El mundial ha desnudado las contradicciones del colonialismo y el capitalismo a nivel mundial, tal vez un ejemplo claro de esto sea la selección de fútbol francesa, la cual está atravesada por el racismo y la multiculturalidad
Texto: Iván Cadin / @ivankdin
Foto: Selección de fútbol francesa
PARIS, FRANCIA.- Desde hace varios lustros la selección francesa de futbol es un abanico de diversas pieles, distintas etnias, variadas procedencias sociales y diferentes tradiciones y religiones. En el Mundial de 1998, tras levantar por vez primera la Copa siendo país anfitrión, se les llamó «el equipo arcoiris» pero, sobre todo, se les relacionó con una Francia multidiversa: eran «el equipo de la generación BBB, black, blanc, beur» (negro, blanco, árabe).
Este 2022, el máximo evento de futbol varonil organizado por la Federación Internacional de Asociaciones de Fútbol (FIFA) se desarrolla en Catar, país árabe ubicado en el Golfo Pérsico, donde les Bleus, como también se les conoce, son una de las escuadras favoritas para alzarse, por tercera vez, con la Copa, que de ser así sería entonces una retención pues en el certamen anterior, Rusia 2018, los franceses fueron el equipo ganador.
Si bien esta competencia futbolística recibe de manera habitual diversos cuestionamientos por su marcada mercantilización, la sede en Catar ha puesto también sobre la mesa las condiciones reinantes en dicho país hacia la mujer, la población LGBT+ o los trabajadores migrantes, así como la manera en que se construyeron y se aclimataron sus estadios o las decisiones económico-políticas que influyeron para que Catar recibiera la sede, entre otros temas.
Sin embargo, Catar no logró obtener por sí solo la sede. Atrás de esa decisión participó de manera determinante Francia, el mismo país que quiere enviar un mensaje de diversidad y pluralidad con la multiculturalidad de su selección. Sobre este y otros asuntos, Pie de Página entrevistó al sociólogo Patrick Mignon, responsable del Laboratorio de Sociología del deporte del Instituto Nacional del Deporte y la Educación Física (INSEP) de Francia.
Dado el diverso ADN de su selección, en Francia se dijo que los triunfos de 1998 y 2018 habían generado una identidad nacional unificada bajo la llamada «generación BBB», donde Zinedine Zidane Zizou (francés con ascendencia argelina) en 1998 o Kylian Mbappé (francés de ascendencia argelina-camerunés) en 2018 eran casi una especie de héroes nacionales símbolos de la convivencia social en un país donde el resorte del racismo y las inercias de su pasado colonialista siguen presentes en considerables sectores de la población.
«Desde sus orígenes», explica Mignon, «el fútbol francés ha vivido del aporte de diferentes oleadas de inmigración. Italianos y polacos en la década de 1930; españoles, argelinos y marroquíes en la década de 1950; portugueses y africanos en la década de 1970. Los grandes jugadores de la selección de Francia han sido inmigrantes: Ben Barek, Kopa, Piantoni o Platini, luego Zidane, Pogba o Benzema, sin olvidar el papel de jugadores de las Antillas, Guayana o de La Reunión.»
– ¿Fue palpable esta «unificación en la diversidad» en 1998? ¿O fue más bien una creación mediática?
– La victoria de 1998 y las diversas manifestaciones que la acompañaron deben ser consideradas más como una ilusión lírica que como una creación puramente mediática. La ilusión lírica significa que el evento hizo que la gente creyera y esperara que el fútbol había resuelto de alguna manera los problemas que aquejaban a la sociedad francesa. La generación BBB es una generación que refleja la importancia de la inmigración en el fútbol francés. Propone la imagen de un equipo que sería la prueba de una integración exitosa en la sociedad francesa de todas las generaciones de inmigrantes presentes en el territorio nacional.
«La generación BBB no es sólo una cuestión de futbolistas sino de los distintos orígenes que conforman Francia», detalla Mignon, también profesor en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (EHESS) de París. Considera que estos triunfos deportivos ofrecen a una parte de la población «esperanza», una oportunidad de «que podemos superar la molestia que proviene de la fuerza creciente del Frente Nacional (hoy Agrupación Nacional, el partido que convoca a la ultraderecha francesa), el racismo y el malestar social de los suburbios. (…) Pero para otra parte de la gente lo importante es simplemente la victoria y la condicionalidad del apoyo a la selección de Francia, donde la integración es tema secundario.»
En 1996, el líder histórico de la ultraderecha francesa, Jean-Marie Le Pen, se quejaba de que la selección nacional contaba con muchos elementos «no franceses» que no cantaban su himno, La Marsellesa. Dos años después y con Francia coronada Campeona Mundial, Le Pen justificó que si Francia había ganado… ¡se debió al Frente Nacional! «Es la victoria del equipo de Francia pero yo la reivindico también como la victoria del Frente Nacional, quien ha trazado el camino», añadiendo que si los jugadores cantaban el himno francés se debió «a una lepenización de su espíritu».
Constantemente cerrados ante temas como la migración y la multiculturalidad, la ultraderecha partidista gala no deja pasar, sin embargo, aquellos momentos en los que puede hacer uso político de algún triunfo del equipo de futbol. En 2018, con la segunda Copa obtenida, Marine Le Pen, hija de Jean-Marie y actual presidenta de la bancada de su partido Agrupación Nacional en la Asamblea Nacional, tuiteó así a los pocos segundos de haber terminado la gran final ante Croacia: «¡Bravo, equipo de Francia! ¡Está hecho! Bravo, (director técnico) Didier Deschamps y a todos sus jugadores. ¡Histórico !», anexándole el hashtag «orgullosos de ser Bleus».
Irónico. Pues hablar de Les Bleus en el argot popular francés es hacer referencia al equipo multicolor, multirracial, multicultural y multirreligioso que ha logrado los dos campeonatos. Un dato: de los 14 jugadores que salieron a patear el balón en esa final, solo tres tenían padres nacidos en Francia. El resto contaba con orígenes europeos no franceses (dos), caribeño (uno) y africanos (ocho).
«Para muchos en el mundo de la política, estas victorias son una culminación, una especie de autosatisfacción que sugiere que el fútbol ha resuelto problemas con los que ya no habría que ocuparse », apunta Mignon. «Ahí está el error de juicio: la victoria y el entusiasmo generados deberían haber sido el punto de partida de una política más ambiciosa, sobre todo en las relaciones entre los jóvenes de la periferia y las instituciones políticas, pero también de lanzar una política del futbol y del deporte más involucrada en temas sociales y culturales.»
“Ésta es la Francia de la diversidad. Eso la hace bonita: tener hermosos colores, de diversos orígenes, así es la Francia de hoy”, dijo Paul Pogba, mediocampista francés con orígenes en Guinea, días antes de la final de Rusia 2018. Sin embargo, amplios sectores conservadores del país, dadas las razones ideológicas habituales de su campo, no comparten la visión del jugador.
En el tiempo que ha pasado entre los dos campeonatos obtenidos por Francia, las expresiones conservadoras de derecha han crecido notablemente. El entonces llamado Frente Nacional pasó de tener 17.79% de intención de voto en las presidenciales de 2002, a 41.45% veinte años después, en la elección de 2022. A la par, diversas encuestas han mostrado que entre la población existe un fuerte rechazo a los flujos migratorios pues, consideran, hay «demasiados extranjeros» en el país (71% según Institut CSA, 60% a decir de Ipsos-Sopra Steria). Estas expresiones vienen, incluso, de franceses con antecedentes de migración en sus familias.
– Agrupación Nacional subió su intención de voto de manera muy fuerte. Ellos también puede decirse que se han alzado «con sus copas». ¿No hay aquí una contradicción social si hablamos de esta realidad y de una «generación BBB» en Francia?
– El Frente Nacional es el único partido político que no ha compartido, ni siquiera en las victorias, el entusiasmo por el equipo BBB de 1998 o 2018. Pero muchos votantes del Frente Nacional también son fanáticos del fútbol y el ascenso de su intención de voto a menudo se basa, entre los votantes, en la distinción entre inmigrantes “buenos” y “malos”. Un jugador que «suda» la camiseta de la selección de Francia es un «buen» inmigrante.
«Efectivamente, el ascenso del Frente hoy Agrupación Nacional no coexiste con el reconocimiento de la inmigración que puede expresarse en el equipo de la Francia BBB. (…) La composición del equipo nacional refiere a una de las divisiones de la vida política: la oposición entre los partidarios de una Francia replegada sobre sí misma y los de una Francia más abierta.»
En 2013, tras el triunfo del Paris Saint-Germain como campeón de la liga francesa, París vivió escenas de violencia durante las jornadas de festejo. Regla no escrita entre los sectores conservadores de este país, incluidos ciertos medios de comunicación, rápidamente los actos se relacionaron con la banlieue (los suburbios) y la inmigración: «Los vándalos son seguramente descendientes de esclavos», soltó un diputado de la Unión por un Movimiento Popular, partido de derecha que llevó a la presidencia a Nicolas Sarkozy. «Los vándalos evidentemente son delincuentes de origen inmigrante que bajan de los suburbios», atizó Marine Le Pen.
Hace unos meses, durante la final de la Champions League entre el Real Madrid y Liverpool, se presentaron diversos disturbios a las afueras del estadio de Seine Saint-Denis, alcaldía de la periferia de París: gente saltándose para entrar sin pagar, hinchas ingleses y españoles quedándose afuera con boleto en mano, violencia policiaca… La causa de la desorganización fue multifactorial, incluyendo protocolos fallidos. Sin embargo, para unos sectores bastó referir que se trataba de una demarcación con fuerte población inmigrante como lo es Saint-Denis para «explicarlo todo».
En 2005, siete años después de que Francia ganara su primera Copa y se hablara de que el país reconocía su diversidad, estalló en todo el país lo que se ha denominado «las revueltas de los suburbios», una serie de fuertes protestas que brotaron en la banlieue de las grandes ciudades francesas motivadas por la muerte de dos adolescentes hijos de inmigrantes que huían de un control policiaco y que terminaron electrocutados tras intentar esconderse en una estación eléctrica. Ministro del Interior en ese entonces, Sarkozy calificó como «escoria» y «malandros» a quienes se manifestaban.
Francia tiene una historia brutal de colonización con diversos países, África y Medio Oriente en particular. Del siglo XVI hasta el XX ocupó buena parte de África (Costa de Marfil, Senegal, Madagascar), el Magreb (Argelia, Túnez), Medio Oriente (Líbano), Asia (Vietnam), América (varias islas del Caribe siguen bajo su posesión, sin olvidar sus intervenciones en lo que hoy es Luisiana, Estados Unidos; Quebec, Canadá, o su paso por México cuando el imperio de Maximiliano).
Para cierta gente en Francia es casi natural que un francés vaya «en expedición» (no le dicen intervención ni ocupación) a otra región para «civilizar», considerando a otros pueblos o naciones como bajos en entendimiento. En esa idea mental, los otros jamás podrán «ser franceses», y si lo llegaran a ser deberían reivindicar una serie de «valores occidentales» que hoy están en discusión. (Sobre este tema, precisamente, Pie de Página entrevistó a Lilian Thuram, ex estrella de Les Bleus en el Mundial de 1998, hoy un activista contra el racismo y un crítico del pensamiento blanqueado. Poner la liga : https://piedepagina.mx/la-blanquitud-no-es-un-color-de-piel-sino-una-forma-de-pensar/ )
– A propósito de la expresión «la selección francesa no parece francesa sino africana», ¿qué significa actualmente «ser francés » en el mundo del futbol de Francia?
– Para la Federación y Liga profesional, un francés es aquel que ha nacido en Francia. También es quien se ha inscrito en un club, asciende en él y quiere ser francés o animarse a serlo si puede ser futuro jugador de la selección. Cabe señalar, por ejemplo, que la Federación Francesa de Fútbol se opuso hace varios años a los planes del gobierno de prohibir la inscripción en clubes de refugiados que no tuvieran papeles oficiales. Por eso encontramos en la selección francesa, y en los clubes profesionales, muchos jugadores de origen inmigrante.
Mignon señala que el racismo que deben sortear los jugadores franceses provenientes de la inmigración es una realidad en el futbol galo, como los comentarios sobre «la calidad futbolística de los jugadores: los negros no sabrían ser líderes de mediocampo, (pues) solo tienen grandes capacidades físicas que los convierten principalmente en defensores. Pero hoy, los dos líderes del mediocampo de les Bleus son N’Golo Kanté y Paul Pogba. Del mismo modo, hay muchos entrenadores de origen africano o magrebí, pero tienen más dificultades para llegar al puesto de Director Técnico aunque se les encuentra en el staff y en los centros de formación. (…) Igualmente, son muchos los testimonios de jugadores que acusan a los árbitros de ser más severos con las faltas cometidas por jugadores magrebís.»
«Del mismo modo, la religión aparece como un problema cuando las jóvenes musulmanas quieren practicar fútbol con el hiyab (el velo que cubre cabeza y cuello) o cuando los jugadores musulmanes desean practicar el ayuno durante el Ramadán. Pero también como ha sucedido este año al ver jugadores de clubes de la máxima división profesional oponerse, en nombre de la religión, a iniciativas encaminadas a promover el reconocimiento de la homosexualidad y la lucha contra la homofobia (a propósito del Mundial de Catar).»
Dos franceses muy populares ahora en el mundo del futbol son Mbappé y Karim Benzema, el primero poseedor del contrato millonario jamás firmado en el mundo del deporte y el segundo reciente ganador del Balón de Oro. Para Mignon, también autor de los libros La violencia en los estadios: porras, ultras y hooligans, Los dos performances: lo que los medios han hecho de los deportes y La pasión del futbol, la población francesa reconoce en lo general la calidad futbolística de estos dos jugadores y de la selección en sí, pero admite que hay también un sector muy crítico a la sobremercantilización que ha vivido este deporte con el paso del tiempo, y donde las críticas sobre Catar se abren paso.
«Existe en Francia cierta opinión, compartida por los amantes del fútbol y los que lo odian, que los futbolistas ganan demasiado dinero, que lo utilizan para el bling-bling (se traduciría como la afición a farolear con productos de alto coste, sea ropa, autos, joyas, cadenas), que el fútbol está dominado por cálculos financieros más que deportivos y que es un aspecto de la corrupción que corroe la vida política francesa. A esto se suma, con el Mundial de Catar, el tema del clima y la corrupción para la obtención de la sede del Mundial.»
Uno de los equipos de la liga francesa y europea, el Paris Saint-Germain (PSG), es actualmente propiedad del fondo soberano de inversión Qatar Investment Authority (con su filial Qatar Sport Investment). Su sponsor premium puede apreciarse en las camisetas oficiales del club: Qatar Airways. Por tanto, el dueño del PSG es el jeque Tamim bin Hamad Al Thani, cabeza de la familia real y, a la vez, jefe de Estado y emir de Catar, dada la condición de monarquía absoluta que el país ostenta como forma de gobierno.
El PSG pasó de ser un equipo mediano de la Liga europea a convertirse en el más caro a partir de 2011, fecha en que los cataríes pusieron sobre la mesa alrededor de 80 millones de euros para adquirirlo. Para los fichajes de la temporada 2011-12, los nuevos dueños desembolsaron 108 millones de euros, la cifra más alta de esa ronda.
Hace unas semanas el diario Le Parisien publicó el millonario contrato que Catar le ofreció al delantero Kylian Mbappé para prolongar su estancia en el club hasta 2025. Son cifras con varios ceros que uno necesita sentarse para poder dimensionarlas.
Mbappé cobra 72 millones brutos de sueldo por año (6 millones al mes). Tiene, aparte, dos bonos. Uno por fichaje de 180 millones de euros brutos pagados en tres cuotas (60 millones), importe íntegro se quede o no hasta el final de su contrato. El otro es un bono de lealtad, el cual se pagará al final de cada etapa de transferencias de jugadores si todavía él parmanece en PSG. Para el primer año, el importe es de 70 millones de euros brutos. El segundo año, septiembre de 2023, rondará los 80 millones de euros. Si se queda un tercer año, en 2024 el PSG le pagaría 90 millones de euros.
Ante la publicación, la directiva del PSG reviró que se trataba de mentiras y de información «sensacionalista».
Tras una década del arribo de Catar a las riendas financieras del club parisino, se estima que alrededor de dos mil millones de euros han invertido los árabes. Sin embargo, el PSG no ha logrado triunfar en la Champions League, que era uno de los objetivos de compra. Aunque no el único.
El capital catarí, fuertemente basado en la exportación de petróleo y gas natural, comenzó a invertir en otros rubros y equipos de futbol «de Occidente» para dinamizar su economía interna pero, sobre todo, para posicionarse como capital financiero en la sobremercantilizada danza del futbol internacional, teniendo como principal objetivo por entonces la organización del actual Mundial.
Para que las autoridades de Doha lograran este cometido, sus similares francesas fueron pieza clave. Así lo reportó en 2013 la revista France Football en un amplio reportaje que fue considerado como «la revelación del Qatargate». En el referido trabajo se señaló a la FIFA, a las federaciones de futbol de Francia, África y Emiratos Árabes Unidos, así como al ex presidente francés Nicolas Sarkozy (fan del PSG, como dato) y al ex presidente de la Unión de Federaciones Europeas de Fútbol (UEFA), Michel Platini, como piezas de un tinglado de enjuagues financieros y políticos que determinaron finalmente darle la sede del Mundial 2022 a Catar, en vez de otorgarla a Estados Unidos, el principal rival.
La aerolínea Qatar Airways, además de patrocinar al PSG, también ha invertido en el Mundial en curso, en el club alemán FB Bayern Munich, en las confederaciones de futbol CONCACAF y CONMEBOL, así como en otras diversas disciplinas deportivas. De 2010 a 2017, el club catalán el Barça también estuvo bajo su apoyo financiero.
De manera paralela, la expansión del capital catarí en Francia no quedó sólo en los terrenos del futbol. Su imperio se extiendió a los medios de comunicación, por ejemplo. En 2011, la empresa mediática catarí Al Jazeera gastó 90 millones de euros para comprar los derechos televisivos del deporte francés hasta 2016, desde la Ligue 1 a la Champions, así como otras ramas deportivas televisadas.
– Ser estrella internacional de futbol es la opción que muchos niños y jóvenes de los barrios desfavorizados vislumbran como « la más realista» para salir de su cotidianidad en los suburbios.
– Hoy en Francia se tiende a destacar otros modelos de ascenso social además del fútbol, que es un vía frágil además: ¡uno sobre 10 mil!, por lo tanto, nada realista, Se intenta destacar los mundos culturales del teatro, la música o el cine. Pero el gran reto está en la escuela y en mejores formas de animar y ayudar a los jóvenes y a sus familias a dedicarse a los estudios. Sería un camino más realista, aunque también es difícil.
– Con todos sus problemas y contradicciones, sobre todo al ser un deporte muy cooptado por la mercantilización, el futbol finalmente es una actividad colectiva lúdica y alegre. Donde corre un balón no sólo puede correr dinero, también convivencia.
– En un barrio o en una pequeña localidad, el club de fútbol es una de las instituciones socializadoras y por tanto favorece la integración, junto a la escuela, la mediateca municipal, las asociaciones barriales y otros deportes. El fútbol da placer, genera encuentros y permite integrarse en la vida local, construye otros caminos para el beneficio social más allá de ser una estrella del rap o del fútbol. Desde este punto de vista, el fútbol en su sola existencia, por su accesibilidad, por la ausencia de obstáculos económicos, por su apertura a todos, ayuda en la integración de los jóvenes de los barrios populares.
«La Federación Francesa de Futbol, como todas las federaciones deportivas, está bajo la supervisión del Ministerio de Deportes. Debe contribuir a la difusión del deporte para la salud física y la educación moral. El problema es que las federaciones consideran que los valores morales del deporte están contenidos en los valores olímpicos, y que el solo hecho de respetar estos valores es suficiente para hacer mejores a los individuos. Desde hace mucho tiempo, el Estado está conforme con esa concepción del deporte. Y la victoria de 1998 ha hecho creer que esta idea tenía razón».
«Pero la Copa de Sudáfrica 2010 demostró que el fútbol había fracasado en su función educativa y que sólo desarrollar el valor económico de la selección era insuficiente para desempeñar su papel como una verdadera institución de integración, en el sentido general. El futbol siempre está amenazado por la instrumentalización política, a nivel del Estado o de las autoridades locales, por lo que necesitaría una refundación dentro de una política que uniera más fuertemente Federación y Liga profesional, al Estado, autoridades locales, y también a escuelas y a asociaciones vecinales.»
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