Esta es la casa que ocupó el Che Guevara por más tiempo en su vida, aunque solo fueron once años. La infancia del guerrillero más famoso del mundo transcurrió en este barrio burgués en las cercanías de Córdoba
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El Che Guevara adquirió desde muy pequeño un asma que lo hizo enfermizo y frágil. La afección respiratoria era tan grave que su familia se vio obligada a encontrar un pueblo de aires benignos. Así que sus padres, Ernesto y Celia, buscaron un lugar lejos de la humedad de la capital argentina.
La familia Guevara de la Serna encontró una casa en Alta Gracia, una pequeña comunidad en las cercanías de Córdoba. Ahí, los pliegues de la serranía se distienden en praderas hasta convertirse en pampa. El aire es seco y puro. Desde años este sitio fue el destino de ancianos y de personas con problemas respiratorios que buscan alivio.
El Che mejoró su salud en este lugar, pero también aquí estuvo la casa en la que viviría por más tiempo, de 1932-1943.
Yo viajo desde Córdoba a Alta Gracia, dejamos la ciudad y nos aproximamos a la zona del campo. Cuando el autobús me deja camino entre residencias de estilo inglés. Estas casas fueron construidas originalmente para albergar a los empleados importantes de una empresa ferroviaria, pero con los años se convirtió en una colonia residencial.
Se camina entre asilos, casas de retiro y un campo de golf. En medio de esta tranquilidad burguesa una estrella socialista indica “Museo Casa del Che”. Es un chalet con un jardín frontal y dos enormes pinos. En el pequeño corredor una estatua atípica del Che Guevara, en bronce retratado como niño. Qué raro, el revolucionario hasta hoy sigue siendo joven.
Cuando entro a la casa me doy cuenta que no tengo dinero para el boleto de entrada. Pero en la recepción, con espíritu harto revolucionario, me regalan una cortesía. La felicidad de estar en este sitio es doble.
En realidad, la exposición es muy sencilla, solo hay algunas fichas biográficas y murales. La idea es leer, ver una cama e imaginarse al Che postrado en alguna de sus crisis asmáticas. Hay juguetes y objetos antiguos como decoración. Uno entra al baño, aprecia el excusado y se pregunta cuántas revoluciones no se han hecho en el mundo y el artilugio sigue ahí viendo el peor rostro de la humanidad.
Guevara estudió la primaria en Alta Gracia y jugaba con un grupo de amigos en el jardín de la casa o en el barrio. Durante su niñez mantuvo un aspecto lánguido, que incluso le disgustaba a él mismo, tanto que procuraba juegos y aventuras arriesgadas para ajustar la percepción que se tenía de él. Se le recuerda toreando cabras, visitando minas abandonadas, en la cima de árboles y bebiendo tinta.
Se reconoce que era inteligente, aunque desobligado con las clases. Sus notas se mantuvieron siempre en la mediocridad. Tenía muchos amigos, aunque era mal geniudo, hay anécdotas del Che liándose a puños. Hay quien dice que desde estos años ya pujaba en él un espíritu justiciero.
Con la Guerra Civil española la vida del barrio se vio alterada, familias de republicanos inmigraron a Alta Gracia. Curiosamente el famoso compositor español Manuel de Falla fue vecino de los Guevara. Aunque seguramente al niño Che -que no joven- le tenía sin cuidado Las Noches en los Jardines de España.
En 1943 la familia Guevara de la Serna se mudó a Córdoba para que Ernesto hiciera los estudios secundarios. Después volvió a Buenos Aires para cursar medicina y finalmente un largo viaje por Latinoamérica, la consabida victoria de la Revolución Cubana y su asesinato en Bolivia.
En Alta Gracia se quedaron amigos de la infancia, ya todos difuntos -no sé porque me sorprende-, ninguno fue eterno joven. La casa ahora es propiedad del gobierno municipal. Al lugar asisten algunos turistas y viajeros. Incluso, en 2006, Hugo Chávez y Fidel Castro también llegaron al sitio para conocer la casa.
El barrio parece haber cambiado poco desde hace más de 80 años, en los antiguos chalets siguen viviendo viejos y gente que busca la pureza de los aires del campo. Cuando camino por el lugar de pronto soy consciente que estoy en un pueblo a las afueras de Córdoba y no en un pueblo europeo.
Mientras recorro el barrio pienso en que admiro al Che por esa valentía al límite, de luchar y morir por lo que uno cree; por un mundo donde prevalezca la justicia. Pero también me quedo pensando en un documental que vi al final de mi recorrido por el museo.
Entre los protagonistas de la cinta está la nana Carmen Arias, que cuidó al Che y se convirtió en una de las personas más cercanas al guerrillero, aun desde Cuba el comandante mandaba cartas cariñosas a “Teté”.
En las entrevistas la nana, ya anciana, relata una versión de la vida del Che muy amorosa, encuentros en Buenos Aires donde el guerrillero comía en su casa y cuidaba de ella. Pero lo más sorprende es que ella asegura “yo siempre lo vi como un niño”.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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