El fondo del mar está en riesgo y México con él

17 junio, 2024

Empieza un nuevo sexenio que, esperemos, sea menos provinciano que el que termina y que quizá mire mucho más hacia el exterior, no solamente para el nearshoring y la expansión del capitalismo, sino para la defensa del planeta y de nuestro futuro. Esto abre una oportunidad para redoblar esfuerzos en la materia

Por Eugenio Fernández Vázquez / X: @eugeniofv

La naturaleza no entiende de fronteras y, salvo en lugares en los que la mezquindad humana ha levantado barreras artificiales, como en la línea divisoria entre México y Estados Unidos, pasa de un lado al otro de esos trazos imaginarios sin ningún respeto por nuestras decisiones. Eso es particularmente evidente en el mar y por eso la minería en el fondo del océano Pacífico, justo frente al límite de la zona económica exclusiva de México, es una amenaza directa contra el país y nuestra cancillería debe pelear en el sexenio que viene por frenarla sin cortapisas.

La frontera más occidental de México la marca un círculo enorme que tiene en su centro la isla Clarión, parte del archipiélago de Revillagigedo. Con ella en uno de sus vértices inicia un enorme polígono que dibuja los límites de la reserva de la biósfera Pacífico Mexicano Profundo. Se trata de un área fundamental para toda la vida —incluyendo los recursos pesqueros— que hay en alta mar en esa parte del mundo. 

Frente a ella inicia la zona Clarion-Clipperton, una vasta área en la que, por azares de la geología, se acumulan enormes cantidades de níquel y otros minerales que pueden ser muy útiles para baterías y que, por tanto, son muy importantes para quienes quieren hacer grandes negocios con la crisis climática y la “transición energética”. Desde hace ya casi una década varias empresas mineras de todo el mundo han estado buscando que se les autorice a extraer esos recursos y, de hecho, ya tienen permisos de exploración y los han hecho valer

Frente a la frontera mexicana, muy cerca de la reserva de la biósfera Pacífico Mexicano Profundo, hay dos áreas de exploración y, potencialmente, de explotación minera. Una de ellas está asignada a Ocean Mineral Singapore, que está en manos de la gigantesca transnacional con sede en Singapur Keppel. Otra más se le entregó a la empresa UK Seabed Resources, que por un tiempo fue propiedad de la empresa armamentística Lockheed Martin, que a su vez la vendió a Loke, una empresa noruega de minerales marinos. Loke anunció que espera empezar a levantar los metales que hay en el área que controla antes de 2030.

Estas actividades tendrían un impacto terrible sobre la biodiversidad de la zona y, en consecuencia, sobre todo lo que hay a su alrededor, incluyendo la reserva de la biósfera del Pacífico Mexicano Profundo y los recursos naturales nacionales. Como explica un artículo en la revista Nature, la diversidad de fauna en los sedimentos del océano profundo es inclusive mayor que la de aguas someras, además de que es rica en especies muy raras. Un estudio evaluando el impacto de pruebas para la minería encontró que las comunidades de fauna en esos sitios “mostraban una pobre recolonización incluso décadas después de los disturbios” mineros. 

Esto es grave no solamente para las criaturas que viven en el lecho del mar, sino para todas las especies del océano. La vida marina no habita solamente un estrato del mar: el ecosistema lo abarca todo, desde la superficie hasta la zona sin luz. Los tiburones blancos, por ejemplo, llegan a bucear hasta más de un kilómetro de profundidad, y los cachalotes llegan hasta dos kilómetros bajo las olas. Cualquier afectación en el fondo del mar es, por tanto, una afectación a estas especies y, con ellas, a toda la cadena ecológica.

Aunque estas iniciativas mineras tan destructivas estén ocurriendo en aguas internacionales la cancillería mexicana tiene mucho por hacer. El lecho marino es gobernado por un órgano de las Naciones Unidas, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, de la que México es parte y en la que puede tanto presentar sus quejas como liderar acciones en contra de la destrucción del planeta. 

Empieza un nuevo sexenio que, esperemos, sea menos provinciano que el que termina y que quizá mire mucho más hacia el exterior, no solamente para el nearshoring y la expansión del capitalismo, sino para la defensa del planeta y de nuestro futuro. Esto abre una oportunidad para redoblar esfuerzos en la materia.

Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.