“Améfrica”

25 mayo, 2024

La obra de la artista brasileña Rosana Paulino se reúne en torno a un tema: el poderoso lazo que une a África y América. Su poética es una crítica a las ciencias y al arte. Una poética de la reconstrucción y, al mismo tiempo, un incómodo testimonio de la esclavitud  

José Ignacio De Alba / X:@ignaciodealba

Asisto al Museo de Arte Latinoamcericano (Malba) de Buenos Aires, donde Rosana Paulino presenta más de 80 obras de un extenso lenguaje visual: fotografías, costuras, grabados, instalaciones, videos y pinturas. El trabajo de Paulino confronta a los asistentes. 

Pero también al propio museo, porque por primera vez en treinta años el Malba hace una muestra individual de un artista negro. 

Es un repaso histórico, una relectura que compromete la filosofía, la historia, la biología. Es un paso por nuevos nombres, una experiencia que extiende las cicatrices hasta la construcción de una nueva mirada sobre lo que somos. 

Se propone el “Atlántico”, ese mar que se nos alecciona como espacio cimentador de la cultura, también como una vía de agravios. Paulino retoma la idea de Paul Gilroy, para denominarlo Atlantico Vermelho (rojo). El mar donde sucedió la diáspora negra. El sitio de enlace de la colonización, por el que los barcos transportaron 15 millones de esclavos, durante tres siglos de colonización. 

Paulino llamó a su exposición “Amerficana”. La artista toma el concepto elaborado por la filósofa Léila Gonzalez, que propone reflexionar la experiencia americana más allá de los Estados Unidos. Una propuesta que busca reconectar con las cosmogonías de los pueblos originarios y africanos. 

La artista propone una pregunta para realizar su obra “¿Cómo comprender el proceso de la colonialidad en nuestro continente, al que llegaron millones de africanos capturados, vendidos y transportados en barcos donde, en condiciones inhumanas, cruzaron el Atlántico?”

Paulino utiliza su propia experiencia para para interpelar al visitante. En una pared se expone un gran álbum familiar “Parede da memoria”. Ahí la artista unió centenares de fotografías de sus antepasados. Los pequeños sacos bordados, patuás, logran una ilusión cromática con la distancia, pero con la cercanía las imágenes remiten a historias particulares. La mirada sometida a la subjetividad de las perspectivas.

Después de que en 1888 se aboliera la esclavitud en Brasil, el gobierno ordenó quemar los archivos relacionados con el tema. Así que la obra de Paulino, es una reivindicación de la memoria familiar, como fuente testimonial frente a la historia oficial. 

Las mujeres, la pobreza, la racialización son la base de la pirámide de la sociedad latinoamericana. La artista confronta, incluso al feminismio, en el dossier de la exposición se revela: “¿Podemos referirnos, en el caso de la obra de Rosana Paulino, a una obra feminista? En principio, ella siente que esta clasificación le resulta extraña, y sobre este aspecto explica:

Una reivindicación del feminismo clásico, el derecho al trabajo, nunca fue una cuestión para la mujer negra. Nosotras trabajamos desde siempre, es eso o

morir de hambre. Mi madre fue empleada doméstica en Perdizes, en el barrio de la PUC de San Pablo [Pontifícia Universidade Católica de São Paulo], una de las cunas del feminismo en San Pablo. Muchas de esas mujeres podían ser feministas porque había alguien limpiando su casa, cuidando de sus hijos”.

“¿Puede el derecho al trabajo ser parte de las mujeres negras que toda su vida han trabajado?”, se pregunta Paulino. 

En la exposición dominan las costuras, a lo que la artista llama “suturas”. Desde ahí recrea la identidad de Brasil, que unió a la fuerza partes dispares para elaborar un cuerpo común; un Estado.

Una de las intervenciones más importantes es sobre las fotografías de August Stahl, quien colaboró con Louis Agassiz. Ambos, pretendieron en el siglo XIX, demostrar que hay jerarquías entre distintos grupos humanos. En la instalación del Malba, Paulino, traspasa las imágenes con telas y suturas. 

La artista se pregunta sobre estas personas: 

 “¿Cómo se rehicieron al llegar al país? Lo hacían o morían. Me pregunté por su resiliencia, por la reconstrucción psicológica. Las partes no encajan de

manera correcta, parece que las cosas quedan siempre un poco fuera de lugar. Y ese es el trauma del Brasil en relación con la esclavitud, esa cuenta que no cierra, esas partes que no encajan. Fue el modo que encontré para mostrar el trauma del rehacerse de esos seres humanos que, en última instancia, no es solo el trauma de la población negra, es el trauma del país”. (¿de un continente?).

Aquí su página de Instagram.

Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).