«Mi oficio es ser puta”: María Clemente García Moreno

8 octubre, 2022

Haría más bien a les trabajadores sexuales gestionando la creación de empleos dignos y seguros, donde sus vidas no corran peligro, que subiendo videos de sus felaciones a su cuenta oficial. Antes que trabajadora sexual, es servidora pública.

@EvoletAceves

Una cosa es ser trans, y otra ser trabajadora sexual. Una cosa es ser diputada, y otra querer utilizar las vulnerabilidades propias como escudo para defenderse a sí misma.

La diputada morenista, María Clemente García Moreno, claramente quiso tomar ventaja de las acusaciones a las que se enfrentó tras difundir sus videos pornográficos en Twitter. García Moreno no los subió ni para favorecer a les trabajadores sexuales, ni a manera de protesta; los subió con propósitos individualistas —y remunerativos, explicó en entrevistas: “por eso me pagan”—, cuando su cuenta oficial debiera ser utilizada con propósitos públicos, para servir al pueblo, no a sus clientes.

Como cualquier otra persona, tiene la libertad de vivir su sexualidad como le plazca, eso nadie lo juzga. Coincido con ella en que, como su segunda fuente de empleo, tiene el derecho de continuar ejerciéndola, al igual que la empresaria Patricia Armendáriz o los abogados que tienen sus despachos, como ella ha mencionado. Sin embargo, Patricia Armendáriz tiene una cuenta como diputada y otra como empresaria, y lo mismo con muchas otras figuras públicas, incluso activistas trans —como Natalia Lane— que tienen una cuenta como activistas y otra cuenta como trabajadoras sexuales.

Gran parte de quienes seguimos en redes a la diputada García Moreno no estamos interesados en su trabajo sexual, sino en su trabajo como diputada, como la primera diputada trans en México. Ella argumenta que está en la libertad de hacer ejercicio de su trabajo fuera de la diputación. Y lo está, qué bueno que tenga dos fuentes de empleo. Ahora bien, querer obtener clientes desde su cuenta oficial de Twitter —de sus seguidores, digamos, políticos— es querer tomar ventaja de su diputación para propósitos personales, ajenos a su labor como diputada, como servidora pública.

No pretendo apoyar la falsa versión de la diputada Teresa Castell ni mucho menos al PAN, porque ahora resulta que la diputada panista ahora sí se preocupa por los derechos de las personas trans, sólo cuando se trata de criticar a Morena y a una mujer trans —sus objetivos preferidos cuando se trata de sobresalir. Simplemente pretendo poner las cartas sobre la mesa. Y ahora que saco a Castell a la conversación, García Moreno tuiteó, sobre el debate que tuvieron recientemente en Milenio: “Soy yo o…. @teresacastellmx está tan operada que la que parece #Trans es ella, yo me veo más natural. ¿No creen?”.

En fin… estereotipos y más estereotipos con María Clemente. He de decir que es decepcionante que refuerce los estereotipos sobre las mujeres trans.

El pasado seis de octubre se publicó en la gaceta parlamentaria su propuesta para aumentar disposiciones a la Ley Federal del Trabajo en materia de trabajo sexual, en la cual pinta el trabajo sexual como una fábula con final feliz. Hizo mención de la trata de personas escuetamente, sin haber claridad en el procedimiento, sin someter a consideración las medidas que se tomarán para identificar los casos de trata de personas, que desafortunadamente no son pocos al hablar de trabajo sexual.

Por otro lado, activistas protestaron porque en la gaceta se menciona que “Tanto las personas trabajadoras sexuales como las personas usuarias sexuales están obligadas mutuamente a evitar riesgos de contagio de enfermedades o infecciones durante la realización del trabajo sexual. El incumplimiento de esta disposición dará lugar a las responsabilidades civiles o penales en que cualquiera de las partes pueda incurrir”. La razón de la protesta fue el que esto significara una revictimización y criminalización de las personas seropositivas, dado que nadie tiene la obligación de dar a conocer su seropositividad, argumentan.

De acuerdo, nadie tiene la obligación de hacerlo porque debe haber una responsabilidad por parte de quienes tienen un encuentro sexual, pero entonces, ¿queda toda la responsabilidad sólo en el otro?, ¿dónde queda la responsabilidad de la persona seropositiva? Y no me refiero a quienes siguen su tratamiento antirretroviral y son indetectables y, por tanto, intransmisibles; sino a aquellas personas que no lo son y que sí pueden ser transmisores.

Yo no estoy en desacuerdo con este punto mencionado por María Clemente en la gaceta, la mutua protección puede lograr evitar contagios. Si bien, nadie está exento de la posibilidad de contraer una ETS, me parece una medida precautoria para que ejercer o hacer uso del servicio sexual, sea menos riesgoso. Y me refiero a todas las enfermedades a las que se expone cualquier persona con vida sexual activa.

El trabajo sexual es un asunto que, sin duda, debe abordarse desde la legislatura, pero también perfeccionarse; no armarlo en una semana a raíz de un escándalo.

Llevar la bandera de la mujer trans, morena, con VIH, racializada, no le da derecho a actuar como quiera, ni a ser vulgar, ni a utilizar sus redes sociales oficiales para beneficios personales. Antes que trabajadora sexual, es servidora pública. No digo que una diputada deba ser blanca, trajeada, bilingüe y católica; pero sí que ejerza su labor pública con la diplomacia suficiente como para no lanzar ofensas y respuestas ordinarias y soeces en sus redes sociales a cualquiera que disienta con ella —no queremos otra Lilly Téllez—, o para subir videos de sus felaciones a sus cuentas oficiales —tan fácil que es seguir el ejemplo de su citada Patricia Armendáriz y abrir otra cuenta para el contenido de su segundo ingreso— y, sobre todo, su deber como diputada es atender con seriedad y compromiso las demandas del pueblo.

No sólo es trabajadora sexual. Mientras ella goza de un sueldo fijo y de prestaciones por su diputación, allá afuera, bajo la lluvia y el frío, hay trabajadores sexuales —principalmente mujeres cis y trans— que merecen una diputada seria que se aleje del escándalo y que abogue por elles. Haría más bien a les trabajadores sexuales gestionando la creación de empleos dignos y seguros, donde sus vidas no corran peligro, que subiendo videos de sus felaciones a su cuenta oficial.

Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.