El calentamiento global en Quintana Roo es como el asesino serial en una película de suspenso. La Riviera Maya pierde metros de playa cada año y algunos empresarios ya han decidido llevar su negocio a otra parte
Texto y fotografías: Feike de Jong
QUINTANA ROO.- Dos tractores se mueven en sintonía como juguetes, moldeando y empujando la arena hacia el mar turquesa. Los turistas pasean cuidadosamente entre las máquinas y el mar. Entre el ruido de estos vehículos me acerco a un hombre con cabello gris, su cara bronceada y arrugada, sentado al lado de dos hermosas jóvenes en bikini; quiero saber si le puedo hacer un par de preguntas sobre el cambio climático y la pérdida de las playas.
“¿Sabes qué?”, me dice con un acento estadounidense, cansado y un poco molesto, “estoy de vacaciones y estoy intentando relajarme. Todo está bien, no quiero responder preguntas”.
El amor de los turistas hacia las playas de Quintana Roo es profundo y leal.
La Riviera Maya, sin embargo, perdió 1.22 m de playa cada año entre 2004 y 2012. En un escenario de riesgo moderado, el nivel del mar habrá subido 40 centímetros en 2050. Así lo advierte Ruth Cerezo Mota, investigadora de la UNAM y autora líder del Grupo de Trabajo I para el AR6 del International Panel for Climate Change (IPCC) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En algún momento las playas que están frente a los inmensos y amplios complejos turísticos desaparecerán, como la arena de un reloj, y los turistas tendrán que buscar otras formas de divertirse en esos lugares. El turismo representa 49.6% del producto interno bruto (PIB) de Quintana Roo, según un estudio de 2018 del World Travel and Tourism Council.
Wade y Fig, dos trabajadores del sector informático de Dallas, Texas, dan a la playa sobre la cual están construyendo un castillo de arena un ocho, aunque buena parte de ella haya sido reconstruida.
“Aquí hay algo de roca y sargazo,” dice Fig, “pero no tenemos mar azul en Texas.”
Definitivamente él piensa que la desaparición de la playa sería una decepción. Sin embargo, según los jóvenes amigos, Cancún con sus bares, restaurantes y albercas tiene más que ofrecer.
Andrew, un jubilado de Texas que fundó cinco empresas aeroespaciales, está sentado ahí con su familia, amontonados en una orilla en Playa del Carmen. Cuando menciono la desaparición de las playas, señala hacia el mar.
“Estuvimos aquí en febrero y hubo una fila de camastros más, creo que podría haber perdido casi 10 metros”, dice.
Le pregunto qué haría si ya no hubiera playa, y responde que no sabe. Su familia se mueve entre Puerto Vallarta y Playa del Carmen, por lo cual tendrían que considerar la posibilidad de quedarse en la primera.
Pero no solo los turistas ven la erosión de las playas con cierta inocencia.
Al norte, en Puerto Juárez, la playa se convierte en una vía de terracería. Es un estacionamiento congestionado por las lanchas de los pescadores, juntas, entre el mar y las chozas que usan como bodegas. Aquí, sentado en una silla de plástico, está Eduardo Pérez, pescador del lugar.
“Hemos perdido alrededor de 10 metros de playa en los últimos 5 años, no sé por qué”, dice Eduardo. Cuando le pregunto qué va a hacer si el pedazo de playa que queda desaparece, no tiene una respuesta. “Quién sabe si va a desaparecer, pero si pasa, el gobierno tendrá que ver qué hará con nosotros entonces.”
El gobierno de Cancún invirtió 110 millones de dólares en la recuperación de playas entre 2005 y 2013, según un estudio de Jennifer Ruiz de la Universidad Autónoma de Quintana Roo. En 2020, programó otros 147 millones de dólares a cuatro proyectos del mismo tema para Cancún, Playa del Carmen y Chetumal, que estaban parados en aquel momento por falta de financiamiento, según una nota de El Economista.
Todos esos recursos no detienen ni resuelven el problema de fondo. La construcción inmobiliaria sobre las dunas ha cortado el ciclo natural de la formación de las playas y ha detonado una pérdida drástica. Por ejemplo, en Puerto Morelos se pierden hasta 4.9 metros por año.
Datos de distintos investigadores citados en el estudio de Ruiz indican que el nivel del mar en Quintana Roo subió entre 1.7 y 2.8 milímetros por año entre 1994 y 2015, aproximadamente el equivalente a un 4 cm.
Según la regla del investigador danés Per Moller Bruun, la orilla de la playa retrocede entre 10 y 50 veces lo que aumenta el nivel del mar, dependiendo de la inclinación de la playa; entonces la pérdida de playa en esta zona pudo ser de 40 centímetros hasta 2 metros en el referido periodo. Una subida de 40 cm del nivel del mar, como ha previsto el IPCC, implicaría una pérdida de entre 4 y 20 metros de playa en 2050.
“Un aumento tan grande en el nivel del mar crearía un caos, probablemente todas las playas urbanas desaparecerán si los complejos no toman medidas de restauración por medio de procesos naturales”, comenta Christian Appendini del Laboratorio de Ingeniería y Procesos Costeros, de la UNAM.
El segundo arrecife de coral más grande en el mundo está entrelazado con la costa de Quintana Roo de norte a sur, formando islas como Isla Mujeres y Cozumel, entre las cuales se entienden 300 kilómetros, de los mil que comprende su extensión en México.
“Los corales amortiguan el oleaje”, dice la oceanógrafa Ruiz. “Cuando mueren se vuelven frágiles y no aguantan el embate de una marea ciclónica. Y con esto la pérdida de playas se puede acelerar”.
En 2015, 40% del sistema de coral estaba en malas condiciones y 17% en situación crítica. En 2020 se reportó por primera vez en 12 años una disminución en el índice de salud del arrecife que pasó de 2.8 en 2016 a 2.5 en 2018, según un reporte de la Iniciativa Arrecifes Saludables. La causa es el cambio climático que provocó la acidificación, del mar, el aumento de temperatura y la proliferación de algas que a su vez pueden causar blanqueamiento y, por la mala calidad del agua, síndrome blanco.
Esta enfermedad mortal afecta a 20 especies de coral en el Caribe Mexicano y mató al 30% de estos corales en los sitios monitoreados en 2018, según un reporte de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), que habló de una enfermedad “que avanza a un ritmo sin precedentes en el Caribe Mexicano.”
En 2019, el estado de Quintana Roo contrató el primer seguro a nivel mundial para los daños ocasionados por huracanes a arrecifes y playas. La póliza costó 4.9 millones de pesos. Un año después, el 7 de octubre de 2020, la llegada del huracán Delta resultó en el primer siniestro por el que se ha pagado un riesgo de este tipo. El estado recibió 17 millones de pesos para la restauración del arrecife y las playas.
“Con el aumento de la temperatura del agua en el océano por el calentamiento global, los huracanes se volverán más fuertes, sin volverse más frecuentes”, dice Appendini. “La menor diferencia de temperatura entre el agua y el aire frena la generación de huracanes, pero el aumento de temperatura del agua les da más energía”.
La vulnerabilidad de las playas frente a los huracanes es notoria después del paso del huracán Wilma en 2005, que causó la desaparición de 13 kilómetros de playa en Cancún.
Climatólogos ya están discutiendo si se deben ampliar las categorías de la escala Saffir-Simpson para huracanes de cinco a seis, para acomodar un aumento del 24% en la cantidad de lluvia posible, y un más lento paso de los eventos climatológicos a causa del calentamiento global.
Para muchos empresarios, ni los huracanes ni la erosión de las playas son la mayor amenaza que enfrenta la costa; más bien lo son las algas que vienen flotando sobre el oleaje, unas manchas café-púrpura que se desplazan encima del agua azul hacia las playas; las efluentes agrarias y la contaminación del océano son factores preponderantes en el crecimiento de estas algas, pero el aumento de la temperatura del mar por el calentamiento global también acelera el crecimiento del sargazo.
Todas las playas de la costa tienen una franja negra de sargazo. En Tulúm pueden observarse equipos de limpiadores rascando las algas de la arena y sacándolas en carretillas.
“Mi hermano fue a Tulúm antes este año y me dijo que había muchos problemas con el sargazo», comenta Mustapha, un programador de vehículos autónomos para los campos petroleros de Alberta, Canadá, quien estaba hospedado en un hotel en Cancún. “Se ve feo y luego huele mal, por eso me mantuve más al norte de la península, donde no hay tanto”.
El sargazo que siempre llegaba cìclicamente empezó a llegar en recales masivos desde 2013.
“Ahora también llega en la temporada de lluvias», dice Francesca Pesaresi, dueña de un hotel en Tulum. “Nunca he visto tanto. Es un problema muy amplio. Se quita la arena de la playa sacando el sargazo y luego no tenemos donde ponerlo.”
En 2019 el gobierno del estado de Quintana Roo estimó que se necesitarían mil millones de pesos para resolver el problema. Varios de los entrevistados aseguran que los hoteleros no logran ponerse de acuerdo sobre las acciones comunales para enfrentar el fenómeno, dejando que cada quien resuelva sus problemas con las algas individualmente.
José Escalante mira el mar frente a su hotel en Tulúm con cierto cansancio, al lado un tractor maniobra por la playa posicionando una palmera, los turistas se toman fotos junto a las lanchas de pescadores.
“Estoy en el proceso de vender seis hoteles en la costa de Tulúm», comenta el empresario hotelero. “El cambio climático no es el principal factor pero sí es uno de los factores para mí”.
El negocio era muy bueno. Año tras año, subiendo el costo de los cuartos, y con una ocupación completa en temporada alta. Pero ahora, con el sargazo, la llegada de grandes cadenas internacionales, la pérdida de playas, el cambio de perfil de los turistas y la inseguridad, el empresario ha decidido que es tiempo de llevar su negocio a otra parte.
Pese a todos los problemas ambientales, el turismo en la Riviera Maya es un negociazo. Según una estimación del arquitecto y paisajista Kees van Rooij, fundador de KVR Arquitectura de Paisaje, un despacho que tiene 30 años trabajando en Quintana Roo, el retorno de inversión sobre un cuarto de hotel con un costo de 500 mil dólares es 5 años si tiene una tasa de ocupación del 90%, y 10 años si es del 60%. Otros consultores y profesionales inmobiliarios confirman que un plazo de retorno de inversión de entre 5 y 10 años es lo normal. Estas ganancias veloces han fomentado uno de los grandes booms inmobiliarios del mundo.
“En septiembre de 2021 hubo al menos 91 proyectos relacionados con el turismo en construcción en Cancún y la Riviera Maya”, señala Manuel Polo, director de la ONG Bios Participación Política y Desarrollo. Según la presidenta de la Asociación Mexicana de Profesionistas Inmobiliarios, entre mayo 2020 y junio 2021 hubo registros de aumento de ventas de entre 25% y 30%.
Entre 2010 y 2020, Quintana Roo tuvo la tasa de crecimiento poblacional más alta del país, con3.5% al año, y el municipio costero de Solidaridad con Playa del Carmen tenía la mayor tasa de crecimiento poblacional de toda Latinoamérica, según el mismo gobierno municipal, con 7.9%.
Los precios de la vivienda han subido parejo. Entre 2017 y el primer semestre de 2021 el valor promedio de la vivienda en Quintana Roo subió un 38.1%, el segundo mayor aumento del país según la Sociedad Hipotecaría Federal. ¿Pero qué sucederá cuando este boom poblacional y inmobiliario choque con los estragos del calentamiento global?
Los primeros hoteleros ya están empezando a adaptarse a las posibles consecuencias del calentamiento global, y no solo como José Escalante vendiendo sus propiedades. Francesca Pesaresi invirtió en la construcción de una alberca ya que no puede confiar en que la playa estará en condiciones adecuadas para sus clientes. Van Rooij menciona que uno de sus clientes quiere que su hotel sea construido 3.5 m por encima del nivel del mar, para evitar problemas con las marejadas de las tormentas. Pero en general el cambio climático no parece ser tema para los desarrolladores.
“El mercado de la costa de Quintana Roo no es muy sofisticado”, dice Gene Towle, director de la consultora inmobiliaria Softec. “No piensan tanto en el largo plazo, ni en el cambio climático”.
Según Towle una propiedad con playa vale alrededor de 25% más que una con rocas, y otras fuentes de la industria consultadas dicen que podría ser de hasta 50% más en algunos casos. La depreciación, mientras una playa va desapareciendo, todavía no parece ser un factor importante en las inversiones actuales, pero pronto lo podría ser.
En junio de 2021, el G7 declaró estar a favor de tomar medidas para obligar a los bancos a transparentar los riesgos financieros ligados al cambio climático. Según Daniel Scott, del área de geografía y manejo medioambiental de la Universidad de Waterloo en Canadá, estas medidas podrían tener un gran impacto en los esquemas de inversión de las costas del Caribe.
“Creo que podrían ser hasta tres años antes que las medidas se implementen,” comenta Scott. “Pero cuando surtan efecto habrá una revisión de las inversiones y los financieros buscarán deshacerse de sus propiedades de alto riesgo”.
Para la oceanógrafa Jennifer Ruíz también hay una ventana de tres años antes que la desconfianza de los turistas ante la visible degradación de las playas obligue a los empresarios hoteleros de Quintana Roo a entender la magnitud de la crisis a la que se enfrentan y revisar sus inversiones.
En Tulúm el momento de inflexión es tangible. La calle detrás de la playa parece un centro comercial estilo caribeño; lleno de farmacias, boutiques, restaurantes y bares.
“Es un cambio de giro hacia un turismo más masivo, no tan enfocado en playa”, dice Escalante. “Igual ni le importa necesariamente a los turistas si pueden entrar en el mar o no, pueden seguir bebiendo en las albercas. Hay un turismo muy básico en el cual la gente solo quiere comer y beber mucho, siempre y cuando la hamburguesa que pidan sea exactamente la misma a la del Planet Hollywood de Nueva York”.
En el fondo es la degradación del turismo lo que le motiva a vender sus hoteles.
“Creo que nosotros impactamos mucho más en la degradación medioambiental que el cambio climático, por nuestro mal manejo,” dice el hotelero.
El mal gobierno es visible en la textura urbana de Cancún. Complejos turísticos extienden sus albercas hasta la orilla de la playa. Manglares yacen cortados, amontonados en predios escondidos en la jungla. Un predio invadido está cubierto de chozas. Según Appendini los límites de las franjas federales de las playas no han sido revisados mientras que las playas han ido desapareciendo. Y en la experiencia de este reportero a pie, una parte sustancial de la franja costera ahora es privada, porque la parte pública ha ido desapareciendo.
Según el Sistema Estatal Anticorrupción, Quintana Roo fue el segundo estado con mayor corrupción de México en 2020.
“La corrupción hace que dejemos de hacer comunidad y que dejemos lo común para lo individual”, dice Alicia Mateos, coordinadora de incidencia de la ONG Ciudadanos por la Transparencia. “Los empresarios y empresarias sobreponen los intereses de sus proyectos que impacta negativamente el medioambiente y la crisis climática”.
Esta corrupción habilita el desarrollo desenfrenado y según varias fuentes consultadas, las desarrolladoras históricamente han podido hacer lo que sea que quisieran.
“No sólo es corrupción, luego las sanciones son tan bajas que los desarrolladores simplemente presupuestan las multas por incumplimiento de la normatividad en sus obras”, comenta Polo de Bios Política que creó una herramienta Ojo Ciudadano al Turismo para observar proyectos turísticos con impacto medioambiental.
Además del dinero lícito hay mucho dinero ilícito en el turismo que puede fomentar la corrupción. Según Jorge García Villalobos de Deloitte en una nota en Milenio de 2016 el sector turismo registra flujos de “unos mil millones de dólares al año.” Para los habitantes de Cancún a ras de suelo es notorio, las luces apagadas en los hoteles y tiempos compartidos, parecen desmentir de noche las historias de éxito económico formal.
Más allá de los rumores, la descomposición social es visible.
“Ten cuidado más adelante por la playa, hay gente armada y ellos sí matan,” dicen dos personas de seguridad de un complejo en Isla Blanca, cuando intento avanzar. Otro día, en una de las calles de Cancún, veo a un joven saliendo de un bar a plena luz del día con un rifle bajo el brazo.
Varios medios han publicado notas, documentando la extorsión generalizada que sufren los trabajadores en la zona.
“Aquí extorsionan a los pequeños negocios, a los trabajadores, a la gente de los puestos», comenta un empresario de la construcción. En diciembre de 2020 encontraron sepultados los cuerpos de tres trabajadores en el Planet Hollywood de Isla Blanca, al norte de Cancún.
En una ciudad donde los turistas se reclinan frente a un mar azul a metros de los cuerpos de trabajadores desaparecidos, vigilados por narcos, en medio de un caudal de dinero, es difícil que alguien se preocupe o se prepare para el cambio climático.
El mar no solo aumentará en la Riviera Maya, todos los destinos playeros en alguna forma enfrentarán las consecuencias del calentamiento global. Según Scott 29% de 906 grandes complejos turísticos del Caribe se inundarán con un aumento del nivel del mar de un metro. En este momento playas están despareciendo por todo el Caribe, algunos destinos sobrevivirán por buen manejo de sus recursos, otros literalmente se van a hundir.
En la visión de Scott la gran ventaja competitiva de Cancún en un mundo de destinos playeros en declive es que tiene recursos.
“Los resorts normalmente resisten; pero si todos pusieran un pequeño cargo a cada turista dedicado a la recuperación de playas, probablemente los turistas lo pagarían,” dice el investigador Canadiense. “Un gran destino como Cancún tiene más posibilidad de levantar recursos para tomar las medidas necesarias que los destinos más pequeños.”
Señala que después de una catástrofe suelen llegar muchos recursos desde afuera, pero que por lo mismo el sitio afectado tiene poca injerencia en cómo se gasta este dinero. Si los destinos crearan un fondo con el fin de prepararse para las catástrofes, a su vez tendrían más posibilidad de defender sus propios intereses después de un desastre. La alternativa son las medidas impuestas desde afuera.
Pero por el momento este ánimo colectivo parece ausente en Cancún y la Riviera Maya. El turismo cada vez es más un tema de grupos inversionistas internacionales buscando retornos rápidos de inversión. Según dos vendedores de terrenos al lado del lugar donde está proyectada la nueva estación de tren de Cancún, aproximadamente 75% de los lotes se compran con el fin de revender con ganancias y solo 25% son para gente que realmente quiere vivir en estos terrenos.
La falta de gobernanza e inversión desarraigada, buscando retornos de inversión rápidos, determinan por el momento el rumbo del desarrollo de Cancún y la Riviera Maya frente al calentamiento global.
“Hemos intentado poner en marcha soluciones colectivas, para enfrentar el problema del sargazo con el municipio, pero fracasaron”, dice Pesaresi. “Finalmente me rendí”.
*Está nota fue posible gracias al apoyo del Steunfonds Freelance Journalisten de los Países Bajos. Para mayor información sobre el aumento del nivel del mar, consultar: Sea-level Projection Tool del International Panel for Climate Change (IPCC)
Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona