Por las que ya no están: Mujeres trans en el 8M

5 marzo, 2022

El mostrar mi existencia, codo a codo, con quienes son atravesadas por violencias machistas, con otras mujeres, alejémonos de si cis o trans. Simplemente, mujeres. Invito a que ese andar purpúreo del 8M no camine sobre una diferencia corporal, genital, en la que nuestro arbitrio no tuvo siquiera la menor pizca de elección. Sobra citar a Beauvoir. La mujer no nace, se hace

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A Alana y Vanya, mis Femme Queens más allegadas.

El pasado 3 de marzo, durante la sesión del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se invalidó la exigencia de tener 18 años cumplidos para solicitar el levantamiento de una nueva acta de nacimiento para el reconocimiento de la identidad de género autopercibida de las personas trans. 

Esta decisión fue tomada por Ministras y Ministros por unanimidad de once votos. Además, durante la sesión, la Ministra Yasmín Esquivel Mossa aclaró que “en aras de promover un lenguaje inclusivo que impida cualquier trato discriminatorio… sustituiré algunas expresiones que se utilizan a lo largo del proyecto para matizarla con mayor propiedad”, entre las que se reemplazaron: “sexo que se identifica con una persona” por “identidad de género autopercibida”; “sujeto transexual” por “persona transgénero o persona trans”, entre otras frases apropiadamente modificadas.

Sin duda, un gran avance en la ciudad de Puebla; misma ciudad en la que a inicios del año pasado había una notoria inconformidad, violenta y empecinada, por parte de grupos feministas radicales trans-excluyentes, que rechazaban la aprobación de la Ley Agnes en ese estado —la Ley de Identidad de Género.

A propósito del 8M, me parece más que pertinente mencionar lo ilógico que pueden ser las marchas separatistas trans-excluyentes. Aquellas mujeres cis que impiden el paso a mujeres trans claramente apuestan por un feminismo reductivo, un feminismo que no entiende las circunstancias de las identidades de género no hegemónicas —particularmente ensañadas con las mujeres trans— y que se adscribe determinantemente a ciertas otras; un feminismo colonizado y no interseccional. Ese es uno de los tantos feminismos: el trans-excluyente.

Las mujeres trans somos mujeres, le guste a quien le guste.

El género no se define por la biología; es mucho más complejo, intervienen factores psicosociales que van más allá de la genitalia. Las mujeres trans —opuesto a las teorías conspiratorias mencionadas por grupos y personas transodiantes— no pretendemos perjudicar —y mucho menos desaparecer— a las mujeres cis. Simplemente deseamos una vivencia tranquila, pacífica, llevadera, como la de cualquier otra persona cis, alejada de la discriminación por razón de género. Feliz.

Las mujeres trans tenemos todo el derecho de pisar el 8M, para coexistir en ese momento de mujeres al coro de consignas. La furia existe también de este lado.

Cuando el “lazo de seguridad” se antepone a una mujer trans para que no entre a la marcha feminista, resulta ser un lazo de fuego que está quemando/negando la existencia de otra mujer.

No confío en el feminismo trans-excluyente, y aunque hay feminismos que empatizan con los cuerpos trans —y afortunadamente no son pocas las feministas que se hermanan con nuestra lucha—, prefiero autonombrarme transfeminista, porque cada aspecto de mi vida lo veo a través de esta lente, la de una psique-existencia femenina, leída, casi siempre, como él, a pesar de que mis pronombres sean femeninos.

Recientemente, platicando con amigas trans y/o de género fluido, me reflejé en sus temores. Temo por el constante amedrentamiento de estos grupos TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminists). Ese espacio que se gesta en la marcha y se supone es seguro, se puede convertir en el espacio más inseguro para una mujer trans. Hay temor, sí, hay temor a estas mujeres TERF, que se han sumado a los violentadores. Así de incongruente es su actuar.

En fin, ese mismo miedo me hace desear estar presente en la marcha del 8M. No sólo para buscar ese reflejo que busco, de ser leída —y naturalmente aceptada— como ella, sino por las implicaciones que tiene el dar visibilización. Quiero marchar como protesta ante un país (trans)feminicida y constantemente punitivo y exigente con el género femenino; por el coraje que me da el haber concentrado tantos años de mi vida reflexionando en torno a una supuesta culpabilidad que debía sentir hacia mí, por ser una mujer disidente de la hegemonía genérica; por las marchas a las que se me ha negado la entrada deliberada e injustificadamente; por mis lágrimas drenadas; por mi resistencia; por el temblar de mis piernas por ese caminar nervioso al salir a plena luz del día con tacones, con zapatillas de un cristal inquebrantable; por haber llegado a desear encajar en la cis-circunstancia; por las que vienen con contextos similares a los míos; por las que lucharon pero ya no están, o nos las arrebataron; por las que nacerán mañana.

El mostrar mi existencia, codo a codo, con quienes son atravesadas por violencias machistas, con otras mujeres, alejémonos de si cis o trans. Simplemente, mujeres. Invito a que ese andar purpúreo del 8M no camine sobre una diferencia corporal, genital, en la que nuestro arbitrio no tuvo siquiera la menor pizca de elección. Sobra citar a Beauvoir. La mujer no nace, se hace.

Y si no estamos las mujeres trans físicamente en el 8M, no es porque no existamos; es, o por el temor de ser física y psicológicamente agredidas, o porque nuestros trabajos lo impiden. O habrá quien simplemente no tiene interés. Y las tres son válidas.

Por último, a manera de reflexión, comparto lo que me dijo Alana: “era un vato gay, cis, muy guapo; sé que mi belleza como mujer no es la belleza femenina estereotipada, pero los años más felices de mi vida han sido estos últimos dos, siendo ella”.

Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.