Las autoridades nicaragüenses se han ensañado en la persecución de artistas disidentes, lo cual se hizo notorio a partir de la represión violenta de la ola de resistencia que inició el 18 de abril de 2018
Texto: Alessandro Zagato y Andrea Villa Franco / Artists at Risk Connection – PEN America
Fotos: Gabriela Selser
“No existen”
“Han borrado los registros…”
– Max Jerez
NICARAGUA Y SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS.- En una oficina en Managua, un agente municipal elimina archivos del registro civil: constancias de matrimonio, antecedentes jurídicos, actas de nacimiento. Pertenecen a— Nadie.
Según el registro civil de Nicaragua nunca nacieron, nunca se casaron, nunca existieron. En las universidades no hay registro de matrícula, no hay expediente académico. En los bancos, las cuentas están clausuradas y no hay registro de ello.
Nunca han estado en Nicaragua, nunca han sido nicaragüenses. Muchos son artistas en el exilio.
Deportada, despojada de nacionalidad y desperdigada por el mundo, la oposición al gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo se enfrenta a un abismo cavado por un aparato autoritario que no tolera la existencia de ninguna crítica y de ninguna disidencia. Por ende, niega la existencia de la subjetividad y la creatividad humana.
La violencia administrativa impuesta en contra de la oposición nicaragüense se reparte con una arbitrariedad cruel.
En entrevista, Max Jerez, líder estudiantil, músico y disidente, testifica desde California: todavía hace parte del registro civil, pero su cuenta bancaria nicaragüense ya no existe. El artista es uno de los 222 prisioneros políticos deportados súbitamente por Nicaragua el 9 de febrero de 2023.
“No tengo dónde vivir./ Escogí las palabras”, escribe Gioconda Belli en Despatriada (2021).
La poeta Gioconda Belli destroza su pasaporte nicaragüense en una transmisión en vivo. Con este gesto de protesta televisivo, que se puede interpretar como un tipo de performance artístico, la poeta le arrebata simbólicamente el poder al gobierno nicaragüense:
“Ese documento no me hace nicaragüense, no reconozco la autoridad de quien lo emitió” afirmó en entrevista. Ante la denegación autoritaria, el arte representa una afirmación de vida y existencia.
Por su parte, el músico Max Jerez asegura que “No [se] puede dejar de ser nicaragüense solo porque una dictadura te [lo] dice”.
El poder del arte no pasa desapercibido por un gobierno encabezado por una poeta revolucionaria—tal como lo explica el músico desterrado Leonardo Canales Vega.
Las autoridades nicaragüenses se han ensañado en la persecución de artistas disidentes. Lo cual forma parte de un derive autoritario, que se hizo notorio a partir de la represión violenta de la ola de resistencia de 2018.
El 18 de abril de 2018, Daniel Ortega anunció cambios en el sistema de seguridad social. Las manifestaciones estallaron en todo Nicaragua, se convirtieron en un movimiento transversal y popular en contra del gobierno, que sacudió Nicaragua hasta la médula.
Los manifestantes pedían la renuncia de Ortega, el fin de la corrupción, cambios democráticos y la liberación de los presos políticos. Las protestas duraron meses y fueron reprimidas violentamente, lo que provocó enfrentamientos que resultaron en más de 300 muertos, miles de heridos y una crisis social irreversible.
“[Han sido] años de un duelo colectivo, de cosas no resueltas, en un clima tenso y difícil”, asegura en entrevista Leonardo Canales Vega, músico de Nicaragua exiliado.
A pesar de la presión internacional, la situación en el país se ha mantenido tensa e incierta. Los acontecimientos de 2018 constituyen un evento traumático, que queda en la memoria viva de un pueblo dispuesto a luchar por sus derechos, y en contra de una opresión que recuerda un pasado autoritario que se creía derrumbado.
“La lucha por la libertad es larga. Ha sido muy larga para Nicaragua, pero aún no termina”, afirmó Gioconda Belli en entrevista.
Durante más de 20 años, Belli fue militante del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), quien luchó contra la dictadura de Somoza. Desde 2022, y por segunda vez en su vida, la poeta vive en el exilio.
El gobierno de Ortega intensificó la represión en contra de artistas y actores de la sociedad civil que se oponen a sus políticas. El gremio artístico ha sido blanco de acoso, intimidación y arrestos arbitrarios. Tambié, el régimen cerró y clausuró los espacios culturales.
En febrero de 2021, PEN Nicaragua fue una de las organizaciones culturales que se vieron obligadas a cesar sus actividades. Este proceso fue facilitado por la introducción de normas como la Ley de Regulación de Agentes Extranjeros, en septiembre de 2020. Esta ley, por ejemplo, dispone sanciones como la cancelación de la personalidad jurídica de organizaciones identificadas como “agentes extranjeros”.
Las autoridades han utilizado esta ley para censurar opiniones adversas, ya que le otorga el poder de establecer multas que pueden llegar hasta casi 500 mil dólares en contra de organizaciones que reciben financiamiento de fundaciones internacionales.
Evocar las protestas de 2018 a través del arte es motivo de represión sistemática del régimen.
El 12 de abril de 2022, la Policía Nacional detuvo a Leonardo Canales Vega, músico, productor y director de La Antesala, un proyecto audiovisual que ha permitido dar a conocer las obras artísticas de los talentos musicales nicaragüenses e internacionales.
Arrestaron a Canales algunas semanas antes de recibir un primer apoyo financiero de una asociación cultural para su proyecto—le querían acusar de recibir pagos para hacer campaña contra el gobierno, bajo la ley de agentes extranjeros.
“Yo ni siquiera tuve que comparecer ante un juez. Me detuvieron en la calle, fue literalmente un secuestro. [Eran] policías vestidos de civil sin una orden de captura. No sabían qué inventar…solo me encerraron, sin derecho a una llamada, sin derecho a abogado” denunció Canales en entrevista.
“Antes de expulsarme, me interrogó una oficial…Me dijo: ‘bueno, vamos a proceder a procesarlo por tráfico de estupefacientes’…Yo le dije: ‘ustedes saben que eso es mentiras, yo sé que es mentiras, pero acá la policía va a decir y a hacer lo que quiera porque ustedes actúan al margen de la ley’”.
La razón del allanamiento ilegal de su casa y su estudio, el robo de sus equipos, instrumentos y documentos, el arresto y su deportación tienen que ver con que, en La Antesala, llegaron músicos que en algunas de sus letras aluden a la represión del 2018 y denuncian la instauración de una nueva dictadura familiar.
Actualmente el régimen se encuentra acorralado y retorcido en un poder de tipo dinástico y policial. Es un régimen obsesionado con silenciar a todas las voces críticas, y, paradójicamente, permanece sordo a las críticas que le han dirigido exponentes de la intelectualidad Latinoamericana y global.
Incluso Noam Chomsky definió al régimen nicaragüense como autocrático. El mismo Eduardo Galeano manifestó repetidas veces su desilusión hacia las políticas de la “familia reinante en Nicaragua”.
La madrugada del 9 de febrero de 2023, las autoridades nicaragüenses sacaron a 222 personas de las celdas en las que estaban presas, entre ellas artistas, escritores, periodistas y activistas.
Las vistieron de civil, las metieron en buses, les hicieron firmar una declaración, las llevaron al aeropuerto, les dieron sus pasaportes y las subieron a un avión sin destino definido.
“Las personas están confundidas…no tienen claridad acerca de cómo este proceso y sus vidas se van a desarrollar”. Comentó desde Washington D.C., la activista nicaragüense Alexa Zamora, quien ofreció auxilio a una diáspora traumatizada y desorientada.
Desde California, Max Jerez, invocó las mismas palabras para describir la situación suya y de sus compañeros: “arbitrariedad”, “confusión”, “no hay patrón”.
A los pocos días del destierro, el gobierno nicaragüense despojó de su nacionalidad por supuesta “traición a la patria” a los 222 presos, así como a 94 disidentes en el exilio, incluida a Gioconda Belli.
Este escenario siembra confusión para generar miedo y silencio. Las autoridades nicaragüenses están empleando una metodología para eliminar la presencia física y simbólica de la disidencia por medio del desplazamiento forzado y la violencia administrativa. Se yuxtaponen el caos y el terror con procedimientos burocráticos para ejercer el control.
Un mes después, el 2 de marzo de 2023, la ONU compartió conclusiones de un trabajo investigativo iniciado en 2022: el gobierno nicaragüense lleva a cabo crímenes de lesa humanidad, algunos de los cuales hacen eco a las acciones de la Alemania nazi.
La carga simbólica de una comparación con el nazismo invita a la controversia, pero también a la reflexión—tal como la obra de Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén. Un estudio acerca de la banalidad del mal.
De acuerdo con Arendt “La banalidad del mal” representa un intento de comprender a la figura aparentemente cotidiana, pero a la vez siniestra que Eichmann encarna: el administrador de un genocidio. Una paradoja que se replica y sufre mutaciones en los distintos sistemas autoritarios—y que se ve reflejada en las acciones del estado nicaragüense.
Al mutilar y aniquilar la existencia administrativa de una disidencia deportada inhumanamente, el aparato autoritario nicaragüense dificulta la existencia material de ésta, restringe su acceso a la salud, al hospedaje, al trabajo. La denegación autoritaria busca imposibilitar el “estar” y el “ser”.
Sin embargo, el arte es por naturaleza inmune a cualquier intento de negación. No solamente las personas artistas desempeñan un papel social fundamental, al cuestionar las normas y los valores establecidos y al proporcionar una visión crítica y creativa del mundo, sino que se ocupan de manifestar nuevas posibles configuraciones de la realidad.
Gioconda Belli nos comenta que “el exilio, históricamente, no ha terminado el trabajo del artista; al contrario, muchas grandes obras se escribieron en el exilio”, el exilio como un lugar desde el cual tal vez se determinarán nuevas formas de existencia para el pueblo de Nicaragua.
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