No querer escuchar a Eugenio Derbez es natural y hasta sano. No escuchar al resto de los integrantes de #Sélvamedeltren es muestra de una cerrazón que nos saldrá muy cara a todos
Twitter: @eugeniofv
La democracia no es solamente votar cada tres años en elecciones o participar en alguna consulta ocasional. Desde la ciudadanía la democracia se ejerce trabajando en la arena pública día con día y poniendo argumentos sobre la mesa. Desde el poder se la ejerce escuchando, atendiendo y estando abiertos a modificar lo planteado en función de ese diálogo permanente. La democracia se ejerce también construyendo la ley entre todos y haciéndola valer. En este gobierno —igual que en los anteriores— la voluntad de diálogo y el respeto por la más mínima legalidad brillan por su ausencia y en materia ambiental eso es especialmente grave, además de ser profundamente antidemocrático. Quien tenga dudas al respecto mire lo que pasa en torno del Tren Maya.
Nadie duda de que hay un ambientalismo conservador ni de que sectores de él recuerdan con nostalgia los sexenios anteriores. Hay, sin embargo, un mundo mucho mayor de personas, movimientos, organizaciones, espacios académicos y políticos que han hecho frente a los poderosos y a sus cómplices desde hace tiempo. Ahí está el trabajo de gente que ha puesto su vida en juego y muchas veces la ha perdido en contra de los despojos de las eléctricas en Oaxaca o de las agroindustrias en Yucatán. Ahí están también las organizaciones que lo mismo han puesto amparos contra la minería que han impulsado políticas sobre manejo forestal comunitario. Ahí están todos los que llevan un cuarto de siglo luchando por fortalecer las políticas ambientales en un entorno muy adverso.
Muchas de las victorias que habían conseguido esos esfuerzos se cifraban en pequeños avances en materia de normatividad que al menos dificultaban los destrozos de las grandes obras y que, si se cumpliera la ley, contribuirían enormemente a la conservación del medio ambiente. En un país en el que la ilegalidad es la norma eso no siempre ocurrió, pero siempre hubo ambientalistas protestando al respecto y luchando en favor de la ley y de la democracia.
Muchos pensaron —pensamos— que la derrota del establishment neoliberal que ocupó el poder desde los años 1990 sería también una victoria nuestra. Pensamos que tendríamos un gobierno más respetuoso del planeta, más abierto al diálogo a todos los niveles, con mayor respeto por la ley. Nos equivocamos, y para muestra baste el botón de las manifestaciones de impacto ambiental (MIA) y de lo que pasa con el nuevo ferrocarril yucateco.
Las MIA podrán ser un freno poderosísimo a los destrozos ambientales. Suponen la obligación de saber qué se va a dañar y cómo remediarlo, y qué riesgos ambientales corre una obra y cómo minimizarlos, pero hoy igual que siempre se las aprueba al vapor y se las ve como un trámite y no como una medida clave para minimizar los daños y garantizar la buena salud del planeta y de lo construido en él. La MIA del aeropuerto Felipe Ángeles, por ejemplo, solamente dice que se lidiará con el problema del agua o que se procesará la basura, cuando para haber sido aprobada cumpliendo la ley debería de haber sido mucho, mucho más clara y abundante en detalles.
La negativa del presidente de la República a reunirse con varios activistas preocupados por el Tren Maya a los que había prometido recibir es otro indicativo del pobre compromiso democrático que tiene este gobierno. El propio presidente López Obrador dijo en su conferencia mañanera que canceló la reunión que había anunciado porque Eugenio Derbez dijo que no iría. Esto muestra que al presidente de la República no le importa escuchar argumentos, sino tener horarios estelares, como si el trabajo y las aportaciones de un biólogo de primer nivel como Rodrigo Medellín, por ejemplo, no sirvieran para nada.
El Tren Maya supone un riesgo terrible para la Selva Maya. Decir que se han minimizado los daños es mentir, porque no se saben cuáles son esos daños porque no se hicieron manifestaciones de impacto ambiental de calidad en virtud del acuerdazo. Decir que se mitigarán los impactos es también mentir, porque no se sabe a cabalidad cuáles serán.
No querer escuchar a Eugenio Derbez es natural y hasta sano. No escuchar al resto de los integrantes de #Sélvamedeltren es muestra de una cerrazón que nos saldrá muy cara a todos.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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