Israel: ¿un juicio urgente por genocidio?

6 enero, 2024

En 84 páginas, Sudáfrica –que sufrió en carne propia los estragos del apartheid– sintetiza 76 años de régimen de excepción, violación sistemática de derechos humanos y un continuum de castigos colectivos

Por Lydiette Carrión X: @lydicar

Hace unos días, Sudáfrica demandó por genocidio a Israel ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), el más antiguo tribunal de las Naciones Unidas, y aquel en el que se dirimen conflictos entre naciones. 

La CIJ es un tribunal que se fundó en 1946, cuando el mundo apenas salía de la devastación ocasionada por la Segunda Guerra Mundial. Ahí, Sudáfrica acusó que los ataques de Israel contra Gaza constituyen un genocidio y solicitó medidas urgentes para que Israel detenga sus operaciones en lo que se investiga; es decir, un cese al fuego inmediato  (lo que por supuesto no ha ocurrido).

El centro de la denuncia de Sudáfrica es el que sigue:

  • que los bombardeos contra población civil;
  • la destrucción de hospitales y refugios; el ataque directo contra personal médico, periodistas y trabajadores de la ONU; 
  • el desplazamiento forzado de 1.9 millones de personas…Y aquí está el hecho de que la mayoría de las víctímas son civiles, y casi la mitad son niños;
  • la destrucción deliberada de monumentos históricos, religiosos, edificios públicos (actualmente Gaza se ve de “un color diferente” desde el espacio, como advierte una nota de AFP);
  • así como las declaraciones de funcionarios, miembros del ejército israelí, y, por supuesto, de su primer ministro, permiten inferir que el Estado de Israel busca la destrucción física del pueblo palestino.

La denuncia de Sudáfrica es un documento que aglutina a su vez diversos informes. Destacan los reportes de la ONU sobre la situación en Gaza y el conflicto con Israel. Esto porque, advierte Sudáfrica a través de la revisión histórica que resulta ineludible calificar de genocidio lo que ocurre en Gaza.  Y hay que recordar que esta nación experimentó de primera mano los impactos de un apartheid.

Destaco algunos momentos relatados por la denuncia: 

En 2020, el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupada desde 1967 describió que el bloqueo de Israel sobre Gaza. Este bloqueó ocasionó que sus habitantes  dejaran de ser: 

“Una sociedad de bajos ingresos con vínculos de exportación modestos pero crecientes con la economía regional e internacional, para convertirse en un gueto empobrecido con una economía diezmada y un sistema de servicios sociales en colapso”.

Castigo colectivo

El ex secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, en su momento calificó  este bloqueo como un “castigo colectivo”. 

Aquí quiero detenerme de nuevo en este concepto:

La ley internacional humanitaria advierte que ninguna persona puede ser castigada por actos que él o ella no cometió. Es decir, los pecados del padre nunca los pagará el hijo.

Es un principio de humanidad y certeza básicas de la vida en sociedad. Y es este mismo principio el que garantiza, por ejemplo, que un hijo no sea procesado si uno de sus familiares ha cometido un delito. O que no sea acosado si un familiar o tiene una deuda impagable.

Es el mismo principio que permite que los descendientes de genocidas –que no tienen culpa alguna de lo que sus familiares hicieron– puedan vivir en libertad.

Es, de hecho, el mismo principio que garantiza que los descendientes de las personas que cometieron la llamada nabka hace 76 años en Palestina –desplazando a casi un millón de personas de sus hogares– no sean desplazadas a su vez. Los israelíes que viven en Israel en la actualidad no cometieron ese delito. No son culpables. Ellos ya nacieron ahí, por eso se debe reconocer el derecho de Israel a existir. Pero es  el mismo principio que Israel viola cada día cuando invade nuevos territorios; y cuando bombardea a niñas y niños, bajo la máxima de: “hay que matar terroristas”.  

Por su parte,  El Banco Mundial informó en 2021 que Gaza había atravesado un proceso de varias décadas de desdesarrollo y desindustrialización. Esto dio lugar a una tasa de desempleo del 45 por ciento y una tasa de pobreza del 60 por ciento. Antes del 7 de octubre,  el 80 por ciento de la población en Gaza era dependiente de algún tipo de asistencia internacional. Una situación terrible, debida en gran parte –no todo, también hay factores internos– al cierre hermético del acceso de Gaza al mundo exterior. 

Situación material insostenible

La denuncia describe una situación insostenible para la vida humana. Por ejemplo, el  acuífero costero, la única fuente natural de agua potable en Gaza, antes de la guerra ya había estaba contaminado. El acuífero no es apto para consumo humano, debido a contaminación marítima y  aguas residuales, aumentando los costos del agua para una población “ya indigente”.

Gaza tampoco era ni es soberana en materia de energía. Dependen de lo suministrado por Egipto e Israel. Antes del 7 de octubre, los palestinos vivían entre apagones continuos de entre 12 y 20 horas diarias. Esto hacía la vida cotidiana muy compleja y difícil. Tanto para estudiar, para el entretenimiento (otro derecho humano básico), para la producción de alimentos e insumos. 

Pero a eso hay que sumarle que  los últimos 13 años, Palestina e Israel sostuvieron cuatro guerras altamente asimétricas, explica la denuncia. 

De nuevo, detengámonos en esto de las  guerras asimétricas. 

Potencias militares

Global Firepower evalúa la capacidad armamentística de los Estados. Según este, Israel es la potencia militar número 18 del mundo. Además se encuentra respaldada por Estados Unidos, que es la potencia número uno (Rusia sería la segunda potencia mundial). 

Gaza no tiene propiamente un ejército formal, en cambio ahí se encuentra la milicia de Hamas y otros grupos armados.  Según diversos analistas, a las milicias de Hamas las financiaría Qatar, un país en el lugar 65 (aunque otros analistas, incluso al interior de la prensa israelí, sostienen que Israel también está detrás de Hamas).  

Otras notas sostienen que no es Israel (notas desde Israel mismo, de hecho), sino una facción del Estado de Israel, en la que se encuentra Netanyahu, que ha alentado la radicalización y supremacía de Hamas sobre la autoridad palestina. El periodista mexicano Témoris Grecko narró la misma situación durante su cobertura in situ en semanas pasadas). 

Pero volviendo a estas cuatro guerras asimétricas, éstas se efectuaron así: la potencia militar número 18 respaldada por la potencia militar número uno, contra milicias calificadas de medievales, por su corto alcance bélico (aunque sí han cometido actos terroristas y esto se debe reconocer y condenar). 

Todo esto infringió un  sufrimiento sin parangón a la infancia, que  fue reconocido por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en mayo de 2021, cuando declaró: 

“Si hay un infierno en la tierra, son las vidas de los niños en Gaza”.”

Los niños y niñas, cabe enfatizar, no son milicianos ni terroristas. Son niños. La mitad de las vidas destruidas, de las personas que han perdido miembros, de las que han quedado en orfandad, son niños. 

De acuerdo con la Unicef,  en las tres primeras semanas de este conflicto  murieron más niños palestinos (un total de 3 mil 195) en Gaza, que el número total de niños asesinados cada año en todas las  zonas de conflicto del mundo desde 2019.Por ello es que el vocero de la Unicef calificó lo que ocurre en Gaza como una “guerra contra la infancia”.

En otras palabras y en resumen, subraya esta denuncia de 84 páginas:

La situación en Gaza previo a los ataques perpetrados por Hamas y otros grupos armados contra población israelí, ya era desesperada. Esto, en parte significativa, por la política de Israel contra el pueblo palestino. Una política sostenida por décadas y que se agravó en los últimos 13 años, compuesta de apartheid, casitgos colectivos, bloqueos económicos y de libre paso, ocupación de territorios, etcétera. Y ahora, en los últimos 70 días, se auna un proceso de franco exterminio debido a bombardeos indiscriminados contra población civil.  

Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).