13 septiembre, 2019
La independencia empezó con un campanazo, ningún historiador ha logrado saber qué fue lo que gritó el cura de vida licenciosa, Miguel Hidalgo y Costilla, aquella madrugada del 16 de septiembre de 1810. En lo que coincide todo el mundo es que ése fue el inicio de la independencia mexicana
Rascando en lo más remoto del árbol genealógico de Miguel Hidalgo y Costilla, el abogado Ezequiel A. Chávez jura que hay un parentesco — por demás forzado — entre el Padre de la Patria y Miguel de Cervantes Saavedra, autor del Quijote.
Chávez explica que la genealogía de Miguel Hidalgo hay un cruce de personajes y voluntades que “entrañan una rara combinación de nobleza, osadía, aventura y testarudez que pudiera trabajar en el ánimo de individuos fácilmente sugestionables”.
Miguel Hidalgo y Costilla nació el 8 de mayo de 1753 en la hacienda San Vicente, de Pénjamo, Guanajuato. Otra versión sostiene que nuestro héroe nació en la hacienda Corralejo, donde su padre trabajó como encargado. Actualmente en ese sitio hay una empresa que elabora tequilas en una botella cilíndrica, alargada y azul.
Se graduó como bachiller en artes y luego en teología en la Escuela de San Nicolás Obispo, en Morelia. De esos años le viene el apodo de El Zorro. Unos aseguran que por astuto e inteligente; otros dirán que por sus engaños y trampas. Con los años, el penjamense se convirtió en profesor de filosofía y religión. Afamado polemista y adepto a la literatura prohibida por la inquisición, como Rousseau y Montesquieu.
Por sus ideas, Hidalgo sería relegado de la rectoría de la universidad. El hombre ilustrado — por esos años hablaba latín, otomí, francés, náhuatl y leía el italiano — fue confinado a convertirse en cura de pueblo.
Llegó a Colima en 1792 y al año siguiente a San Felipe Torres Mochas, Guanajuato. Allí obtuvo fama de bailador. En los pueblos cercanos se le conocería a su curato como “la Francia Chiquita”.
Hidalgo se dedicó a la siembra de moras y a la crianza de vinos, además del laborioso negocio de los gusanos de seda; produjo miel con abejas traídas de la Habana. También sería un aficionado a los toros de lidia, el propio Ignacio Aldama compartiría su gusto por la tauromaquia. Hay quien relata que los libertadores llegaron a participar en las corridas haciendo verónicas.
Tuvo hijos de dos de las relaciones que mantuvo, uno con Manuela Ramos Pichardo y otro con Josefa Quintana. Una de sus hijas fue Agustina, de quien se dice que combatió con su padre en la epopeya de la independencia vestida de hombre. Los otros fueron Micaela, María y Luis Mariano.
La vida bohemia y el gusto por las ideas de la Revolución Francesa terminaron por agrupar a Josefa Ortiz de Domínguez, Ignacio Allende, José Aldama, Epigmenio González y una serie de conspiradores que planearon un alzamiento armado en el Bajío. Pero el complot fue descubierto y las juntas disfrazadas de tertulias literarias fueron denunciadas a las autoridades virreinales que persiguieron a los instigadores.
En ese panorama de persecución, Miguel Hidalgo dio el «Grito de Dolores» la madrugada del 16 de septiembre de 1810.
El cura de 57 años tocó el esquilón San José que estaba instalado en la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores. Desde ese momento una turba de hombres, mujeres y niños lo acompañaron en sangrientas batallas. En su mayoría estaban armados con piedras, palos y herramientas de trabajo de los mineros o campesinos que lo acompañaron.
En Atotonilco, Guanajuato, Hidalgo tomó el estandarte de la Virgen de Guadalupe que encabezó su movimiento. Actualmente el lienzo se encuentra en el Museo del Castillo de Chapultepec.
Los conspiradores tenían ideas muy claras en contra de la organización social de la Nueva España, se oponían a la esclavitud, al tributo pagado a los españoles y a la sociedad de castas.
El científico Alexander Humboldt aseguró que la sociedad novohispana era la más desigual que él había conocido, así describió a los trabajadores de las haciendas: “están medio desnudos, cubiertos de andrajos, flacos y desfigurados”.
El esquilón San José, también conocido como la Campana de Dolores, fue construido en 1768 y colocada en la iglesia de los Dolores. Después de la Independencia, en 1896, Porfirio Díaz la mandó traer de Guanajuato y la instaló sobre el balcón presidencial del Palacio Nacional. El dictador fue el primero en celebrar las fiestas patrias replicando el Grito de Hidalgo.
Hay un desacuerdo total entre aficionados e historiadores sobre lo que dijo el cura Hidalgo en Dolores, incluso hay quien duda que haya gritado. En el que más o menos se coincide es en el “¡vamos a coger gachupines!”. Actualmente cada presidente de México grita lo que se le da su gana. El unánime es ¡Viva México!
Columnas anteriores:
El Ángel que no llegó al Zócalo
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona