El estigma por ser deportado

1 enero, 2021

Las remesas enviadas por migrantes que laboran en Estados Unidos son la principal fuente de ingreso de la economía mexicana, pero cuando estos trabajadores son deportados a su tierra se enfrentan al rechazo laboral de sus propios connacionales

Texto: Kau Sirenio 

Fotos: Duilio Rodríguez

Después de trabajar 16 años en Las Vegas, Nevada, Estados Unidos, Adán llegó deportado a México en 2017. Desde que regresó no ha podido trabajar porque las empresas donde va a buscar trabajo simplemente le dicen que no lo pueden emplear porque no tiene ningún antecedente laboral en el país, pero eso no es todo: cuando contesta que es deportado, las puertas se les cierran en automático.

“Estuve 16 años en Las Vegas, trabajaba en una compañía de mantenimiento de limusinas, yo las lavaba, ese fue el último trabajo que tuve allá. Cuando llegué a Estados Unidos en 2000, empecé a trabajar de jardinero, después a poner agua a las pipas”, confía Adán Jácome León. 

La entrevista con Adán para Pie de Página en el aeropuerto de la Ciudad de México se desarrolla cuando los migrantes deportados provenientes de San Diego California salen por la puerta 7 de la terminal 2.

“Desde que llegué a México he tenido mucho problema para encontrar un trabajo. Así que tuve que vender dulces en el metro, pero es otro problema porque hay un control muy fuerte de vendedores ambulantes, uno que no conoce cómo se tejen estas redes le es más complicado dedicarse a la vendimia”.

Adán reparte cubrebocas a los migrantes deportados que llegaron en un vuelo de San Diego, California. Continúa:

“Fui deportado en el 2016, dos meses después empecé a tocar puertas de las fábricas, todos me decían que no había puesto para mí, además me preguntaban que dónde estuve durante 16 años, les dije que en Estados Unidos, me decían ‘¿Sabes? que no te puedo dar trabajo’, a lo mejor piensan que robé, por eso me deportaron, no sé, pueden pensar muchas cosas de uno, así es la discriminación, gracias al discurso de odio en contra de los migrantes”.

Agrega: “Los mexicanos son xenofóbicos, cuando quieren te discriminan por tu color, o por el simple hecho de haber emigrado y que te hayan deportado. Creen que uno mató o violó, por eso le quitan las oportunidades de rehacer su vida aquí. La burocracia mexicana también hace lo suyo, para un trámite tardan para darle curso, arguyendo que no llevas todos los requisitos”.

De 47 años de edad, Adán habla de lo difícil que es para los migrantes deportados y retornados tramitar documento de identidad, como credencial de elector, pasaporte o acta de nacimiento.

“Los migrantes deportados o retornados llegan sin la credencial elector, otros compañeros que se fueron con sus papás cuando aún no tenían los 18, cuando regresan no tienen ni el acta de nacimiento. Luego te piden para cualquier trámite, comprobante de domicilio, pero eso no se tiene a la mano, por eso es muy importante concientizar a los paisanos que se van que deben de organizar sus documentos antes de salir del país”. 

Adán cuenta que después de dos meses de buscar trabajo de un lado a otro, además de vender dulces en el metro, logró conseguir empleo en la compañía de limpieza Desarrollo Industrial ya Mantenimiento (DCI): “Fue la única empresa que me empleó, empecé a trabajar, pero me descansaron, así que de nuevo a buscar trabajo”. 

A pesar de la pandemia el migrante camina en el bullicio de la terminal aérea de la Ciudad de México, ahí espera que los deportados salgan en la puerta 7, para entregarles cubrebocas que va acompañado de un volante con información que ofrece Deportados Unidos en la Lucha (DUL). Cuando puede se detiene para platicar con los muchos que lo escuchan atentos, la conversación dura muy poco porque el Instituto Nacional de Migración (INM) apura a los migrantes para que aborden el autobús que los llevará a sus estados de origen.

Adán en el aeropuerto de la Ciudad de México. / Foto Duilio Rodríguez

Cuenta que su activismo como migrante empezó cuando conoció al colectivo DUL, ahí hizo amistad con otros migrantes retornados y deportados de Estados Unido.

“Salí de Las Vegas con tres compañeros más, que también fueron deportados. Yo me quedé, ellos emprendieron su camino, así fue cuando empecé a visitar el aeropuerto para entregar cubrebocas. Es una forma de sanar mi alma después del proceso de deportación”. 

Adán habla con cierta nostalgia de su pasado. Relata que ayudar a los compañeros que vienen deportados de Estados Unidos le ha srvido mucho.

«Con esta pandemia varios nos ayudamos. No hay sustento para nosotros, a veces no tengo ni para comer. Por eso tengo que trabajar para no pedirle a nadie y no estar a cargo de nadie, esa es la filosofía de DUL”. 

Sin soltar su mochila que está repleta de cubrebocas, el migrante se adentra más en lo que pasa con los deportados: “Nos ayudamos entre nosotros, a veces unos tienen y otros no, la verdad es muy triste, porque los deportados vienen sin nada. Los compañeros vienen desbastados porque dejan su familia en Estados Unidos. Por eso los invitamos para que se acerquen a DUL, porque también somos deportados”.  

Mientras camina hacia la salida de la terminal 2, Adán suelta otro pedazo de historia: “Nuestra historia como deportados es la misma: abuso, detención arbitraria y discriminación. Llegas a tu país y te ponen trabas porque no tienes identificación. Somos migrantes que fuimos a trabajar, nuestro único delito es ir a trabajar para tener una mejor vida. Es muy triste que nos rechacen nuestra propia gente. Algunos nos dicen vende patrias. Somos seres humanos con errores”. 

Periodista ñuu savi originario de la Costa Chica de Guerrero. Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero, locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y Televisión de Guerrero y Radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.

Editor y fotógrafo documental, retrato, multimedia y vídeo. Dos veces ganador del Premio Nacional de Fotografía Rostros de la Discriminación.