Después de décadas de abandono, cacicazgos, guerrilla, represión, fraudes electorales, narcotráfico, corrupción, y tras dos alternancias fallidas, Morena podría ganar Guerrero con una candidatura que no resulte impresentable
Twitter: @chamanesco
Era 1 de abril de 1999. En la plaza central de Chilpancingo, Félix Salgado Macedonio rendía protesta como “gobernador legítimo” de Guerrero.
A Félix Salgado le temblaba la voz y le brillaban los ojos, cuando el líder nacional del PRD, Andrés Manuel López Obrador, le tomaba la protesta simbólica y lo conminaba a acabar con la corrupción y la imposición de gobernantes priistas en el estado.
Unos 10 mil simpatizantes del “Toro sin cerca” atestiguaban la escena.
Tres horas antes, en el Cinema Jacarandas y protegido por miles de policías antimotines, el priista René Juárez Cisneros había tomado posesión como gobernador constitucional en una ceremonia oficial y legal, pero manchada por la marca del fraude electoral.
Salgado Macedonio, quien en 1993 ya había sido candidato del PRD a la gubernatura, siguió al pie de la letra el manual de protestas postelectorales de López Obrador: desde antes de las elecciones del 7 de febrero de 1999, acusó al gobierno estatal de entrometerse en los comicios; el día de la jornada electoral, alegó fraude y denunció operativos priistas de compra y coacción del voto; cuando el Instituto Electoral dio a conocer que René Juárez había ganado por apenas 14 mil votos (escasos 2 puntos porcentuales de diferencia), desconoció los resultados y anunció la impugnación ante el Tribunal Electoral.
Cuando el Tribunal local ratificó el triunfo del PRI, Salgado Macedonio emprendió un éxodo por la democracia: una caminata de siete días y más de 300 kilómetros desde Chilpancingo hasta Ciudad de México, para presionar al Tribunal Federal Electoral a anular las elecciones.
Cuando el Trife negó su demanda, instaló un plantón frente a Palacio de Gobierno, boicoteó la toma de protesta de René Juárez y anunció una resistencia civil indefinida, cuyo primer acto era rendir protesta como “gobernador legítimo” de Guerrero.
Lo de “gobernador legítimo” le duró poco tiempo: en el año 2000, fue postulado por el PRD a la Cámara de Diputados, en donde se caracterizó por hacer declaraciones estridentes (como cuando le dijo a Brozo que él diariamente se echaba “un mañanero” al despertar) y por escándalos públicos (como cuando forcejeó con policías y fue detenido en aparente estado de ebriedad, luego de trasladarse en moto desde una pozolería de la calle Bolívar hasta la zona de bares de La Condesa).
En 2005, cuando el PRI perdió Guerrero, Félix Salgado se convirtió en presidente municipal de Acapulco, mientras Zeferino Torreblanca –postulado por el PRD– ganó la gubernatura.
Ninguno de los dos hizo el gobierno que se hubiera esperado tras la anhelada alternancia.
En Acapulco, y en el estado en general, aumentó la violencia, la presencia del crimen organizado y el control de vastos territorios por parte de grupos de narcotraficantes.
A Torreblanca se le investigó por irregularidades por más de mil millones de pesos en el manejo del presupuesto público, y a Salgado Macedonio se le cuestionó por el aumento de los secuestros en Acapulco durante su gestión.
En las elecciones de 2011, el PRD terminó postulando a la gubernatura al expriista Ángel Aguirre Rivero, el gobernador interino de Rubén Figueroa que, en 1999, fue acusado por Salgado Macedonio y López Obrador de haber operado el fraude electoral.
La desastrosa administración de Ángel Aguirre –caracterizada por el incremento de la violencia, la corrupción y la ineficacia para prevenir y atender los desastres causados por los huracanes Ingrid y Manuel en 2013– culminó con la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, el 26 de septiembre de 2014.
Y, en junio de 2015, los guerrerenses volvieron a votar por el PRI, eligiendo gobernador a Héctor Astudillo Flores, quien 10 años antes había sido derrotado por Zeferino Torreblanca.
Cansada de esta triste historia política, y harta del PRD y del PRI, la ciudadanía de Guerrero votó abrumadoramente por Morena en 2018.
Andrés Manuel López Obrador ganó en ese estado más de un millón de votos (el 63.1 por ciento de la votación emitida a nivel estatal). La coalición morenista ganó las alcaldías más importantes, la mayoría en el Congreso estatal, 8 de las nueve diputaciones federales de mayoría y las dos senadurías.
La fórmula Félix Salgado / Nestora Salgado arrasó con 764 mil votos, más del doble de los que obtuvieron sus contendientes del PRI y de la coalición PRD-PAN.
Morena mostró un músculo electoral importante, que pudo haberle allanado el camino rumbo a los comicios del 2021, para ganar sin problemas la gubernatura.
Pero sobrevino el pleito interno por la candidatura, con el senador Félix Salgado y el súper delegado Pablo Amílcar Sandoval como principales protagonistas.
Y luego la imposición de Salgado Macedonio mediante encuestas que sólo conoció Mario Delgado, y el surgimiento de las denuncias acumuladas por abusos cometidos en contra de mujeres durante la larga trayectoria política del hoy precandidato.
Dice López Obrador que lo de las mujeres es una maniobra política con tintes electorales, pero en realidad, se trata del reclamo legítimo de millones de mujeres que se identifican con las víctimas de Salgado Macedonio, y que no quieren a un presunto violador despachando en el palacio de Gobierno.
Después de décadas de pobreza, abandono, cacicazgos, represión, guerrilla, fraudes electorales, conflictos sociales, narcotráfico, violencia, y después de dos alternancias fallidas, Morena podría ganar Guerrero casi con cualquier candidatura.
Debería hacerlo con alguien que garantice un buen gobierno, y no sólo lealtad al presidente de la República. Alguien que no esté acusado de violación, hostigamiento y abusos. Alguien que saque a Guerrero de la profunda crisis social y rezagos acumulados, y no sólo con alguien que saque a votar a las estructuras morenistas.
Como diría el clásico, “ya chole” de impresentables en la Casa Guerrero.
Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.
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