al balcón esa noche.
Enrique Peña Nieto abandonó el Palacio Nacional tras dar el Grito de Independencia y no se quedó a cenar con sus 700 invitados. Argumentó que sostendría una reunión con su gabinete para atender las afectaciones en al menos ocho estados por los huracanes.
Fue la primera de las ceremonias con el sello de lo que vendría después: beneficiarios de programas sociales acarreados de distintos estados, colocados al frente de Palacio, y alta concentración de elementos de seguridad que impedían cualquier protesta.
La plaza mojada por la lluvia lució semivacía, sólo dos días después del desalojo de maestros de la CNTE, por parte de la Policía Federal. Los profesores, principalmente de la sección 22, de Oaxaca, celebraron la independencia de forma simultánea en torno al monumento a la Revolución, donde llegaron a instalarse, con bailes similares a los de la Guelaguetza.
A partir de 2015 las fiestas patrias cayeron en el desánimo, en los meses finales del año anterior el gobierno de Enrique Peña Nieto cruzó por sus dos peores crisis; la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y el reportaje periodístico que develó cómo uno de los contratistas más importantes de la administración había comprado una casa a la familia del presidencial.
Así que el 2015 las festividades ocurrieron en medio de un descontento ciudadano generalizado. La popularidad del presidente no sólo cayó, el gobierno federal entró en un estado de paranoia y el grito era reflejo de ello. Todas los asistentes al zócalo tuvieron que pasar por arcos que detectan metales, algunos objetos se prohibieron. Hubo perros que olían mochilas en busca de explosivos, además de una estricta vigilancia.
Una de las imágenes que más indignó a la opinión pública eran los policías federales requisando las carriolas o a los niños que entraban al zócalo para dar el grito. Al balcón presidencial salió un presidente sombrío.
Ese año no hubo banquete, los invitados especiales vieron el espectáculo pirotécnico desde los balcones del Palacio Nacional. El gobierno se limitó a decir que por motivos de “austeridad” presupuestaria no se realizó una celebración dentro de Palacio Nacional.
Reprobado por 7 de cada 10 mexicanos, Enrique Peña Nieto buscó disfrazar su rechazo ciudadano con invitados de la sociedad civil a Palacio Nacional durante el Grito de Independencia. Sin embargo, fueron colocados en los balcones más alejados debido a que los primeros sitios fueron ocupados por los familiares del gabinete.
En un alarde de supuesta austeridad, la primera dama Angélica Rivera usó el mismo vestido que vistió durante la visita de los reyes de España en 2014, mientras media plancha del Zócalo fue llenada con personas acarreadas en autobuses de Tlaxcala, Puebla y Estado de México.
Horas antes, ciudadanos habían intentado llegar al Zócalo capitalino en una marcha de protesta aglutinada vía redes sociales con la etiqueta #RenunciaYa. Los manifestantes fueron impedidos a llegar por granaderos de la Policía Federal a la altura del Hemiciclo a Juárez. Los policías atravesaron un autobús sobre avenida Juárez.
En la última ceremonia del gobierno de Peña Nieto no hubo imprevisto. Hizo todos los gritos en Palacio Nacional, cuando otros presidentes acudían al menos en una ocasión a Dolores Hidalgo, Guanajuato. También la arenga fue la misma, Peña Nieto agregó otros personajes históricos que no fueran los marcados por el protocolo oficial.
Si algo distinguía a la familia presidencial era el gusto por los vestidos y ropas caras. Como actores de cine la primera dama lució un intenso vestido rojo pero se mantuvo discreta y sonriente junto a su esposo en el balcón, los hijos contentos y unidos.
Después del acto protocolario Peña Nieto decidió salirse del acartonamiento del guión y en un gesto honesto intentó dibujar un corazón con sus manos, pero la torpeza lo traicionó y a los asistentes al zócalo les ofreció una malformación retratada por la prensa nacional. Antes, estuvo a punto de no ondear la bandera mexicana después de tocar la campana. Ese fue el último grito dado por el gobierno priísta, tres meses antes su partido perdió las elecciones.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona