The fuckery

21 agosto, 2020

«Son nuestros tesoros», así llaman las mujeres de Seggri a los hombres. Los hombres son mimados de niños, llevan el cabello largo y las ropas más vistosas. Trabajarán en dos lugares: las cogederías y los juegos brutales.

Lydiette Carrión

La escritora Úrsula K. Leguin creó un universo completo de planetas habitados por humanos que fueron dejando colonias y experimentos sobre sí mismos a lo largo y ancho del espacio. Estas colonias de homosapiens se desarrollaron y evolucionarios de manera independiente unas de otras, hasta que surge un esfuerzo “ecuménico” para coordinar y allanar abismos entre todos estos humanos.  

De este modo, en su universo de ciencia ficción, hay humanos chaparritos y con pelambre verde; viven en un mundo de bosques profundos  y construyeron una comunidad donde el soñar es considerado una de las actividades más importantes. Antes de entrar en contacto con terrícolas ni siquiera se imaginaban matando a una persona.

También hay otros planetas, poblados de humanos altos, delgados, con ojos completamente negros (sin blanco alguno), que no han abolido la esclavitud, y cuyas mujeres viven confinadas en el terreno de lo privado. Sin salir jamás de casa. Está el mundo en el que el sexo es fluido y cada persona puede decidir procrear como hombre o como mujer, aunque el resto del tiempo es una sociedad muy poco interesada en la el placer sexual.  Y también está el planeta Seggri, donde estos antepasados semidioses (humanos) que poblaron los planetas,  jugaron con la programación genética para que existiera un insalvable desbalance entre la población de hombres y mujeres. Los hombres en Seggri son muy escasos: uno por cada 20 mujeres aproximadamente.

«Son nuestros tesoros», así llaman las mujeres de Seggri a los hombres. Los hombres son mimados de niños, llevan el cabello largo y las ropas más vistosas.

Cuando cumplen 11 años deben dejar el seno familiar y vivir en unos castillos, donde se dedicarán a competir entre ellos. Cosas de hombres. Así son los hombres, y así son lindos. «Tesoros” mimados de las mujeres: que se ocupan de ser bellos, y campeones, y bailar bien. Se considera que su temperamento es volátil, no apto para el estudio ni la ingeniería, ni las letras ni el arte. No van a la escuela, no reciben educación, no tienen derecho a formar una familia. Su aportación a la sociedad es participar en juegos para probar su masculinidad y trabajar en las “cogederías”.

Fuckerys

Las cogederías son unos establecimientos a los que asisten las mujeres. Cuando sólo quieren tener sexo con un hombre, pagan un precio más o menos bajo. Cuando quieren embarazarse, eligen a algún campeón de los juegos, y deben pagar bastante más. 

Para las mujeres, no está bien visto enamorarse de un hombre. Porque eso no llevará a ningún lado. Los hombres son considerados demasiado emocionales y poco cerebrales. Sus cualidades y capacidades son las de “lucir hermosos”, jugar, bailar, cumplir su obligación con las mujeres.

Esta historia fue difícil de leer. De alguna manera me enfermaba; me parecía atroz. Expresarse de un hombre con los mismos comentarios que se hace de las mujeres aquí, en la Tierra, y en la no ficción parece generar un corto circuito en la irracionalidad. Al atribuir una serie de cualidades “femeninas” a los hombres, imprime en el lector el verdadero horror de la construcción de género aquí, entre humanos terrícolas. 

Pero Leguin es incapaz de dejarnos en el horror. En toda su narrativa está siempre la compasión. A aterrizar suavemente al lector y dejar ver que la especie humana es más que nuestras atrocidades. Los hombres dejan los castillos; algunos logran ir a la universidad. Inicia un largo proceso en camino a la equidad. Leguin es siempre esperanza y transformación.

¿Por qué nunca le dieron el Nóbel a Leguin?

Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).