Pedagogía de la búsqueda de personas desaparecidas

10 febrero, 2019

Texto e imágenes: Heriberto Paredes

De forma sistemática, los integrantes de la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas crean espacios para compartir conocimiento y tender puentes para apoyarse. El autor reflexiona sobre los aprendizajes obtenidos y transmitidos durante los años del caminar de las familias en la búsqueda de sus seres queridos

«Una montaña de huesos no significa nada, pero una montaña de huesos con nombres sí. Devolverles su ser a los muertos permanece como posibilidad, incluso ahora. Y quizás sea la única forma de contrarrestar la violencia sutil de la burocratización de la destrucción».
Marina Azahua, Retrato involuntario. El acto fotográfico como forma de violencia

“¡Tú lo dijiste: esto es una escuela!”, gritó Alex, un solidario de Guerrero, frente a buena parte de quienes integraron la Cuarta Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas (4BNB). Era la última noche bajo el mismo techo y quienes encabezaron este esfuerzo consideraron pertinente escuchar a todos los que quisieran expresarse.

Algunos dijeron en palabras sencillas lo importante de esta brigada mientras el resto coincidía, desde un silencio a veces fragmentado por el llanto de la emoción. También hubo quien cantó. Era una sensación parecida a cuando los integrantes de una familia toman caminos distintos, pero mantienen lazos y puentes firmes. Esta despedida es también parte de la naturaleza de la búsqueda.

El último día hubo un positivo –el hallazgo de un cuerpo- por parte de uno de los equipos de búsqueda, el resto tuvimos que regresar con la incertidumbre de no traer resultados. “Aunque no hayamos encontrado a nadie, ya por lo menos peinamos este terreno que nos tocó y esa información servirá”, me dijo don David Mercado, originario de Poza Rica, Veracruz, de camino a Huitzuco. En su rostro, marcado por las líneas de la vida y el dolor de no encontrar a su hermano, también había luz. La conciencia de saber algo más.

Esta brigada no sólo fue la cuarta de una serie a la que no se le ve fin. En este caminar y buscar destacó el carácter pedagógico, en una situación tan compleja y dolorosa como buscar a personas desaparecidas en un contexto sumamente adverso.

Don Glady Cabañas, busca a su padre, Raúl Cabañas, primo del profesor Lucio Cabañas. Inicio de una jornada de búsqueda.
Uno de los grupos el último día de trabajo en terreno de la Cuarta Brigada Nacional de Búsqueda.

Buscando nos encontramos

Gracias a la Guía del Buen Brigadista, un material elaborado por personas solidarias y por las familias, hubo un recordatorio fundamental: la 4BNB no pretende criminalizar ni juzgar, sino encontrar a las personas desaparecidas y aportar en la reconstrucción del tejido social. La brigada mantuvo su objetivo esencial y buscó crear comunidad, al interior y en los lugares en donde intervenía.

Así como sucede en una vertiente crítica de la educación en América Latina, esta brigada crea y recrea espacios para compartir saberes y experiencias, permite tender puentes entre personas que de otra manera tendrían dificultad para apoyarse. No se trata de algo que no haya ocurrido en las otras brigadas y en las caravanas de búsqueda en vida, sin embargo, la diferencia fundamental es la sistematización constante del hecho.

La conciencia del carácter formativo de la praxis es sin duda una flecha que nos atraviesa, más si se trata de la búsqueda de fosas clandestinas en donde están enterrados la verdad del país y los cuerpos de decenas de miles. Con el caminar de las familias por años, los aprendizajes se acomodan, se afinan y se transmiten, y los resultados aumentan.

Si en un principio, cuando la violencia organizada aumentó, las búsquedas eran temerosas e iban cargadas de incredulidad -¿cómo es posible que nosotros hagamos lo que debería hacer el gobierno?-, ahora existe una fuerza y un orgullo que hacen imparables a estas familias, mujeres y hombres que toman pico y pala, entran a reuniones con funcionarios o hacen huelgas de hambre: somos nosotras las que hemos buscado a nuestros hijos y sabemos cómo hacerlo, el gobierno sólo mira o nos da la espalda, son cómplices.

Buscando se han encontrado. Ellas y ellos han convertido la búsqueda en una formación de vida, en una lección ética y en una praxis que transforma.

Vicente Enríquez y su hija Lenit, originarios de Coatzacoalcos, Veracruz.

Te buscaré hasta encontrarte

En esta cobertura pude observar algunos lineamientos que dan cuerpo a esta pedagogía de la búsqueda; pero no se trata de una didáctica cerrada o de fórmulas que institucionalicen.

En varios momentos era un consenso lo que permitía tomar una decisión y, de manera simultánea, la participación de mujeres y hombres era lo suficientemente equitativa como para subrayarla; y en este sentido, los conocimientos sobre los tipos de terreno o lo que debe observarse para identificar un punto de excavación se pasaban de voz en voz, entre los más experimentados y quienes recién comenzaban.

“Allá en Veracruz nos ha tocado buscar de manera distinta, pero vamos compartiendo”, subraya don Vicente Enríquez, quien busca a su hijo Jhonith.

Quienes han pasado más años realizando búsquedas saben caminar y distinguir, desarrollan su instinto con la motivación de los hallazgos. En esta caravana sorprendió que hayan sido jóvenes los que encontraron la mayor parte de restos humanos, una suerte de relevo generacional asegurado. Yo mismo estuve aprendiendo a cada paso, varias personas me fueron guiando, para caminar y tomar las herramientas, para desarrollar el instinto de quien busca hasta encontrar a alguien.

Apunté en mi libreta de notas: no se trata de buscar a personas desaparecidas solamente, se trata que de dar nombre y rostro, identidad, a alguien que por diversas razones padeció este camino. Al dar identidad a aquellos que integran la muerte de una nación, la misma muerte deja de temerse y se puede (re)construir la vida. Las búsquedas, a su paso, dejan esperanza y motivación, y también dan datos para comprender qué ocurrió.

Dos líneas fundamentales atraviesan este proceso pedagógico. Por un lado, el carácter de tequio o faena que es en sí mismo el motor de las búsquedas, “estamos apoyando ahora –señala don David– a la gente de Guerrero para que luego ellos puedan venir a nuestro estado y ayudarnos a buscar”. Para todo mundo queda claro que si no hay un encuentro mutuo y una solidaridad de acero, la búsqueda es imposible: ya no busco sólo a mis familiares, también busco a los de ella, a los de él y ellos buscarán a los míos aunque yo no esté.

La segunda línea es el espíritu crítico frente los gobiernos que han aumentado la violencia, ya sea coludidos, como encubridores o totalmente absorbidos por organizaciones criminales. La gente no le cree a los servidores públicos, ya no sólo busca a su familiar, también batalla contra la burocracia e ineptitud de los funcionarios.

“Desgraciadamente nuestros gobernantes y nuestros legisladores se han preocupado por ellos mismos, han demostrado que no tienen capacidad para gobernar, pero sí para robar, para engañar, para mentirle a la gente, para eso está demostrado que tienen bastante capacidad”, me dijo don Alejandro, hermano de don David, mientras preparaba su maleta. “Si los gobiernos no quieren buscar, que no lo hagan, pero que no nos estorben”.

David Mercado tratando de detectar la presencia de cuerpos.
El rastreo de los buscadores abarca hasta terrenos pedregosos.

La búsqueda es un aula permanente

Las desapariciones no cesan en México, la estrategia de búsqueda presentada por el gobierno federal ha sido recibida con cautela. No se desestima la buena voluntad, pero las familias tienen mucha experiencia en el terreno y han extendido sus lazos a la concientización en escuelas y en comunidades de fe.

Ya no es sólo la exigencia de la presentación con vida de las personas desaparecidas, ahora se habla con los estudiantes y se genera una conciencia de comprensión y de solidaridad. Las y los jóvenes saben que están en el ojo del huracán de la violencia estructural y que es necesario parar esta espiral destructiva. “No se les dice qué hacer, se les comenta que a lo mejor el compañerito que ya no está sí quería estudiar y les explicamos qué fue lo que pasó, tratamos de hacer conciencia” asegura doña Mari Herrera, quien busca a cuatro de sus hijos.

Han sido –y cada día son más– las personas que pertenecen a iglesias y congregaciones religiosas las que han ofrecido hospedajes, enlaces, comidas, cantos y confort a las familias. La tradición de la iglesia crítica es el antecedente más cercano que sustenta tanta colaboración y tanta escucha.

“Este es un momento decisivo para la iglesia en Michoacán”, señaló Martín Cabezas Jáuregui, encargado de la Dimensión de Justicia, Paz, Reconciliación, Fe y Política de la Pastoral Social de Cáritas en Michoacán, quien en noviembre de 2018 tuvo un papel fundamental para consolidar el trabajo entre familias de desaparecidos y comunidades eclesiales en aquel estado.

Gracias a estos cambios la búsqueda es permanente, va del terreno a la secundaria de un pueblo remoto donde posiblemente haya fosas, o se traslada a oficinas gubernamentales para señalar las responsabilidades del Estado y luego regresa al terreno. En este constante ir y venir se pueden leer las necesidades y los avances, los errores y los aciertos.

“Nos faltan muchas herramientas, nos hacen falta palas, picos, varillas, martillos, marros, para poder seguir buscando y necesitamos que la gente participe más”, solicita don David.

Patio de una de las escuelas en donde intervino la brigada de búsqueda.
Mario Vergara, busca a su hermano Tommy, en Guerrero.

La terquedad de la esperanza

Paulo Freire, en compañía de mucha gente en lucha, planteó transformaciones en la concepción de la educación para volverla una herramienta de liberación y de construcción de una humanidad más justa y menos oprimida. Participó en movimientos políticos en América Latina y África, su palabra y sus ideas sirvieron de inspiración para que muchas personas se organizaran.

En nuestros días, la búsqueda de personas desaparecidas ha desarrollado –gracias a las familias y las personas solidarias– las capacidades más entrañables de la educación liberadora que Freire propuso a través del diálogo, de la escucha y de valores como la honestidad y la solidaridad. La búsqueda no es la transmisión vertical de conocimientos, es sobre todo la posibilidad de reencontrarse entre personas que no descansan en su lucha.

El proceso mediante el cual mujeres y hombres despejan la inmovilidad del dolor y lo convierten en el motor de una lucha es de aprendizaje, de compartición de saberes. La búsqueda les ha devuelto la palabra y la fuerza, ha vuelto tercas a las familias en su objetivo de encontrar a sus seres queridos, pero no para que regresen al mismo lugar, sino para que regresen a un país distinto, donde la violencia organizada no tenga sentido y no se trague a la gente como las máquinas consumen combustible.

Una virtud que tiene esta etapa de búsqueda es la conexión que ha hecho entre las desapariciones de la Guerra Sucia y las actuales. Es una virtud contraria de la narrativa estatal y que plantea una nueva forma de entender la violencia del Estado. Lo que hizo posible las desapariciones de militantes políticos en los años 70 es también lo que hace posible que decenas de miles de personas desaparezcan hoy. De ahí que compartir y buscar al lado de personas con más de 40 años de búsqueda es imprescindible.

Es de esta fuente de donde abreva la terquedad de la búsqueda y nos permite encontrarnos buscándonos y buscándoles.

La lucha es larga todavía, la búsqueda tiene muchas montañas y terrenos por delante, pero ahora es también un espacio en el que el camino se acorta y se reconfigura, en el que el aliento regresa; la búsqueda enseña a no detenerse, hace que personas como doña Mari o don Jorge se levanten todos los días y sostengan la mirada; la búsqueda de Mario y de Juan Carlos es la búsqueda de Óscar o de Elba, de Alma y de doña Tita.

Una muestra de la humildad de don David confirma mis sospechas pedagógicas dialógicas: “Ahora invitamos a las autoridades a que se nos unan para que juntos hagamos el trabajo. La mayoría tiene miedo pero sabemos que si callamos va a ser peor, así que a mí sí me gustaría que las autoridades se unieran a las brigadas para que aprendieran de nosotros y también nosotros de ellas”.

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“Este trabajo forma parte del proyecto Pie de Página, realizado por la Red de Periodistas de a Pie. Conoce más del proyecto aquí: https://piedepagina.mx«.

Fotógrafo y periodista independiente residente en México con conexiones en Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Cuba, Brasil, Haití y Estados Unidos.

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