La Legión de Guerrilleros Mexicanos agrupó a 100 mil charros para defender a México de una posible invasión durante la Segunda Guerra Mundial. En los hechos nunca se enfrentaron con nadie, pero dejaron una curiosa tradición celebrada cada 16 de septiembre
Twitter: @ignaciodealba
Al principio de la Segunda Guerra Mundial México estuvo supuestamente neutral al conflicto internacional. Hasta que en mayo de 1942 los barcos petroleros Potrero del Llano y Faja de Oro fueron torpedeados en el Golfo de México.
En aquel momento se supo que el ataque provino de submarinos nazis que buscaban cortar el suministro de petróleo de México a Estados Unidos. La “entrada” de México a la Guerra Mundial fue cuestión de días.
El presidente Manuel Ávila Camacho convocó una asamblea extraordinaria en el Congreso e hizo, el 22 de mayo, la declaratoria de guerra. Aunque con más exactitud se puede decir que orientó el apoyo de México a los países aliados, porque “conocemos los límites de nuestros recursos bélicos”, dijo el presidente.
Muchos mexicanos sufrieron un arrebato patriótico por esos días, uno de los casos más emblemáticos es el de Antolín Jiménez Gamas, uno de los Dorados de Pancho Villa que incursionó en la política e hizo prolíferos negocios. La vida de este personaje fue retratada por su nieto, el artista Fernando Llanos, en el largometraje “Matria”.
Antolín Jiménez, que en aquel momento era presidente de la Asociación Nacional del Charro organizó un ejército guerrillero en caso de que las fuerzas del Eje (Alemania, Italia y Japón) decidieran invadir México. Al llamado por la patria acudieron 100 mil valientes, agrupados en la Legión de Guerrilleros Mexicanos.
Los requisitos para formar parte de este grupo eran tres: obviamente se necesitaba ser mexicano, independencia económica y “ser hombre de a caballo”. Una vez que fueran aceptados los charros recibirían instrucción militar por parte de la Secretaría de la Defensa Nacional. Luego, se incorporarían a los comités regionales.
El llamado fue enfático para “todos los lugares del país donde existan hombres de a caballo”, según se lee en los documentos de la organización. La existencia del grupo se justificaba porque “no olvidemos que México es un país débil, desorganizado económica y civilmente y que por estas circunstancias no podrá presentar un frente de batalla al invasor”.
La formación de la Legión de Guerrilleros Mexicanos se hizo con la autorización del presidente Manuel Ávila Camacho, también amante de la charrería. El mandatario firmó un decreto ese año para que los charros formaran una de las reservas del Ejército Mexicano.
Por eso, en el desfile de la celebración de la Independencia, que se conmemora el 16 de septiembre grupos de charrería desfilan después de los pelotones del ejército. En términos prácticos la Legión de Guerrilleros Mexicanos sólo sirvió para que los charros fueran agregados en el desfile de las fiestas patrias.
Ávila Camacho también se encargó de hacer de la charrería el deporte nacional.
La invasión extranjera era un escenario demasiado lejano, lo que sí era cierto es que muchos ciudadanos mexicanos, entre ellos políticos e intelectuales, se identificaban con el nazismo. En el propio documental, Matria, Llano se cuestiona si la asociación de charros durante la Segunda Guerra Mundial era una propuesta real de combate o incluso sugiere si su abuelo no usó aquel ejército de charros para hacerse de capital político.
Al fin y al cabo Antolín Jiménez fue diputado federal tres veces, su carrera política acabó cuando no apoyó la candidatura de Miguel Alemán a la presidencia.
El arranque patriótico del ejército de jinetes acabó tan rápido como comenzó. La participación más destacada de México en la Guerra Mundial fue con el Escuadrón 201, la colaboración fue más simbólica que efectiva.
Aun así, el Escuadrón 201 también se suele incorporar a los desfiles del 16 de septiembre.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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