Indicadores y mediciones: sólo cambiando lo que importa cambiaremos el país

23 julio, 2019

Para lograr cambios de fondo hay que cambiar las prioridades de fondo, y para eso hay que evaluar nuestro progreso con nuevas herramientas

@eugeniofv

Para entender qué es lo que le importa a un gobierno o a un país, para saber hacia dónde quiere ir y cómo le gustaría ser, hay que entender en qué se fija y de qué presume, y cómo lo mide. Por eso es tan importante revisar los indicadores a los que hace caso, los que le dirán si triunfó o fracasó en sus esfuerzos. Todo cambio de régimen implica un cambio de prioridades, y si ese cambio es verdaderamente de fondo, entonces debería de implicar también la construcción de nuevos indicadores que reflejen el progreso o fracasos hacia esas prioridades. Eso es lo que han hecho en Nueva Zelanda, y es hacia donde deberíamos apuntar todos.

Hasta ahora, el indicador del progreso de los países ha sido el Producto Interno Bruto (PIB) en prácticamente todo el mundo. Se trata de la suma del valor de todos los productos y servicios que se ofrecen en un país en un determinado periodo. Lo que esta cifra indica es el tamaño de la economía, pero no dice nada ni sobre la distribución de la riqueza que se está moviendo, ni sobre sus impactos sociales y ambientales, ni sobre sus implicaciones para otras generaciones o para otros países. 

Como el aumento del PIB podría ser un espejismo de progreso en un entorno en donde ese crecimiento se logra gracias a un terrible deterioro, se han desarrollado indicadores complementarios, como el índice de Gini, que indica el grado de desigualdad de un país o de un territorio, o las distintas modalidades de medición huella ecológica, que refleja el impacto de una economía sobre los recursos naturales. Estos indicadores han ganado importancia, pero son fundamentalmente complementarios: la meta de los gobiernos sigue siendo lograr que crezca la economía, y por eso el PIB sigue estando en el centro de todos sus análisis.

A partir de este año, Nueva Zelanda cambió radicalmente de óptica. El gobierno de la laborista Jacinta Ardern ha emprendido un esfuerzo por transformar radicalmente el país, y orientará sus políticas públicas no hacia el crecimiento económico, sino hacia el bienestar de la población. Para lograrlo, y para saber si efectivamente avanzan o retroceden, medirá sus avances contra una nueva batería de indicadores en la que el crecimiento económico es apenas uno más, y no es el más importante. 

Los nuevos indicadores neozelandeses giran en torno a seis ejes principales, que en realidad sirven para casi cualquier país: inclusión y progreso de los maoríes (el pueblo indígena neozelandés, que ha sido históricamente discriminado y atacado), potencial humano (educación, salud, educación y capacidades), autonomía económica de la población (estándares de vida, empleo, alineación de lo posible con lo deseado por los ciudadanos en sus vidas laborales y económicas), capacidades sociales (capital social, seguridad, calidad de vida, percepción del bienestar) y sustentabilidad ambiental (calidad del aire, salud de los ecosistemas, cambio climático).

Se han incluido, además, tres formas distintas de agrupar estos indicadores para medir el estado de las cosas en el país de las islas australes. Obviamente, una de ellas es la del bienestar presente, que habla sobre la situación al día de hoy, pero los otros dos son igual de relevantes y mucho más novedosos.

Una de ellas es una categoría que indica si se está aportando o erosionando el bienestar futuro. Para ello se incluyen, entre otras cosas, indicadores sobre el estado de la naturaleza en el presente, y si no se está destruyendo la base material de las generaciones del mañana. Otro indicador que se incluye en este rubro, y que hoy parece más relevante que nunca en México y muchísimos países, es el estado las finanzas presentes y hasta qué grado no se están heredando problemas en lugar de activos. De lo que se trata es de impedir, por ejemplo, que ningún gobernante haga lo que Ruiz Cortines instruyó hacer a Javier Ortiz Mena cuando éste era director del Seguro Social y le advirtió del desastre que podrían ser las pensiones: “El que venga atrás, que arree”, se supone que dijo el mandatario, y hoy pagamos con intereses esa ocurrencia de hace más de medio siglo, que nos heredó un sistema de pensiones en constante bancarrota.

Otra más es una forma de interpretar y de conjugar los indicadores construidos para entender el impacto de Nueva Zelanda en el resto del mundo. Son indicadores sobre desperdicios, por ejemplo, o sobre cambio climático: fenómenos globales en los que la acción de un país los afecta a todos. Son también indicadores sobre remesas enviadas a otros países, flujos migratorios o flujos de inversión, y sobre asistencia al desarrollo internacional.

Lo que el gobierno de Ardern tiene muy claro es que fijarse en lo mismo llevará tarde o temprano a hacer lo mismo, y eso ha llevado a la situación tan precaria que el mundo enfrenta hoy en día. Para lograr cambios de fondo hay que cambiar las prioridades de fondo, y para eso hay que evaluar nuestro progreso con nuevas herramientas. Es hora de que todos hagamos lo mismo.

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Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.