¿Por qué debemos seguir escribiendo sobre el dolor?

22 enero, 2018

Brenda Navarro publicó su novela “Casas vacías” en la editorial Kaja Negra. Cuenta la historia de dos mujeres, de un hijo desaparecido, de una maternidad no concluida

Texto: Daniela Rea.

Fotos: César Palma y Lizbeth Hernández

Casas Vacías, la primera novela de Brenda Navarro, es el relato de una mujer que pierde a un hijo cuando se lo roban en un parque y a otra mujer que es capaz de todo por ser madre. Es una novela sumamente íntima, ubicada en un país precario –o más bien muy desigual- y de desaparecidos, pero no es -o no sólo- ese el dolor que refleja.

Durante las más de 150 páginas la novela duele e incomoda porque confronta con la forma de ser madre, con la vida íntima y violenta de una pareja, con la soledad y la sensación de desaparecer en un país de desaparecidos.

Por ejemplo:

 ¿Por qué lloramos cuando acabamos de nacer? Porque no debimos de haber venido a este mundo.

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Debí de ser huérfana, pensé, porque nadie debería de tener padres tan culeros.

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Ella y su estúpido hermano que me concibieron, maldita vieja imbécil que se dejó violar, pendejo, hijo de la chingada, el hijo de su puta madre que la violó, maldito sea, ¡maldito sea el cabrón desgraciado que hizo que yo estuviera en este mundo!

O acaso

Desaparecidos: ocultos, marchados, escondidos, desvanecidos, evaporados, faltos, deshechos, desintegrados, ausentes, disipados, eclipsados, evadidos, sin ánimo de comparecer ante nuestra propia existencia.

–¿Por qué seguir escribiendo sobre el dolor en un país que lleva sumido la última década en él y en el que hay la apariencia de haber escrito suficiente?

–Estamos hablando del dolor en cifras, 43 desaparecidos, 72 asesinados… Ya no sé las cifras de feminicidios, pero siempre son cifras. La economía feminista deja de ver los números y ve la manera en que esos números afectan la vida de las personas. Creo que es necesario escribir sobre el dolor para dialogar. Cuando escribes, empatizas con esas emociones.

La novela fue presentada en el Centro de Cultura Digital de la Ciudad de México por las poetas Sara Uribe, Odette Alonso y el escritor Yuri Herrera, el pasado viernes 12 de enero.  En la presentación de la novela Brenda explicó:

“Nos está doliendo todo, nos están doliendo los bajos salarios… Las noticias cuentan hechos terribles que no logran explicar. Pienso que Svetlana (Alexievich) agarra al lector y lo pone de frente con lo que fue vivir eso. Yo creo que cuando empecemos a hablar de estos acontecimientos políticos como acontecimientos personales, entenderemos mejor lo privado, lo no nombrado”.

Brenda logra hacer un relato del dolor evitando “el amarillismo” y para hacerlo, explicó en la presentación de la novela, intentó escribir respondiendo cómo se siente en el cuerpo una palabra, cada palabra escrita.

–A pesar de todo el dolor y la incomodidad, en la novela hay espacios, pequeños, apenas luminosos, que no sé cómo llamar, pero algo como, reaccionar al otro, como ganas de estar “bien”. Pienso en esta escena de la fiesta de Leonel.

Pero no vino. Me dejó con la casa llena de globos, con Leonel vestidito de marinero, con el pastel de diez kilos que había hecho la noche anterior mientras él seguro festejaba el año nuevo, las gelatinas de colores, las serpentinas colgando del techo. Nos quedamos solos mi hijo y yo, Leonel metiéndose los globos en la boca, todo entretenido, como si fuera feliz, yo limpiándome las lágrimas que se me escurrían solas. Así estaba iniciando el año: como con la esperanza de que aquella tarde no me hubiera dado el arrebato de abrir la sombrilla roja y pasar como si nada por el parque y llevarme al niño más bonito que había visto en la vida.

–Creo que no hay personas buenas ni malas. Siempre he pensado que generalmente las personas actuamos por sentimientos que creemos buenos. Actuamos porque hay una intención que nos parece buena, al menos en un primer momento. Lo que para uno es bueno, para otro puede ser malo. Y entonces pienso ¿cómo hacemos para que nuestras acciones no afecten de manera negativa en el otro? Pues dialogando. A eso apuesto.

–A pesar de todo el dolor y la incomodidad, también hay espacios de cuidado. Hay una hija (adoptiva) limpiando las lágrimas de la madre (adoptiva), a pesar de que ésta la rechaza, por ejemplo. Hay una mujer intentando hacer una familia porque quiere saber qué se siente pertenecer a una, qué se siente el amor.

Nagore me abrazó y puso mi cara entre su pecho y yo la abracé muy fuerte y seguí llorando y ella empezó a acariciarme el cabello y a darme besos en la cabeza y yo bajito le decía pégame, pégame, pégame… Pero Nagore sólo me abrazaba y me hacía shhh, shhh, como cuando ella dormía a Daniel y lo mecía y lo calmaba y lo dejaba dormido y yo seguí abrazándola y quise dormir porque yo no quería saber que ella había crecido y se estaba yendo..

–Las mujeres siempre estamos haciendo cosas, sosteniéndonos, cuidándonos, pero no lo sabemos porque no lo platicamos. No reconocemos que estamos cuidándonos.  ¿Quiénes son las que están haciendo cosas por los desaparecidos? Las mujeres. ¿Quiénes pelean por recursos naturales? Las mujeres. ¿Quiénes luchan por sacar a sus hijos de la cárcel? Las mujeres. Tenemos que voltear a ver que estamos en un momento en que somos las mujeres que estamos sosteniendo la red social, el tejido social y aun así nos están matando. Estamos en un momento de autodestrucción muy fuerte. No estamos siendo conscientes que nos estamos autodestruyendo como sociedad. Lo voy a explicar de la siguiente manera: hay petróleo, están viviendo de él y hay un estado que sostiene un poco las cosas y aún así dice vendamos el petróleo; el petróleo seríamos las mujeres. Nos están vendiendo, nos están matando, se van a quedar sin mujeres que sostengan esta sociedad y además las chicas están creciendo con miedos que nosotras no tuvimos. Yo no crecí pensando que me iban amatar si me subía a un taxi. Ni de desaparecer, ni morir en manos de alguien que se supone me quiere. Están matando a quienes están generando el tejido social.


En la presentación de la novela en el Centro de Cultura Digital, Brenda habló sobre la forma en que construyó dos voces cada una con una personalidad muy clara. Una de ellas, mujer de clase media que nunca quiso ser madre (al menos se lo cuestiona constantemente) y aun así parió a un hijo que es desaparecido. La otra, una mujer de clase baja cuyo mayor sueño en la vida es ser madre porque quiere saber lo que es el amor, la familia, pues nunca lo tuvo.

…todos incluidos, parloteaban y se oían a sí mismos mientras nosotras mirábamos confundidas e impávidas, porque eso era lo que había que hacer: ser las casas vacías para albergar la vida o la muerte, pero al fin y al cabo, vacías.

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Con lo que no podía vivir era sin ser madre. ¿Que por qué la aferración? Pues porque sí, ¿qué tiene de malo querer ser madre, qué tiene de malo querer dar amor? Yo quería educar una niña que fuera distinta a mí, a mi madre, a la madre de Rafael, a mis primas. Una mujercita distinta que no se dejara de nadie pero que fuera amorosa, ¿por qué eso podía ser malo?

–La novela no discute sobre el ser madre o no serlo. Sino en cómo se vive la maternidad.

–La discusión es que quienes son madres, cómo lo van a vivir.  La discusión es, en voz de una de las mujeres, a qué me estoy enfrentando cuando ya soy madre y porque decidí ser madre y no tuve el valor y decir no, incluso a mí misma. Y la otra chica se plantea todo el tiempo qué será tener un hogar, qué pasa cuando hay gente que se quiere.  La primera voz dice parece que empezamos a ser adultas y lo que queremos es regresar a nuestra propia casa, a la casa; estamos buscando al amor para nunca ejercer la libertad. La otra voz es más empoderada y fuerte, ella dice yo quiero tener una vida, si tiene que ser con este tarado de Rafael, bueno, pues quiero tener una hija y cuando él le dice no lo voy a hacer, ella lo hace.

–¿Qué significó para ti escribir sobre estas complejidades de la maternidad siendo madre de dos mujeres?

–Creo que todas esas cosas que parecen terribles, que pensamos cuando estamos ante los hijos, que no siempre vocalizamos, todas estas cosas que parecen malas, pues me ayudó mucho verterlo ahí. Me ayudó a sentir que estaba haciendo algo mío, que no tenía nada que ver con mi familia, mi pareja ni nadie, que era una cosa que yo quería hacer. No me gusta la palabra, pero me “empoderaba” escribir, escribir una novela mía, que me mueve, que me motiva.

Casas vacías es la primera novela de Brenda Navarro, que actualmente cursa el máster de Estudios de Mujeres, Género y Ciudadanía por la Universidad de Barcelona. Brenda es socióloga y se especializó en economía y género. Quizá por eso tiene una claridad y preocupación personal sobre el hecho de que el estado de bienestar no exista más, y quizá por eso hay en la novela un constante detenerse en la precarización de la vida, en la falta de redes de contención y cuidado, por ejemplo:

Estaba sola, sin lazos cercanos que pudieran amarrarme a la seguridad de poder equivocarme.

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Poco a poco empecé a resignarme a esa clase de belleza y también al hecho de que yo no iba a ser madre de nadie, que nomás iba a ser la cuidadora de todos los hombres de mi vida.  Y es que cuidar también harta.

–Brenda, en este escenario de vida precaria, de necesidad de cuidado, de destrucción de las redes, de las mujeres. ¿Cuál es tu apuesta?

Asumiendo que el estado de bienestar no va a volver…

La foto que tomó Lizbeth Hernández por la marcha que se detonó por un feminicidio en Puebla, Lizbeth tomó la foto porque parece que un tipo que había violentado a una mujer estaba en Reforma, la chica lo dijo y las chicas se agarraron de la mano hasta llegar a la Delegación, iban todas agarradas de la mano. Es impactante cómo todas dijeron en ese momento la vamos a apoyar, nos vamos a agarrar de la mano, no lo vamos a dejar irse, nos vamos a percatar de que va a hacer su trabajo el Ministerio Público… a eso le apostaría. Nos agarramos de las manos y nos sentimos en comunidad y hacemos cosas que, eso no cambió el país, pero le cambió las cosas a esa chica y estoy segura que después de eso, ella no se sintió igual.

Segundo. Como no habrá estado de bienestar, tenemos que pensar cómo queremos morir. Qué va a pasar cuando yo sea vieja, no voy a tener pensión, estoy rentando, no voy a tener dónde vivir, tampoco quiero cargarles a mis hijas que me cuiden… está muy bien que políticamente hagamos cosas y exijamos que las pensiones y eso, pero en la vida real no habrá y tenemos que asumirlo, asumir que seremos pobres cuando seamos viejas y ver si nos vamos todas a una casa, o abajo del puente, pero todas.

Tercero. Educar a nuestras hijas bajo el que ni una cosa ni una cosa es mala, hay muchísimos matices, ni todo es bueno o malo, hay que aprender a lidiar, enfrentarnos al dolor, porque si no, no lo vamos a sanar. Por eso también hay que seguir hablando del dolor para que cuando estemos en este impasse de tranquilidad lo disfrutemos más, y aspirásemos a estar más en esos momentos de decir tenemos derecho a estos espacios.

Casas Vacías se puede descargar en este link y también se puede adquirir la versión impresa con Kaja Negra, la editorial. Kaja Negra es un proyecto periodístico que busca disentir, discutir, aportar y crear. Casas Vacías es la primera novela que publica.


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“Este trabajo forma parte del proyecto Pie de Página, realizado por la Red de Periodistas de a Pie. Conoce más del proyecto aquí: https://piedepagina.mx«.

Reportera. Autora del libro “Nadie les pidió perdón”; y coautora del libro La Tropa. Por qué mata un soldado”. Dirigió el documental “No sucumbió la eternidad”. Escribe sobre el impacto social de la violencia y los cuidados. Quería ser marinera.

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