Elena Arizmendi, una mujer revolucionaria

19 febrero, 2021

En la Revolución Mexicana, la Cruz Roja solo atendió a los militares porfiristas que caían en combate. Una mujer creó la Cruz Blanca, una institución de salud neutral, dedicada a atender a todos los heridos. Se le considera una de las precursoras del feminismo en México

@ignaciodealba 

Elena Arizmendi nació el 18 de enero de 1884. Fue nieta del general Ignacio Mejía, quien participó en la defensa de Puebla, en la invasión francesa y recibió una educación privilegiada, pero con la muerte de su madre debió ocuparse de sus cinco hermanos.

Se casó al cumplir 17 años, y decidió divorciarse después de ser maltratada por su esposo y perder a su único hijo. A principios del siglo XIX, no era cosa sencilla, ni bien vista, por lo que tuvo que irse a vivir a la hacienda de sus abuelos en Ayotla, en las cercanías del Volcán Popocatépetl.

Una de las pocas carreras que se le permitía estudiar a las mujeres en esos tiempos era enfermería. Elena optó por estudiar y realizó su carrera en el Hospital de Santa Rosa, en San Antonio, Texas. 

Una coincidencia provocó que conociera al revolucionario Francisco I. Madero, quien se encontraba refugiado en Texas por la persecución que inició el gobierno en su contra. 

Desde las primeras batallas de la revuelta, la Cruz Roja solo atendió a los heridos del bando oficial. La organización internacional se justificaba diciendo que no tenía suficientes personal y material para atender a los heridos rebeldes. La realidad era que estaba encabezada por Eduardo Liceaga, un destacado médico y doctor personal de Porfirio Díaz. Además, la hija del secretario de Guerra y Marina, Luz González, también tenía una importante influencia en la organización.

Fue entonces que Arizmendi ideó la Cruz Blanca, que dio socorro a cientos de personas heridas en los combates de la toma de ciudad Juárez, en 1911. Desde entonces, este cuerpo de médicos se dedicó a atender a heridos de los dos bandos del conflicto. 

En la Cruz Blanca, las mujeres adquirían los mismos derechos que los hombres. Una cosa rara para la época, llena de hombres de a caballo. 

Aunque la Cruz Blanca era neutral, Arizmendi respaldaba al movimiento revolucionario, lo que provocó que la mujer quedara envuelta en un lío legal con una parte de la organización. Arizmendi que era presidenta honoraria fue acusada por sus opositores de malversar fondos. Por recomendación de Madero, recurrió al abogado José Vasconcelos. 

Vasconcelos quedó profundamente enamorado de Elena y se convirtió en su amante. “Me volví ateo para pecar a gusto”, decía el intelectual. En el libro “La Tormenta”, Vasconcelos usó el nombre de Adriana para hablar de Elena y según el escritor José Emilio Pacheco, las partes dedicadas a la amante son algunas de las mejores narraciones eróticas de la literatura mexicana. 

La relación amorosa duró cinco años. La pareja viajó alrededor del mundo, se reunió con mandatarios para convencerlos de que apoyaran la presidencia del revolucionario Venustiano Carranza. Uno de los motivos del viaje fue eludir la persecución política que había en su contra. 

Después de separarse de Vasconcelos, Elena se fue a vivir a Nueva York. Ahí se casó con Roberto Druesch e inició una autobiografía: “Vida Incompleta: ligeros apuntes sobre las mujeres en la vida real”.

Tiempo después se divorció por segunda vez.  

En 1916 Elena Arizmendi participó en las reuniones de feministas de Yucatán que promovían el voto de las mujeres. Luego, fundo la Liga de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas (también conocida como Liga de mujeres de la raza), que fue un contrapeso a la hegemonía de las organizaciones feministas estadounidenses. También creó el diario Feminismo internacional. Escribió artículos periodísticos en los que fue muy crítica de los gobiernos posrevolucionarios en México. Pensaba que los nunca alcanzaron los ideales revolucionarios de Francisco I. Madero

Quizá la crítica a los gobiernos posrevolucionarios fue el motivo por el que la Secretaría de la Defensa Nacional nunca la reconoció como una de las 400 mujeres que fueron condecoradas por su servicio en la Revolución.

El único reconocimiento que existe a Elena lo gestionó la Cruz Blanca: la organización logró que el gobierno de la alcaldía Benito Juárez de la Ciudad de México nombrara una calle con el nombre de la revolucionaria. 

Elena falleció a finales de 1949 en Coyoacán. Sus restos se encuentran en el Panteón Jardín de la capital del país. 

La historiadora Gabirela Cano realizó la biografía más completa sobre la revolucionaria. El libro se titula: Se llamaba Elena Arizmendi.

Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).