El intento de prohibir Tik Tok en Estados Unidos va más allá de una disputa comercial. Se trata de una batalla más en la guerra por el control social del planeta desde internet
Por Alberto Nájar / @anajarnajar
En el océano de información por los conflictos armados en el mundo, la guerra que ha emprendido Estados Unidos contra la aplicación Tik Tok pasa desapercibida.
Pero se trata de una batalla que supera a la plataforma originaria de China, y que desnuda el control del supra gobierno mundial creado por los corporativos occidentales que dominan internet.
El capítulo más reciente es el paquete de ayuda a Israel, Ucrania y Taiwán que aprobó el congreso de Estados Unidos.
Además de las instrucciones específicas para destinar 95 mil millones de dólares en ayuda militar y subsidios, la iniciativa establece un ultimátum a ByteDance, la empresa propietaria de Tik Tok, para que antes de nueve meses venda la aplicación a una compañía estadounidense.
Si no lo hace la plataforma sería bloqueada en Estados Unidos, lo cual afectaría a más de 170 millones de usuarios que existen en ese país.
El argumento de los legisladores es que el gobierno de China utiliza Tik Tok como herramienta de espionaje, además de que en cualquier momento podría exigir la entrega de la base de datos de usuarios de la aplicación.
Shou Zi Chew, director ejecutivo de la red social, aseguró en una comparecencia ante el Capitolio que la empresa no entrega esa información a ningún gobierno.
Pero su mensaje no apaciguó los ánimos, encendidos desde 2020 cuando el entonces presidente Donald Trump pretendió cancelar la aplicación.
En ese entonces no avanzó la iniciativa y ahora, aunque cuenta con el respaldo de republicanos y demócratas, no está claro si finalmente podrá concretarse, ni en cuánto tiempo se lograría.
ByteDance ha dicho que emprenderá una batalla legal que podría llegar hasta la Corte Suprema.
El argumento es que se viola el derecho constitucional de la empresa a la libertad de comercio y expresión, dos de los temas más sensibles para los estadounidenses.
Además, si el fallo de la Corte fuera negativo, Tik Tok tendría nueve meses para acatar el decreto recién aprobado y aún en ese momento el destino seguiría incierto:
El plazo podría vencer en 2025, y para ese entonces se habrá definido la contienda presidencial en Estados Unidos.
Si el ganador es Donald Trump es probable que la aplicación siga en operación, porque en su campaña ha criticado el intento de cancelar la plataforma.
Según analistas consultados por la BBC el magnate podría intentar que se cancele la prohibición ahora aprobada.
En cambio, si Joe Biden se reelige las posibilidades de seguir en el mercado disminuyen. De hecho, se espera que en cualquier momento el presidente firme la resolución del Congreso.
Más allá del terreno político, lo cierto es que existen razones para tener cuidado con los datos que extrae la plataforma de sus usuarios.
En su aviso de privacidad Tik Tok señala que recopila información como el nombre, contraseña, fecha de nacimiento, dirección de correo electrónico, número telefónico, fotografías o videos del usuario y su lista de contactos.
También acumula datos de tarjetas o cuentas bancarias que se usan para hacer compras, los productos que se eligen, sitios que visita, metadatos del contenido que comparten como el sitio y fecha donde se elabora, y hasta vigila la forma e intensidad como se teclean los mensajes.
Esto permite saber el estado de ánimo del usuario ante determinados mensajes, videos o productos comerciales, por ejemplo.
El argumento para recopilar ésta y otra información, señala Tik Tok, es definir un perfil especial para cada usuario y facilitar la navegación en la plataforma.
Pero los datos personales, multiplicados por cientos de millones de usuarios, representa un producto de alto valor para los consorcios internacionales.
También puede ser una herramienta de control político, social y de seguridad. La aplicación también puede recopilar preferencias de los usuarios sobre temas controvertidos, y además determina en tiempo real la ubicación de sus usuarios.
Tik Tok no es la única plataforma que tiene acceso a estos datos, porque lo mismo hacen Google, X y las aplicaciones de Meta, por ejemplo.
Y aquí radica la otra cara de esta guerra. En el fondo lo que está en disputa es el control de internet, dominado hasta ahora por los grandes consorcios occidentales que se han convertido en un gobierno superior a las soberanías nacionales.
Por eso el silencio de personajes como Elon Musk o Mark Zuckerberg ante una decisión que, en sentido estricto, también podría perjudicarles.
La prohibición de Tik Tok en Estados Unidos, Gran Bretaña o la India, por ejemplo, jurídicamente sanciona prácticas similares a la de otros consorcios.
Pero eso difícilmente va a ocurrir por dos razones: la estructura de comunicación como cables submarinos, satélites, servidores de almacenamiento –lo que se conoce como “la nube”- fue construida por esos grupos.
Además, espacios como X, Facebook o Google son aliados de las grandes potencias occidentales y en varios momentos han servido como plataformas de desinformación y guerra cibernética.
El conflicto armado entre Ucrania y Rusia, o el silencio ante el genocidio de Israel son ejemplos.
En tal escenario la irrupción de una alternativa popular, como la red social china, implica un riesgo para el control social del planeta que se pretende establecer a través de internet.
Ciertamente, Tik Tok no es mejor alternativa que las otras plataformas. Pero en la batalla por la narrativa es importante tener los datos completos.
Y leer la letra chiquita que esconde la sobreinformación.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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