A 38 años de su creación, ¿qué tenemos que aprender de la lucha del CEU?

3 mayo, 2024

Argel Concheiro, autor del libro, junto a el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres, y la secretaria de la mujer de la capital, Ingrid Gómez. Foto: Especial.

Un nuevo libro de Argel Concheiro recoge la historia del Consejo Estudiantil Universitario de la UNAM, el mismo que a finales de la década de los 80 luchó por la gratuidad de la Universidad, y que a la vez fue el semillero de los cuadros políticos que hoy gobiernan la Ciudad, y tal vez, muy pronto, el país

Texto: Alejandro Ruiz

Foto: Especial

CIUDAD DE MÉXICO. – ¿Cómo contar las hazañas de un movimiento estudiantil? ¿Quién puede hacerlo? Son tan solo algunas de las preguntas que el escritor Argel Concheiro responde en su nuevo libro La Fuerza de la Razón: estudiantes contra el neoliberalismo, de editorial Itaca, donde de viva mano, y con un registro documental, recupera la historia del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) y la lucha por la gratuidad de la Universidad Nacional Autónoma de México.

El libro, según el escritor, «es un granito de arena, un ejercicio de memoria histórica que trae a cuento un movimiento estudiantil que se perdió en el olvido para las nuevas generaciones». Su relevancia, más allá de rememorar el pasado, estriba en que esa generación, de una u otra forma, hoy es la clase política que gobierna la Ciudad de México, y tal vez ocupe la presidencia después del 2 de junio.

Junto a Argel, el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres, y la secretaria de la mujer de la capital, Ingrid Gómez, son prueba viviente de ello. Esta es su versión de la historia.

La clave: luchar por la educación

El jefe de gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres, junto a Argel Concheiro narrando la historia del Consejo Estudiantil Universitario. Foto: Especial.

Según los tres ponentes, el periodo del CEU inicia en 1986 y se extiende hasta el 99, cuando emerge el Consejo General de Huelga (CGH) y rompe con la hegemonía que mantenía el CEU dentro del movimiento estudiantil de la UNAM.

«El CEU se convierte en una corriente dentro del CGH», recuerda Martí Batres, quien durante las épocas del CEU era estudiante en la facultad de Derecho de la UNAM.

Batres, ahora Jefe de Gobierno, recuerda algunos episodios que diferenciaron la política del CEU con las del movimiento del 68 y sus predecesores, el CGH.

La diferencia más puntual, explica Batres, fue que el CEU partía de una demanda concreta, «no ideologizante», que era la lucha por la educación gratuita en la educación media superior y superior; es decir: la defensa del artículo tercero constitucional.

«El discurso del CEU, y la legitimidad jurídica a la que apelaba, embonaba perfectamente bien con la realidad del país y con lo que establecía la Constitución. Esa reivindicación le dio mucha fuerza, porque parecía mirar hacia atrás, pero al mismo tiempo se estaba creando algo nuevo: la conciencia de que la educación media superior y superior pública también tenían que ser gratuitas. Esa reivindicación tan elemental generó la simpatía de muchos sectores en la Universidad».

El debate por el triunfo

El camino y discusiones al interior del CEU, reflexiona Martí Batres, no fueron fáciles. Esto, porque al interior del movimiento hubo muchas corrientes que apelaban a distintos métodos de lucha que apostaban al todo o nada.

«Primero fue la gran movilización social. Luego los diálogos públicos en los que no se esperaba que los estudiantes triunfaran, y triunfaron, lo cual amplió su radio de influencia y de apoyo social. Después vino una breve huelga de no más de tres semanas, y después el Congreso Universitario», recuerda Batres.

Los episodios que narra el hoy Jefe de Gobierno comenzaron en 1986, cuando el entonces rector de la UNAM, Jorge Carpizo, promovió una serie de reformas que eliminaban el pase gratuito a la Universidad y elevaba las cuotas de inscripción e ingreso.

A partir de ese momento el CEU comenzó a organizarse, definir representaciones, y movilizarse masivamente en la capital del país. Estas movilizaciones derivaron en una huelga general en 1987, la cual forzó a las autoridades universitarias a suspender la aplicación de las reformas y convocar a una serie de diálogos entre la comunidad universitaria.

«Eso constituye una victoria del movimiento que en aquél momento implicó un debate, porque hubo una parte del movimiento que decía que no se había ganado nada, pues no se habían derogado las reformas, sólo se habían suspendido, y eso dejaba la puerta abierta q que las autoridades trataran de aplicarlas nuevamente. Esa posición estaba a favor de prolongar la huelga hasta que expresamente la autoridad dijera que estaban derogadas las reformas. Ahí hubo una discusión de sutilezas profundas, pero al final el movimiento decidió que había triunfado al suspenderse las reformas».

Un ejercicio de construcción política

A partir de ahí, las actividades del CEU, asegura Batres, se convirtieron en actividades intelectuales: hacer foros, seminarios y discusiones para crear el proyecto de universidad que deseaban los estudiantes.

Todo esto se sintetizó en el Congreso Universitario de 1990, cuando las autoridades universitarias se vieron obligadas a aceptar representantes estudiantiles (electos a través del voto) para discutir el proyecto de Universidad.

La táctica no fue aceptada por todos los miembros del CEU, pero al final se logró instalar el Congreso Universitario que garantizó la continuidad del pase automático y el acceso casi gratuito a la UNAM. Sin embargo, atrás quedó la tan ahledada reforma universitaria, que hoy en día es una de las demandas centrales al interior de la Universidad.

«Estamos hablando que el CEU fue un ejercicio de construcción política. No fue pura protesta y movilización, que eso claro que fue importante. Pero el CEU fue victoria en los diálogos, construcción de un puente hacia adelante con propuestas como el Congreso, fue participación electoral y demostrar que hubo capacidad para ganar la calle y para ganar las urnas».

Semillero del PRD

Ingrid Gómez y Martí Batres coinciden en que, tras el rompimiento de Cuauhtémoc Cárdenas con el PRI, el CEU decidió sumarse a la Corriente Democrática que, con el paso de los años, se convertiría en el Partido de la Revolución Democrática.

Gómez recuerda este episodio:

«El CEU tuvo una relación de facto con el cardenismo. Fue una relación que se cuestionó y se discutió, pero que terminó en la adherencia al cardenismo. Yo voté por primera vez en el 88 , y evidentemente voté por Cuauhtémoc Cárdenas. Estábamos ejerciendo nuestro derecho a participar políticamente en en este en este país, y eso hay que reconocerlo».

abonando a esto, Martí Batres añade que, este momento de adhesión enlazó al CEU con la coyuntura nacional, lo cual fue fundamental para la trascendencia de los cuadros políticos que ahí se formaron.

«El CEU, que estaba dentro de la UNAM como un movimiento universitario, decidió enlazarse al proceso nacional. Esto le dió una dimensión especial. Constituyó una alianza muy importante entre lo que representaba el Ingeniero Cárdenas, histórica y políticamente en ese momento, y el movimiento estudiantil. El CEU fue una construcción política muy compleja. No solo fue un movimiento de protesta, y a eso se debe también que muchos cuadros del CEU ahora anden por todos lados», reflexiona Martí Batres.

Un ejemplo de esta trascendencia es él mismo, su hermana, Lenia Batres, Ingrid Gómez, Carlos Imaz, y la ahora candidata a la presidencia: Claudia Sheinbaum.

«Este es el mejor homenaje a los 38 años del CEU, pues ahí está materializada una lucha política histórica que quedó plasmada en el proyecto nacional que estamos haciendo realidad ahora con Andrés Manuel López Obrador como presidente de México, y que esperamos que siga con la continuidad de este proceso de transformación».

Para los cuadros que ahora relevarán a los fundadores de la Corriente Democrática en el PRI, este es el momento de prolongar la lucha que iniciaron desde el CEU. La historia puede tener muchos matices y versiones. Ésta, sin embargo, es la que cuentan los políticos de la hoy autodenominada Cuarta Transformación.

Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.