Hacia la construcción de la paz, un análisis crítico del discurso de políticas públicas mexicanas

20 septiembre, 2022

Dentro del contexto violento que lacera a nuestra sociedad y que influye negativamente en las actitudes de niñas, niños y adolescentes es crucial analizar las estrategias tomadas por gobiernos de distintos niveles para la construcción de la paz. ¿Cómo el discurso de nuestras políticas públicas promueve o debilita la educación para la paz? 

Por Jessica Pérez Meza* / MUxED

El 1 de junio del 2018 quedará marcado en la memoria colectiva de la comunidad salmantina, en Guanajuato, como un episodio más de la denigrante delincuencia a nivel nacional. A seis policías viales, quienes por la condición de sus actividades se encontraban desarmados, se les arrebató la vida en un acto que sobrepasa lo inhumano.  Ese día, los testimonios aseguraron que algunos encargados de tan dolorosa escena no contaban siquiera con la mayoría de edad.  La noticia que captó la atención internacional reveló uno de los matices que ilustran la grave descomposición del tejido social de nuestro país, la participación de niños y adolescentes en el crimen organizado

Ante actos violentos, es común escuchar cuestionamientos como: ¿Qué ocurre en la sociedad?, ¿Qué hacen el gobierno y la policía ante la violencia? ¿Dónde están los valores? Particularmente, me cuestiono cómo la educación fortalece la percepción de paz y no violencia en nuestras niñas, niños y adolescentes mexicanos. ¿Qué hacemos desde la educación para que las nuevas generaciones no elijan el camino de la ilegalidad? ¿cómo podemos educar para la paz? 

Académicos como Betty Reardon, Ian Harris, Daniel Bar-Tal y Monisha Bajaj consideran que la educación para la paz es una alternativa para el desarrollo de actitudes y valores como empatía, solidaridad, tolerancia y respeto a la dignidad humana −que comienza con el respeto a la vida misma. Pareciera que, en México, estas actitudes y valores van en declive. 

La educación para la paz contribuye a construir espacios educativos de armonía en los que es posible utilizar la mediación para alcanzar la resolución de conflictos sin violencia. A través de la educación para la paz se busca que estos valores trasciendan las aulas y se instalen en contextos externos para que impacten la vida en sociedad.  

Dado que las nociones de paz se conectan intrínsecamente con las del complejo concepto de violencia (sin ahondar en los distintos tipos de ésta), es necesario diseñar una fórmula contextualizada para el logro de la paz. En cada territorio los factores causantes de violencia son distintos.  Mientras que, por ejemplo, en los Estados Unidos de América algunos actos violentos obedecen a diferencias raciales y al fácil acceso a las armas, en Israel y Palestina las diferencias de religión tienen un rol fundamental.  ¿Qué decir respecto a nuestro país?  El narcotráfico, la protección que por décadas cuerpos políticos y de seguridad han brindado a éste y a otros negocios ilegales, aunado al profundo grado de desigualdad social, y económica son algunos de los visibles factores.   

Diseñar estrategias nacionales y contextualizadas en función de los problemas internos que buscamos disminuir, resulta no solo pertinente sino urgente.  De ahí la importancia de analizar y proponer cómo nuestra educación puede abordar nuestros problemas sociales.

Programas como Escuela Segura, Programa Nacional de Convivencia Escolar, o la participación de algunas escuelas en la Red de Escuelas Asociadas a la UNESCO, son algunos de los esfuerzos en materia educativa. De igual modo, activistas como Narcedalia Lozano desde su fundación en Nuevo León, han contribuido a la capacitación de docentes y directivos.  Aun cuando éstas y otras iniciativas son relevantes, pareciera que operan de manera aislada.  No existe un plan nacional educativo orientado a una cultura de paz.  Es evidente que las actitudes de niños y adolescentes se ven influenciadas por el contexto del crimen organizado, y que nuestra sociedad se quebranta, por ello, urge reflexionar sobre la reconstrucción de nuestro tejido social desde la función educativa.  

Como modesto punto de partida, realicé un análisis discursivo de políticas educativas guanajuatenses y del plan de estudios federal (Aprendizajes Clave para la Educación Integral, 2017).  Mismo que me permitió observar los distintos tipos de discurso que se utilizan desde las políticas educativas y cómo estas orientan (o no) desde su discurso la construcción de paz.

Realizar un análisis crítico del discurso de cara al tema de la violencia en México resulta oportuno. El discurso, ya sea de forma hablada o escrita, se refiere a la forma en que el lenguaje se adapta al contexto en el que se usa, ajustando características como vocabulario, tono, gramática, entre otras, considerando a quién nos dirigimos y principalmente el propósito que intentamos comunicar. 

Realizar análisis del discurso de forma crítica es particularmente importante puesto que permite entrever aquellos matices escondidos o implícitos que reflejan los comportamientos sociales más allá de elementos meramente lingüísticos.  A través de la observación de características lingüísticas enlazadas a eventos de carácter social, económico, político, el análisis crítico del discurso contribuye a identificar aquellas practicas discursivas que se transforman en practicas sociales, causando el dominio de algunos grupos sobre otros.   

Trasladar el análisis crítico del discurso a las políticas educativas mexicanas, nos brinda la oportunidad de vislumbrar, a través del lenguaje, las formas en las que ciertas relaciones de poder podrían estar tomando lugar en la sociedad, y cómo estas contribuyen o perjudican la construcción de la paz. 

Para la investigación realizada, elegí centrarme en tipos de discursos propios de las políticas públicas y de los comportamientos sociales que estos reflejan.  De manera intertextual, resaltan los discursos en Derechos Humanos, Orden y Disciplina, discurso de Cambio, Omisión, Globalización y Neoliberal.  

Es un gran logro que exista una sólida difusión de los Derechos Humanos en el discurso de nuestras políticas educativas mexicanas, sin embargo, pareciera que éste se apega a decretos internacionales más que a necesidades locales/nacionales. Es decir, al citar los derechos humanos las políticas educativas analizadas promueven en gran medida el derecho a la libertad, tal cómo lo sugieren las políticas internacionales. Sin embargo, es preciso cuestionar si la libertad es el derecho prioritario a promover ante la continua violencia. En un marco de derechos humanos para la construcción de paz en México, ¿es posible anteponer otros valores? 

CRÉDITO: © María Cook

Al igual que el discurso en Derechos Humanos, cada uno de los tipos de discurso encontrados revela fortalezas y áreas de oportunidad para futuras políticas educativas, especialmente a la luz de la creación del nuevo programa de estudios que propondrá el actual gobierno federal. Como ejemplo de ello, el discurso de omisión sugiere que ciertos aspectos que generan la violencia en el país no son abiertamente reconocidos en las políticas educativas, lo cual, desde, la perspectiva de Novelli (2017), limita la creación de estrategias adecuadas y específicas para cada contexto. 

Dejo aquí algunas breves recomendaciones derivadas de esta investigación: 

  • Reconocer desde nuestras políticas educativas los aspectos que originan la violencia cotidiana misma que influye en el actuar de nuestros niños y adolescentes. 

  • Orientar y fortalecer los currículos nacionales tanto de estudiantes como docentes hacia una cultura de paz.

  • Ofrecer a los docentes herramientas de uso inmediato para la resolución pacífica de conflictos y para la práctica de la tolerancia y la empatía. 

  • Reducir las dinámicas que dividen a nuestros estudiantes y sustituirlas por otras de unión que los solidaricen como grupo social.

  • Y, prioritariamente, reformular un discurso de unión social que contribuya a disminuir el individualismo y que fortalezca la unión. 

La insostenible violencia mexicana exige que todos, autoridades de distintos niveles, servidores públicos, investigadores, padres de familia, docentes, hoy más que nunca eduquemos para la paz y que eventualmente, nuestras niñas, niños y adolescentes mexicanos permanezcan distantes a actos violentos como aquel desafortunado 1 de junio del 2018. 

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Jessica Pérez Meza es integrante de la Red de Mujeres Unidas por la Educación. Cuenta con una licenciatura en Enseñanza de inglés por la Universidad de Guanajuato y una maestría en el mismo ámbito por la Universidad de Auckland en Nueva Zelanda. Ha fungido como Presidenta de la Asociación Mexicana de Maestros de Inglés Capítulo Guanajuato (MEXTESOL, A.C.). Su actividad como funcionaria pública en el Instituto Estatal de Capacitación de Guanajuato (IECA Gto.) la dirige nuevamente al campo de la investigación educativa. Actualmente realiza un proyecto de investigación en la Universidad de McGill orientado a la educación por la paz.

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