‘¡Vivos se los llevaron!’: combatir el olvido desde el cómic

6 diciembre, 2019

La desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y su impacto en sus familias fue retomada en el formato de cómic. La intención de las autoras es lograr una lectura ligera y un impacto profundo en torno a una de las tragedias más impactantes del México contemporáneo

Texto: Vania Pigeonutt

Fotos: María Ruiz

La novela gráfica Vivos se los llevaron. Buscando a los 43 de Ayotzinapa comenzó como una epifanía. Una revelación en la cabeza de la autora y directora general del proyecto, Andalusia Knoll Soloff. Habían pasado sólo unos meses de la tragedia más impactante de la historia contemporánea en México: la desaparición forzada de los estudiantes de Ayotzinapa. Ella como periodista multimedia dijo: es hora de una novela en cómic, un formato aún no explorado en el país.

Este libro ilustrado narra la búsqueda inacabada de las madres y padres de Ayotzinapa para encontrar a sus hijos desaparecidos. Se centra en los hechos ocurridos durante el 26 de septiembre del 2014 en Iguala, la noche donde fueron desaparecidos los 43 normalistas de Ayotzinapa y asesinados otros tres. Además otras tres personas, donde participaron fuerzas del Estado, integrantes del crimen organizado y tuvo la vigilancia del Ejército, hasta el 27 de septiembre del 2014, un año un día después de la tragedia.

La obra, publicada por el sello PLAN B de Penguin Random House, vio la luz a los cinco años de la tragedia y para sus autores, Knoll, Marco Parra y Anahí H. Galaviz, lo más importante es no olvidar. Que la gente a través de este recorrido de casi 200 páginas sopese en los dibujos el fenómeno tan drástico que es la desaparición forzada en México.

Su apuesta es un conjuro contra el olvido y un ejercicio constante de memoria, que, desde el periodismo es una exigencia misma de justicia para las familias y los estudiantes.En el estudio donde durante cuatro años y medio trabajó el equipo creativo, conformado por un grupo de ilustradores, investigadores, diseñadores y editores, están los dibujos de Marco sobre una mesa, en las paredes más bocetos y una línea en dibujos de la tragedia a cinco años. Andalusia muestra paso por paso el proceso de una novela que fue inspirada por sus 20 años como amante de este género que conoció en Estados Unidos, de donde es originaria.

Están María  de Jesús Tlatempa y Margarito Guerrero, padres de José Eduardo Bartolo Tlatempa y Jhosivani Guerrero, dos de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, y los principales personajes de este libro. El proceso de creación de cada línea de los rostros de los protagonistas, sus diálogos durante el tiempo y un conjunto creativo entre voz y dibujo.

Exigencias y protestas. En las páginas vienen los momentos más álgidos del movimiento que quemó edificios, carros, lanzó bombas caseras para gritar: ¡Nos faltan 43!

Andalusia dice que leyó un tuit de una novela gráfica en África. “Me quería levantar de la mesa, fue la epifanía más grande de mi vida y yo dije: ‘tengo que hacer una novela gráfica’. Estaba en la ciudad, estaba en la clase de investigación de Alejandra Xanic. Yo pertenecía a un colectivo de arte, y a través de personas que conocían del mundo gráfico, empecé a buscar alguien. Primero conocí a Xavier Corro, el primer ilusrtrador y empezamos a trabajar en este proyecto”.

En estas páginas se muestra cómo el caso Ayotzinapa representa la fallida “guerra contra el narcotráfico”, la batalla en defensa de la educación pública y la lucha de los estudiantes de escasos recursos por construir un país en donde ellos cuenten. 

A través de los testimonios de los estudiantes sobrevivientes, los padres que buscan a sus hijos y periodistas que reportan sobre el caso, Vivos se los llevaron narra gráficamente el ataque en Iguala. La realidad superó la ficción y los padres se convirtieron en superhéroes. Su superpoder: la matapatía, que según explica la autora, es una lucha eterna contra la apatía nacional, que llevó a decenas de agrupaciones de desaparecidos a despertar y perder el miedo para buscar a los suyos.

“El cómic tiene la gran posibilidad de llegar a muchas audiencias que un libro denso sobre un hecho histórico no llegará y que con el dibujo, tanto la foto como el documental, de lo cual yo soy periodista multimedia audiovisual, videógrafa, tengo este lente visual, siento que puedes expresar muchas más emociones que no  puedes con palabras”, dice.

Dice que hay cosas que son una constante en la lucha de Ayotzinapa; por ejemplo, las madres y los padres siempre traen las mantas de sus hijos. “En un libro escrito, será muy repetitivo en palabras estar diciendo trae la manta de su hijo, trae la playera de su hijo. En una novela gráfica puedes capturar la esencia de que sus hijos siempre están presentes a través de su playera, o de su manta porque es una imagen visual que es constante en un libro”.

Sus influencias 

“Yo he sido fan de la novela gráfica desde hace 20 años. He leído los libros de Joe Sacco, que es sobre Palestina, sobre la guerra en los volcanes, a través de la novela gráfica de Joe Sacco, aprendí el poder de las imágenes. Hay un libro, Maus, de un autor cuyos padres fueron sobrevivientes de los campos de concentración del holocausto, pero lo dibujó todo en ratones. Él puede expresar mucho no sólo cómo fue para sus padres vivir en los campos de concentración, sino también cómo ellos intentaron reconstruir sus vidas”.

Maus, una de sus mayores inspiraciones, es un relato de un superviviente. Y es también una novela gráfica completada en 1991 por el historietista estadounidense Art Spiegelman. Es un cómic alternativo serializado desde 1980 hasta 1991 en la revista Raw.“Creo que eso también es un poco lo que hice en la novela gráfica que hubo un ataque, como que muchos libros ya enfocaron eso. Mi libro se enfocó en que hubo un ataque, y qué pasa con las familias después de ese ataque, qué pasa con los sobrevivientes después de ese ataque, cómo viven día a día esta desgracia y esta lucha”, resume.

Los autores

Anahí H. Galaviz, de 29 años de edad, considera que la novela gráfica periodística es un género.

«Las imágenes tienen el poder de impactar de una manera más distinta en el cerebro, mucho más impresa en tu imaginario que un texto.

Entonces, la posibilidad que te puede dar narrar una historia como la de Ayotzinapa a partir de imágenes es que abres el público: no necesitas saber leer para de pronto entenderlo”.

Para ella fue un logro que después de casi cinco años hayan conformado un equipo que pudo continuar con el proyecto sin tener dinero. Desde el inicio decidieron no recibir apoyos de ninguna institución pública, porque para ellos el caso es un crimen de Estado.

En el caso de Anahí, hubo días en los que entintaba las ilustraciones de Marco, al tiempo que cuidaba a su papá en el hospital.“La lectura se vuelve ligera por un lado, pero también se vuelve profunda.  Es más fácil echarte un cómic, pero es mucho más profundo lo que puede llegar al inconsciente colectivo”.

Después de casi cinco años, señalan las autoras, fue doloroso ver cómo continuaba la misma resolución del gobierno. 

“Yo llegué por el primer ilustrador, Xavier Corro. Dibujaba con él. Nos chutábamos un capítulo él un capítulo yo. Estuvimos un rato así porque no teníamos tanta experiencia en la novela gráfica. Hicimos muchos bocetos. Yo me fui a vivir tres meses a Europa, llevé este primer capítulo. Nos quedamos un poco atascados, decidí entrar desde la gestión, armando una carpeta con todo el proyecto”, cuenta.

Hubo días y días de frustración, con muchas cosas en contra, , sobre todo la parte económica, que en su mayoría fue financiada por Knoll.

Financió su novela con la venta de mezcal. Dio talleres sobre cómic y trabajó como periodista independiente en televisoras internacionales, lo que le permitió pagarle honorarios a los ilustradores.

“Cada que leí quién era cada uno de los desaparecidos, que conocí a los papás, que los veía hablar o que veía a los sobrevivientes era doloroso, frustrante. Por este proyecto puedo tener una sensibilidad más grande hacia los conflictos sociales y políticos, y dejar de ser ajena. En México tendemos a sentirnos ajenos hasta que nos pasa directamente. Y creo que ahorita no necesito vivirlo directamente, lo viví pero a través del dibujo; me enseñó a tener más consciencia social y política y nos ser indiferente de este tipo de casos. No normalizar, conmoverme”, resumen Anahí

Padres superhéroes

Andalusia defiende la idea de que los padres son superhéroes sin capa. “No porque no tienen capa dejan de serlo, ellos tienen el poder de la  matapatía, un término que inventé y es luchar contra la falta de empatía, contra la apatía de ver el sufrimiento de otros. Tuvieron el valor de desafiar lo que dijo el gobierno y superar el miedo y buscar en Guerrero”.

Pero también buscaron por todo el país, “en los anales del olvido, en las fosas, donde no querían buscar, buscando casa por casa, colgando mantas de búsqueda y no sólo haciendo eso para ellos, también uniendo fuerzas con otros familiares en Guerrero y otras partes del país; incluso, Argentina, Brasil, partes de Europa, donde también hay personas con familiares desaparecidos; muchos no  tenían el valor de buscar a sus familiares antes de lo que pasó en Ayotzinapa”.Marco Parra es un narrador gráfico de 23 años de edad. Para él el mayor aprendizaje es desde lo creativo. Nunca hará un proyecto, dice, que no tenga responsabilidad y compromiso social. Que la gente conecte con este tipo de tragedias y se sensibilice de que a cualquiera le puede pasar.

Marco tenía la misma edad que los 43 desaparecidos cuando los dejaron de ver sus papás, 18 años de edad. Él tiene una propia tragedia familiar: su hermano murió en un accidente automovilístico por la negligencia de una persona de la que no conoce el rostro.

Comparte con las familias la frustración de no conocer al responsable de la muerte de su hermano, en este caso a ellos les hacen falta sus 43 hijos, primos, hermanos, papás, sobrinos.

“Los que nos dedicamos a hacer ese tipo de trabajo tenemos que ser conscientes de la intención que queremos transmitirle al lector, al espectador en general. Puede ser cualquier cosa, puede ser un artículo, una composición por escrito. Es importante tener claro y a partir de esta claridad poder trabajar qué tanto queremos decirle, cuál es lo más importante de nuestra obra al espectador”.

Marco dice que ahora siente una gran responsabilidad y no puede hacer como que no suceden estas tragedias. 

“Hay quienes piensan que la ignorancia es un lugar en donde te sientes feliz, pero no sé si valga la pena”.

Vivos se los llevaron se construyó a partir de 60 entrevistas exclusivas realizadas por la periodista Andalusia K. Soloff, autora del libro. Los diálogos ocurrieron en los hogares de los 43, en las autopistas desoladas de Guerrero, al interior de los salones de clase en Ayotzinapa y en las marchas en la Ciudad de México y Nueva York.

“Aprendí mucho de los estudiantes, de las familias, que nunca se han rendido. La primera cosa que pasó con Ernesto Guerrero, otro protagonista de la historia, fue que su mamá lo quería sacar de la escuela y él dijo que no. Entonces cuando me preguntan por qué sigo cubriendo esto, digo: si ellos no van a dejar, ¿por qué yo sí? Por un lado las víctimas no tienen el privilegio de dejarlo, podría volverme traductora de español a inglés, yo siento que cuando vives tan cerca no podría darle la espalda y ser indiferente”.

Durante la primera presentación con los protagonistas, María de Jesús Tlatempa, madre de José Eduardo Bartolo Tlatempa, narró lo difícil que ha sido para los padres continuar con la lucha. Contra los intentos sobre todo del gobierno de abandonarla, de exigirles que ya no exijan justicia.

«Seguimos llorando los padres y madres, a más de cinco años, esperando una respuesta concreta. Nos sentimos con esperanza y con fe de que vamos a encontrar a nuestros hijos”.

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