Encuentros lejanos en los asilos

11 mayo, 2020

Con la intención de cuidar su salud física, el distanciamiento social por la cuarentena ha afectado en la salud emocional de adultos mayores en los asilos. Estas personas no han podido ver a sus familiares en más de un mes, más que a distancia

Texto y fotos: Duilio Rodríguez

La señora María del Rosario Galindo vive desde hace dos años en un asilo para adultos Mayores de la ciudad de México. Chayito, como le dicen de cariño sus cuidadores, está sentada en una silla de plástico colocada frente a la puerta del asilo. A unos 10 metros de distancia desde una reja sus hijas Lucy y Norma se comunican con ella, a gritos le preguntan: “¿Cómo te sientes? ¿Cómo estás, tienes frío? ¿Ya viste qué bonitos globos te pusieron? ¡Felicidades, mamita!”. La voz de la señora Chayito les contesta desde lejo con una voz que apenas se escucha. Les responde mandándoles besos. 

Lucy y su familia también visitaron a su mamá el 17 de abril día en que cumplió 90 años de edad. La rutina para festejarla fue la misma, acompañarla a la distancia, inclusive decidieron no recordarle el motivo del festejo para que no sintiera extraña la lejanía.

Doña Rosario, de 90 años de edad, saluda a sus hijas a una distancia de 10 metros. Foto: Duilio Rodríguez.

Desde que inició la pandemia en China, se sabe que los casos más graves de infección por el virus Sars-cov-2 suceden en personas mayores de 65 años. Por esta razón las autoridades sanitarias consideran los asilos para adultos mayores zonas de alto riesgo. 

Diego y Arturo Monreal administran seis asilos o casas de descanso como ellos las llaman, cuatro en la Ciudad de México y dos en León, Guanajuato. Ellos decidieron tomar medidas desde el inicio de la pandemia.

Arturo Monreal habló con los familiares de los huéspedes, les explicó la necesidad de restringir el acceso a los asilos e inclusive notificó al personal que labora en ellos que no podrían salir hasta que se levantara la contingencia.

“Muy pocos ayudantes decidieron dejar el trabajo, también es comprensible que no puedan estar encerrados tanto tiempo, pero no había de otra. Nosotros nos enteramos de asilos en España donde los viejitos se habían infectado y decidimos, inclusive antes de que las autoridades en México nos lo pidieran, hacer el aislamiento”, relata. 

Diego Monreal asegura que la información que reciben acerca de la pandemia se las proporciona el DIF de forma abundante, aunque los datos cambian a cada rato conforme se sabe más de la enfermedad.

Monreal lamenta que no haya apoyo gubernamental para los asilos que opera la sociedad civil. Esperaría que, al menos, hubiera un seguimiento más puntual de los mismos. 

“Un apoyo importante sería que vaya un doctor, que haga un censo y que ponga atención en los casos extraños. Por ejemplo: tuvimos el caso de una persona que sospechamos estaba enferma de coronavirus, sin embargo nosotros lo aislamos en un cuarto y vimos que su evolución fue correcta. Si alguna dependencia nos hubiera apoyado con alguna detección temprana dentro de la casa, podríamos actuar mejor y más rápido”.

María del Carmen pide a una de las asistentes del asilo que desinfecte las comida que llegó para el festejo por el día de las madres. Foto: Duilio Rodríguez.

María del Carmen es la encargada del asilo donde vive Chayito. Junto con ella, 10 personas más atienden a los adultos mayores. Todos llevan encerrados desde el 17 de marzo, fecha en que iniciaron la cuarentena. 

Carmen, es mamá y no pudo festejar el 10 de mayo con su hija Jael que también es encargada de un asilo. “Lo primero que haré cuando se acabe la cuarentena será verla y abrazarla”, dice emocionada

En la casa donde trabaja la hija de Carmen cuidan a 16 adultos mayores. El inmueble está ubicado en una zona residencial en la colonia Campestre Churubusco. Afuera de la casa no hay ningún letrero que muestre que se trata de un asilo, sin embargo, el pequeño patio que da a la calle permite ver desde fuera a los ancianos.

Lo más difícil: el desgaste emocional

Para Jael, lo más difícil es la parte emocional de los adultos mayores. A pesar de que muchos de ellos mantienen comunicación constante con sus hijos por medio del teléfono o videollamadas, estaban acostumbrados a que los recogieran los sábados y regresarlos los domingos o que salieran con ellos a pasear o a comer.

“Ahorita como no se los pueden llevar por que representa un riesgo muy alto para los inquilinos de la casa, los tenemos que distraer para que no se depriman”.

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Aunque Jael usa un tapabocas que le cubre la mayor parte de la cara, sus ojos delatan su juventud. Con apenas 20 años de edad ella es la responsable del asilo de ancianos, les da medicamentos, checa signos vitales, les prepara alimentos, y está al pendiente de ellos durante la comida. Foto: Duilio Rodríguez.

El personal del asilo mantiene distraídos a los adultos mayores con música, juegos de mesa o el televisor.

El domingo pasado, Día de las Madres, a las puertas del asilo llegaron muy pocos familiares. Algunos llevaban comida, charolas con empanadas. Otros llegaban con galletas o con sus alimentos favoritos, el personal del lugar los recibe y los desinfecta.

Un joven que prefiere no dar su nombre se acerca al asilo para saludar a su mamá a través de la reja. Asegura que es muy duro no poder festejarla, sin embargo confía que en éste lugar está más segura que en su casa donde no hay quien la atienda.

Editor y fotógrafo documental, retrato, multimedia y vídeo. Dos veces ganador del Premio Nacional de Fotografía Rostros de la Discriminación.

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