24 junio, 2022
Durante su campaña electoral, el presidente Guillermo Lasso publicó un video en su cuenta de tiktok con unos zapatos rojos que marcaron tendencia. Los zapatos rojos se pusieron de moda como estrategia de marketing, de ahí que se conozca al presidente de los zapatos rojos. Hoy el pueblo de Ecuador, vestido de ponchos rojos, lucha contra sus políticas
Texto: Marlene Quito
Fotos: Kcho Alvarado
Audios: Braulio Hidalgo y Costilla
ECUADOR. – No olvido aún el 7 de octubre de 2019, cuando corría por Facebook un video que inicia con un fuerte sonido de sirena y se ve un grupo de policías montados en sus caballos alrededor de un local. Las personas gritaban y un hombre decía: “imagínese la prepotencia de este gobierno antipopular”. Luego se observa al menos 3 policías que se salen del lugar y los uniformados se retiran apresuradamente. Enseguida se escuchan los gritos de una mujer que, entre lágrimas, pide una ambulancia. El hombre que registra el hecho se acerca al lugar. Sobre el piso helado estaba tendido el cuerpo de un joven que aún cargaba su mochila. No pudo ponerse a buen resguardo. Ni evitar los múltiples golpes que le propiciaron.
Las personas alrededor piden ayuda de manera enérgica, puedo sentir en esos minutos el frío que recorre mi cuerpo; la impotencia de ver como atacan a sangre fría, sin miedo, sin culpa. Un joven, sangre y un rostro familiar me pusieron alerta, pues vi a mi compañero de aula universitaria tirado sobre el suelo inconsciente. El video no muestra nada más. Después supe que el joven estaba golpeado en una casa de salud. Su condición era estable. Nos volvimos a encontrar días después en las calles, aguantando gas y miedo. Era momento de arder. Su valentía y fuerza se quedó latente en mí.
Hoy, en 2022, ese recuerdo se hace presente en todas las esquinas de las protestas.
En 2019, el gobierno de Lenin Moreno anunciaba bajo decreto ejecutivo el retiro de los subsidios al combustible y un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional; el típico acuerdo de los gobiernos neoliberales. Estos anuncios fueron los detonantes para que el Ecuador estuviera en las calles.
De las protestas de octubre 2019, según datos proporcionados por la Fiscalía General del Estado, existen 819 procesos abiertos. Además, alrededor de mil 507 personas fueron heridas. Nueve fallecieron.
Varios hombres y mujeres perdieron un ojo a causa de bombas lacrimógenas tiradas a quemarropa, como lo recogió en su momento el Informe de la Defensoría del Pueblo, bajo la Comisión de la Verdad de aquellos años.
En aquel octubre del 2019, 13 días bastaron para que el Paro Nacional sentará al expresidente Lenin Moreno y se derogaran dichos decretos ejecutivos que vulneraban derechos sociales y económicos.
Hoy van 12 días. Y el Paro no para.
Un nuevo octubre se instala en junio del 2022, en pleno quinto sol naciente. Después de que en mayo de 2021 él banquero y empresario Guillermo Lasso Mendoza, bajo unas cuestionables elecciones, ganara su paso a Carondelet. Lasso contó con un apoyo popular del movimiento indígena que estaba harto del “progresismo” que los asesinó, encarceló y humilló por 14 años.
Ahora, los Ponchos Rojos son liderados por Leonidas Iza. El joven dirigente indígena de la provincia de Cotopaxi es el presidente de la organización nacional del movimiento indígena: la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie). Esta organización nace como resultado de la lucha continua de las comunidades, centros, federaciones y confederaciones de pueblos indígenas en noviembre de 1986. Se consagró en el levantamiento de 1992, que inspiró a muchas organizaciones indígenas en el continente. Su objetivo es defender los derechos de las clases populares de Ecuador.
El nuevo Paro Nacional se instala mediante un comunicado que plantea una agenda de 10 puntos, todos ligados a una cuestión económica: Reducción del precio de la gasolina; menos minería; más empleo; derechos laborales; precios justos a los productores; educación; salud, entre otros. Estas son las exigencias del movimiento indígena para dejar las calles y volver a la llamada “normalidad”.
Según el monitoreo de Alianza por los Derechos Humanos Ecuador (con corte al 20 de junio del 2022) desde que el paro inicio (13 de junio) se han registrado 39 vulneraciones de derechos humanos que son el resultado de 39 detenciones y 55 personas heridas. También han muerto dos personas. (Mientras terminábamos esta entrega, la lista de los heridos, muertos y encarcelados ha aumentado).
Desde el 13 de junio, a siete días de las fiestas del Intiraymi, el movimiento indígena convocó al Paro Nacional. Esto, después de que transcurriera un año del actual gobierno, sin que en su mandato se hayan cumplido con las promesas de campaña. Al contrario, ahora se anuncia abiertamente que los combustibles seguirán subiendo de precio, al igual que el aumento al doble en los precios de insumos de primera necesidad. Entre ellos el aceite vegetal, que actualmente cuesta entre 2.8 y 3.5 dólares, un 25 por ciento más que hace un año, según el informe recogido del portal digital Primicias.
Desde varios puntos alrededor del país, durante estos 10 días se reportaron bloqueos de vías y arterias que conectan Ecuador de norte a sur. También se han cortado árboles y prendido llantas y el transporte terrestre está paralizado. Las organizaciones sociales, indígenas, feministas, LGBTI+, y sociedad civil se activan en las zonas más críticas; desde ahí su voz tiene que ser escuchada.
A diario se oyen helicópteros recorrer el cielo. También se escuchan las detonaciones que dibujan de gris el humo espeso y ardiente del gas lacrimógeno. En la Avenida Patria, donde viven las clases populares, y que a la vez es la vía principal que conecta al este del centro histórico con la salida al suroeste hacia los valles, en la altura del puente vial del Wambra, muy cerca del parque arbolito (espacio histórico de resistencia política y cultural de los pueblos y nacionalidades), se dan enfrentamientos diarios con los militares y la policía nacional.
Es casi imposible respirar sin tragar gas. El gobierno no cesa el fuego, no para la represión. El diálogo se ve nulo, las posibilidades de que los Ponchos Rojos bajen la guardia depende que de los zapatos rojos empiecen a gobernar para el pueblo y no solo para un grupo privilegiado. El gobierno gobierna desde un fino hilo, que nació roto.
Desde el Carchi al Macará dice una vieja canción. A ese son se ve llegar al pueblo desde los rincones más incógnitos del Ecuador. El rojo que tiñe las calles de la capital, el mismo rojo que da color a la sangre de unos runas indignados, es el rojo de sus ponchos; sus ponchos que han dado el calor a sus cuerpos que han decidido salir desde las faldas del Chimborazo, del Tungurahua, para hacer sentir la fuerza de sus palabras que dicen «¡No más! ¡Fuera Lasso, fuera!»; mientras este paisaje se hace cotidiano conforme pasan los días.
¿Pero de quién es exactamente esta lucha? Miremos atrás un poco.
En 2005, Lucio Gutiérrez, el presidente electo por el Partido Sociedad Patriótica y con el apoyo del movimiento indígena, caía y huía del país en un helicóptero. Así se salvó de la muerte. Un pueblo iracundo de tanta corrupción y de múltiples denuncias de nepotismo lo sacó del mandato a punta de piedra y palo. Además, la idea desatinada de regresar de Panamá al expresidente Abdalá Bucaram (destituido por incapacidad mental en 1997), y llamar al pueblo los forajidos, hicieron que las fuerzas militares lo dejaran sin apoyo y respaldo. Por ello tuvo que dejar el Palacio.
Esta etapa la viví con profundo sentimiento y casi sin entender nada. Yo ya rodeaba los 14 años y podía ver y sentir los problemas económicos de mi casa, precedida por una mujer (mi hermana) que sufría con el alto costo de sostenerme. Ahora tengo 30 años, y en estas últimas tres décadas, cada mandatario electo tuvo un levantamiento indígena.
Abdalá Bucaram (1996-1997) Jamil Mahuad (1998-2000) y Lucio Gutiérrez (2002-2005) fueron los presidentes destituidos. Mientras que, Rodrigo Borja (1988-1992), Sixto Durán-Ballén (1992-1996) y Rafael Correa (2007-2017) lograron terminar su periodo, pero igual tuvieron un levantamiento. El que marcó la historia, sin duda, y sin olvido, ocurrió el 30 de septiembre del 2010, que inició como una protesta policial contra la ley salarial.
Los Ponchos Rojos, mis queridos Ponchos Rojos con los que en el paso del tiempo y de los años he aprendido a caminar y respetar su forma de vida y enorgullecerme con su lucha, me han dado muchas razones para estar aquí, luchar aquí y persignarme con los mismos principios. Recuerdo haber crecido con el dicho: “cuando los indios se levanten no hay presidente que dure”.
Es un hecho que cuando de los campos, montañas y valles salen no había forma de que un gobierno se mantenga.
El primer levantamiento indígena se hizo en 1990. Liderado por la Conaie, las demandas fundamentales de este levantamiento giraban alrededor de la solución y legalización en forma gratuita de la tierra y territorios para las nacionalidades indígenas. También pedían agua para regadío, consumo y políticas de no contaminación; declaratoria del Estado Plurinacional; la entrega inmediata de los fondos presupuestarios para las nacionalidades indígenas; obras prioritarias de infraestructura para las comunidades; protección y desarrollo de los sitios arqueológicos; expulsión del Instituto Lingüístico de Verano; legalización y financiamiento de la medicina indígena por parte del Estado.
¿Queda algo por cuestionar? Sí, solo una y bastante corta. ¿Para quién luchamos?
Los Ponchos Rojos una vez más están en las calles y carreteras del país, dotados de las únicas armas que tienen quienes no tienen millonarias inversiones en armamento: palos y piedras; pero, sin lugar a duda, de lo que más van cargados es de rabia, del sentimiento de impunidad, de verse usados y engañados.
El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) publicó las cifras mensuales que establecen que la tasa de desempleo se ubicó en abril pasado en 4.7 por ciento. Ese porcentaje indica que son casi 399 mil 500 personas las que no encuentran trabajo y es menor al 5.1 por ciento reportado en abril del 2021. Sin embargo, es “una reducción no significativa”, indica el análisis de la entidad.
Todos sentimos el alto costo de vida, pero desde que nací la historia me cuenta que hay que estar en las calles, que es ahí en donde estamos los que creemos que un mundo diferente es posible. Es ahí donde históricamente los Ponchos Rojos han conseguido derechos y donde sus luchas se vuelven tangibles. Es hoy y ahora el momento que se plasma en realidad la lucha eterna que llevan vestidos de rojo. Donde se hace justicia a las impunes muertes. Es hoy que van a limpiar la putrefacta idea de los zapatos rojos de que los indios somos incapaces.
Nota:
No queremos dejar de mencionar en esta entrega que los heridos, muertos y encarcelados aumentaron.
El 21 de junio inició con un sol radiante que anunciaba un nuevo año en el calendario andino, el solsticio de invierno se hizo presente en su máxima expresión para acompañar al pueblo que en las horas de la tarde se perturbo al conocer la noticia de que murió Byron Guatatoca, un joven kichwa que luchaba desde territorio amazónico, en Puyo, provincia de Pastaza.
Una guerra se veía en el territorio, después de ver el cuerpo de Gautatoca tirado en el piso, junto a un charco de su propia sangre, su muerte se dice en los medios que es a causa de la manipulación de material explosivo; mentira, murió con una bomba lacrimógena incrustada en el cráneo.
Las armas no letales que supuestamente usan policías y militares en su uso legítimo de la fuerza, disparadas a quemarropa, asesinan. Hasta el momento dejan 4 muertos y decenas de heridos. Basta con recorrer la Avenida Patria de la capital para concluir que hubo una batalla campal de entre los que mantienen el “orden” y de quienes quieren romperlo todo porque no hay muro o pavimento que pueda quedar impecable después de que nos haya quitado a un hermano. No puedo imaginar que se siente estar cerca de un ser que pierde la vida a metros de nuestros pies.
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